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En orden de espera

Felipe ha vivido la crisis con preocupación Trabaja con la certeza de que los reyes no se jubilan y de que abdicar no entra en los planes

Anabel Díez
El príncipe Felipe.
El príncipe Felipe.Pablo Blazquez Dominguez (Getty Images)

Cuando el pasado 14 de abril el Príncipe Felipe visita a su padre, habían transcurrido 12 horas desde que le implantaran una prótesis de cadera. Los efectos de la anestesia habían pasado y el Rey pudo mantener la conversación con cierta fluidez. El Príncipe comprobó que la mayor preocupación de Don Juan Carlos se ceñía a cuándo podría dejar el hospital y reanudar sus funciones. El Príncipe, que volvería al día siguiente con la Princesa y sus dos hijas, y una tercera vez en solitario, renovó la certeza con la que ha crecido y de la que no se desprende jamás: los reyes no se jubilan.

A esas horas, el primer día después de que trascendiera que el accidente había ocurrido en una cacería de elefantes en Botsuana, don Felipe ya sabía que este percance tendría consecuencias y que la institución iba a sufrir un severo varapalo de la opinión pública. Su percepción era acertada. Las vicisitudes en los tribunales de su cuñado Iñaki Urdangarin, el disparo en el pie con una escopeta de su sobrino, de trece años, y, como broche, la práctica del Rey de esa actividad cinegética tan exclusiva, le atenazaron el ánimo.

El testimonio de interlocutores que han vivido de cerca estos días, junto a quienes conocen y tratan al Príncipe desde diferentes perspectivas profesionales y sociales, retratan al heredero como un hombre exento de ansiedad por ceñirse la Corona, aunque preparándose cada minuto del día para llegar al trono. Desde hace meses, su preocupación va en aumento por la evidencia de que la institución que él quiere encarnar pierde apego ciudadano por razones ajenas a él. En las tres visitas al hospital, solo se permitió una broma para relajar el ambiente al decir que no iba a aceptar la sugerencia de sus hijas de ir a patinar el domingo. “No, no, de patines nada, con la racha que llevamos, situaciones de riesgo, ninguna”, le escucharon decir.

Ese domingo en el que las infantas, Leonor y Sofía, no fueron a patinar, aunque sí a visitar a su abuelo con sus padres, las redes sociales estaban ya incendiadas con opiniones muy críticas todas; airadas muchas y con ausencia total de respeto otras. El Príncipe accedía a ellas directamente desde su ordenador, sin intermediarios. Por suerte, el Gobierno y los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, así como CiU, embargados de la máxima preocupación pero críticos en privado con el viaje del Rey, echaban baldes de agua al fuego. Todos esperaban un gesto del monarca para que tantos ciudadanos ofendidos tuvieran un ápice de indulgencia.

El Príncipe vive sin ansiedad porque no se ve Rey a corto plazo aunque se prepara como si fuera a serlo mañana

El Príncipe no le dijo nada al Rey de lo que debía hacer, según quienes han estado cerca del monarca en estos días. “Quien diga que don Felipe pidió al Rey que se disculpara ante los españoles no conoce las relaciones entre ambos: el Príncipe es absolutamente respetuoso con el Jefe del Estado y son otras personas quienes cumplen ese papel”. A este testimonio de fuentes de Zarzuela va acompañada la información de que el Rey le comentó a su hijo, en la tercera visita, que iba a hacer una declaración. El Príncipe le alabó la decisión que había sido tomada después de que el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, en primerísimo lugar, y el director de comunicación, Javier Ayuso, aconsejaran al monarca con reiteración que debía dirigirse a los ciudadanos porque la situación era muy delicada.

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El equipo del Rey no le ocultó información. Los partidos de extracción republicana, elevaron la voz para pedir cuentas al Gobierno de las actividades del Rey, además de exigirle que le controlaran. Con voz más baja, los mayoritarios, sacaron a la luz la necesidad de “proteger al Príncipe”. Pasan los años y la figura del heredero sigue en el limbo institucional. Ramón Jáuregui, portavoz constitucional del Grupo Socialista, señala la necesidad de hacer un Estatuto para el heredero, en sintonía con el portavoz del mismo área de CiU, Jordi Xuclá.

