El 15-M pierde visibilidad y gana rabia
El movimiento se atomiza, se disemina y endurece sus acciones Varios grupos impulsan iniciativas políticas para lograr más participación ciudadana
En los dos años transcurridos desde su fundación, el 15-M ha evolucionado. Estas son algunas claves de su transformación.
» Aumenta la indignación. “Hace dos años teníamos 4,5 millones de parados y ahora tenemos seis millones”. Con ese dato, Eduardo Maura, del grupo de Análisis de Acampada Sol, resume el cambio vivido por España y también por la indignación de muchos ciudadanos. Los activistas que siguen participando, aunque menos numerosos, están yendo más al grano con acciones que van subiendo el tono de protesta: escraches, encierros, okupaciones, rodear el Congreso o acciones como Toque a Bankia, creada con el objetivo de bloquear cientos de sucursales de la entidad. Por eso este año el lema del aniversario escala varios peldaños: “De la indignación a la rebelión. Escrache al sistema”.
» El movimiento se atomiza. Dos semanas después de su protesta, los indignados dieron el salto a los barrios y, una vez allí, empezaron a organizarse y la protesta cambió: en vez de clamar por la situación de la vivienda, empezaron a protestar para ayudar a la vecina a punto de perder su casa. “Yo veo una transformación clara en el movimiento”, dice Juan (no quiere decir su apellido), miembro de una de las asambleas más activas de la capital, la de Carabanchel. “Al principio el movimiento era masivo, manifestaciones muy nutridas, pero ahora se ha transformado en red entre colectivos autónomos, que usan las asambleas puntualmente para resolver problemas concretos. Cada uno trabaja en la temática que le apetece: desahucios, sanidad, asuntos sociales, educación…”. El resultado, en opinión de Manolo (no revela su apellido), del grupo de Economía de Sol, es que el 15-M ya no monopoliza las protestas. “Ahora el 15-M es un elemento más”. En palabras de otra activista: “No hemos crecido, nos hemos especializado por áreas, buscando nuevos repertorios de acción”.
» Un pie en la política. En los últimos meses han surgido varias propuestas para meter el pie en política con el objetivo de abrirla a los ciudadanos. Lograr la deseada democracia participativa y que se abra un proceso constituyente centra los esfuerzos políticos de cientos de indignados. Dos ejemplos: Confluencia, que aspira a unir a indignados y partidos de izquierda, y el Partido X, impulsado por 20 personas que quieren permanecer en el anonimato. “Nuestro programa es el más moderno del mundo: democracia y punto”, dice uno de sus miembros, que pide permanecer en el anonimato. “El objetivo es hacer más participativa la política. Si lo hace algún partido antes, lo apoyaremos y si no, nos presentaremos y ganaremos. Hace falta un sistema de control ciudadano sobre las instituciones”. En Andalucía, donde se está diseñando la futura Ley de Participación Ciudadana e Institucional, grupos afines al 15-M han creado Democracia Digital Andalucía, que está ya elaborando un borrador de dicha ley.
» Escraches y denuncias. El movimiento va renovando sus formas de protesta. Los escraches han supuesto en 2013 una sorpresa y han indignado a políticos y medios de comunicación como EL PAÍS. En opinión de los activistas, la situación de los desahuciados y la inactividad política los merecen. Además, en el último año han metido la nariz en los juzgados: el grupo 15-M contra Rato denunció e intenta que se juzgue a la cúpula de Bankia.
» Los activistas se enredan. “Tú ven a mi escrache, mañana yo iré a votar a favor de la sanidad pública y pasado nos encerramos en la universidad”. Algunos ciudadanos manejan agendas realmente indignadas. Están atentos a las distintas acciones y participan en varias de ellas. La contrapartida: entre tanta acción, por el camino pierden activistas. Un miembro del grupo GILA (no quiere dar su nombre), que une humor y activismo, lo resume así: “Nos ponemos otro gorro, pero siempre y cuando la lucha sea la misma”.
» La indignación se difunde. El 15-M ha impregnado casi todas las formas de protestas de los últimos dos años. Asambleas, horizontalidad, manos arriba y abajo… No hay más que ir a un acto de la Marea Blanca para encontrarse con el 15-M de bruces. “Los médicos, por poner un ejemplo, han sido muy buenos alumnos”, dice Marta Franco, periodista de Diagonal y miembro del grupo de comunicación. “El 15-M se ve, sus métodos están tras muchas protestas”.
» Los miembros cambian. El 15-M ha mutado desde sus inicios. Muchos de sus impulsores han dejado de ejercer el empuje que en su momento hicieron. Por cambio de parecer, porque el activismo quema o por abandonarlo directamente, o porque se han marchado de España buscando empleo. Dos de los rostros más habituales en los medios al principio del movimiento, Jon Aguirre y Fabio Gándara, ambos de Democracia Real Ya y accesibles mediáticamente, han dejado su activismo. El primero, por motivos laborales. El segundo, por problemas de entendimiento con el resto de los activistas cuando intentó crear la asociación Democracia Real Ya. Gándara ya no pertenece al grupo, pero hace la guerra por su cuenta. Acaba de publicar, junto a Pablo Gallego, El cambio comienza en ti (Destino), “una visión de estos dos años, de la situación española y de nuevas propuestas para lograr un proceso Constituyente y pasar de la indignación a la construcción”.
» Falta de impulso. El activismo agota y tirar del carro indignado es duro. Un abogado del grupo de Legal, lo expresa: “La mayoría de los que empezamos este activismo seguimos, aunque no participamos con la misma intensidad. Es interesante que entren nuevos, una oxigenación, porque los que llevamos desde el principio estamos un poco contaminados”. Patricia Horrillo, periodista afín al movimiento, cree que este necesita más gente: “Hay un desgaste en quienes están en primera línea de reivindicación y falta gente que se implique y politice”. Según Manolo, del grupo de Economía, la pérdida de activistas es lógica: “El 15-M ha ido perfilando su propuesta política y eso acota el espacio de su propia influencia. Si las propuestas son más drásticas, aquellas personas que al principio estuvieran por afinidad con la indignación, ahora se sienten más desvinculadas”.
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