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La histórica cumbre sobre abusos en el Vaticano pone a prueba la “tolerancia cero”

La presión mediática y de los colectivos afectados obliga al Papa a presentar medidas concretas tras la reunión de 190 líderes religiosos

Daniel Verdú
Un grupo de víctimas de abusos se manifiesta en la plaza de San Pedro.
Un grupo de víctimas de abusos se manifiesta en la plaza de San Pedro.Simone Padovani/Awakening (Getty Images)

“Tolerancia cero”. El discurso se repite una y otra vez al otro lado del Tíber, pero los resultados nunca terminan de llegar. Empezó el papa Benedicto XVI y continuó Francisco con las mismas palabras. Pero, ¿qué quiere decir realmente? Las víctimas, congregadas estos días en Roma para presionar a los participantes de la histórica cumbre que tratará la plaga de los abusos en la Iglesia católica a partir del jueves, quieren esta vez un respuesta clara.

La Santa Sede busca un efecto catártico a la mayor crisis que ha vivido en las últimas décadas a través de esta reunión. La convocatoria en Roma de 190 líderes religiosos (entre presidentes de conferencias episcopales, curiales e iglesias orientales) supone un punto de inflexión que determinará, en gran medida, el futuro de la Iglesia. Pero la expectativa es tan grande que el Vaticano teme que pueda convertirse en un arma de doble filo. “La idea de estos días es que los obispos entiendan que se ha acabado la fiesta. Que es hora de aplicar la ley. Pero el Papa tiene un trabajo muy duro para convencerles”, señala un alto cargo vaticano.

Cuatro de los organizadores (Hans Zollner, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, el cardenal y arzobispo de Chicago, Blase Joseph Cupich, y Federico Lombardi) presentaron ayer la puesta en escena del evento. En la sala no cabía nadie. Medios de todo el mundo han aterrizado en Roma esta semana para seguir de cerca el desarrollo de la cita. En la calle, las víctimas comenzaban ya a organizarse para exigir al Papa que cumpla su promesa. Peter Isely, portavoz Ending Clergy Abuse (ECA), la asociación global de supervivientes de abusos, lanzaba en la plaza de San Pedro la primera reivindicación. “Tiene que haber una ley universal en la que si eres un cura, una monja, un obispo… y has violado a un niño, a un adulto vulnerable, debes ser apartado del sacerdocio y entregado a las autoridades civiles. Punto. Y lo mismo para quien ha encubierto. Eso es tolerancia cero: ninguna excusa”.

Como un sínodo

La puesta en escena de la reunión será parecida a un sínodo. Durante tres días, los 190 participantes se reunirán en el aula Paolo VI del Vaticano bajo un mismo esquema y tres temas centrales: la responsabilidad de los obispos, la rendición de cuentas y la transparencia. La cumbre comenzará con el testimonio de cinco víctimas a través de un vídeo grabado. Cada jornada habrá varias ponencias, 10 grupos de trabajo divididos por idiomas y una sesión de conclusiones diarias. El domingo por la mañana, el Papa dará un discurso de clausura en el que podría haber algún anuncio que sacie la sed de las víctimas de obtener alguna medida concreta tras la cumbre.

Las conferencias episcopales deberían haberse reunido con las víctimas y rellenar un cuestionario sobre su actividad. Las preguntas del documento preparatorio se centraban en la situación actual del problema de los abusos en la Iglesia local; el nivel de conciencia de este asunto entre el público; los factores de riesgo más importantes en los abusos sexuales; los factores que contribuyen a una ausencia adecuada de respuestas y las medidas de prevención más eficaz que el país en cuestión ha adoptado para proteger a los menores. Zollner confirmó ayer que lo han hecho el 89% y que no saben si todos se han reunido con las víctimas. En el caso español, por ejemplo, sus principales representantes, como Miguel Hurtado, abusado por el monje Andreu Soler en Montserrat, no tenían constancia ayer de ello.

El Vaticano, consciente de la limitada presencia de víctimas en este tipo de debates, ha convocado a algunos representantes de todo el mundo a participar en la cumbre que empieza el jueves. Lo harán en persona, a través de mensajes grabados en video y, en la mayoría de casos, sin que trascienda su identidad. Pero la voz más combativa de la principal asociación global (Ending Clergy Abuse (ECA) solo podrá escucharse en un encuentro previo que los organizadores de la reunión celebrarán el miércoles con 12 de ellas. Su portavoz, Peter Isely, recordó a los obispos que no necesitan a nadie que hable por ellos. Y menos la jerarquía católica. Por ello, durante toda la semana realizarán actos de protesta por toda Roma.

Entre los representantes que participarán el miércoles en la reunión está el español Miguel Hurtado, víctiima del monje de Montserrat, Andreu Soler. “Si el Papa quisera realmente solucionar el problema, la reunión sería de tres semanas y no tres días. Pero puede ser positivo porque los ojos del mundo están puestos en el Vaticano.. Tienen que tomar medidas ahora porque si no en 5 años nadie les creerá”, señalaba a las puertas de la sala donde se había producido la rueda de prensa de presentación del evento.

Para Hurtado, es clave que se defina el concepto de “tolerancia cero”, algo que los obispos españoles, denuncia, no han respetado.Es un concepto que el Papa repite una y otra vez y deberían clarificar. En los países más avanzados, tolerancia cero significa que si un sacerdote abusa de un niño una vez, se va a la calle. Pero eso solo se aplica a duras penas en Irlanda y EEUU. En España hay sacerdotes condenados por la justicia y que han admitido los crímenes, que siguen formando parte de la Iglesia. Esa tolerancia cero de los obispos españoles no se la cree nadie”.

La sensación mayoritaria entre las víctmas es que la cumbre busca solo una lavado de imagen. Si no hay medidas concretas, no servirá de nada, opina Hurtado. “Los abusos a menores son delitos y tienen que ser juzgados por los jueces, no por los obispos”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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