Así era el clima en las 48 horas siguientes al accidente, pero ese impulso se cortó de raíz. No es momento de realzar la figura del Príncipe cuando desde la calle se vapulea al Rey. El más consciente fue el Príncipe.

Don Felipe se congratuló de las “once palabras” del Rey en las que pedía perdón y hacía propósito de la enmienda; pero la primera frase, la menos destacada, era con la que él y su entorno se quedó. “Estoy deseando recuperarme para retomar mis obligaciones”. Con estas siete palabras se quedó el Príncipe. Tranquilo. No le extrañaron.

El entorno de Don Felipe está satisfecho porque la crisis no ha llevado a pedir la República sino la abdicación

Mientras el Rey se recupera y “retoma” sus obligaciones, el Príncipe estará muy presente en la vida institucional y tendrá ocasión, de nuevo, de que se compruebe su forma de actuar. Meticuloso y muy serio en la preparación de su trabajo, y de los temas, cuida todos los detalles, característica que se ha incrementado por influencia de la Princesa. Doña Letizia se ha unido al afán de perfección, con la obsesión de no dejar resquicio para la crítica. La espontaneidad y naturalidad la dejan para su vida privada cuando están con amigos de verdad. Un grupo de periodistas, profesores y abogados, forman el núcleo de las amistades de los Príncipes con quienes quedan a cenar en sus casas o en la residencia de Zarzuela.

La agenda del Príncipe con los compromisos del Rey se prepara con las instrucciones del jefe de Casa del Rey, Rafael Spottorno, que tiene el máximo poder por delegación del Rey. Pero las actividades del Príncipe las modula el Rey y él decidirá la intensidad de las mismas, “como siempre ha hecho”, señalan en Zarzuela.

Si en el terreno institucional y profesional las relaciones del heredero con el Rey están sujetas por la jerarquía y preeminencia absoluta del monarca, en el ámbito familiar hay algo más de margen de actuación para el hijo. Así ha sucedido desde que tienen encima el caso Urdangarín. El Príncipe no tuvo la menor duda de que por el bien de la institución monárquica el Rey y él mismo debían alejarse del marido de la Infanta Cristina. Pero fue el Príncipe quien convenció al Rey de que dejara sentar en su mesa a Urdangarín la noche en la que él y su esposa pernoctaron en Zarzuela antes de salir para Palma de Mallorca donde el exdeportista tenía que declarar. La Reina quiso reunir a sus hijos, el Rey no estaba de acuerdo y el Príncipe convenció a su padre para que se celebrara la cena familiar. La hubo pero el ambiente no fue relajado en absoluto. El Príncipe lo hizo por su madre, a quien está muy unido y por quien sufre, al igual que sus hermanas, por el distanciamiento del Rey. El Príncipe se supedita y respeta absolutamente al Rey, pero emocionalmente está con su madre.

La vida personal del Rey también ha dado alas a quienes quieren ver pronto al Príncipe Felipe en la máxima institución. También esa tesis es rebatida con el argumento de que el Rey y la Reina medirán mucho sus pasos por la inevitable repercusión en sus estatus. “Los dos vienen del exilio y saben lo que es que sus padres pierdan la Corona, no la alcancen o tengan que salir de noche para el exilio”, señalan interlocutores cercanos a Zarzuela. También lo sabe el Príncipe que invoca su condición de número dos y su certeza de que no será Rey a corto plazo.

A pesar de la zozobra, el saldo de la semana no es catastrófico, a ojos del heredero. La crisis “no ha devenido en manifestaciones republicanas sino en la petición de que el rey abdique en el Príncipe”, traducen en su entorno. Su satisfacción viene por la creencia de que la institución ha mostrado fortaleza y el trabajo del Príncipe, sin el carisma de su padre, esté dando frutos. Ahora bien, a su certeza de que los Reyes no se jubilan, añade que tampoco abdican, salvo razones de fuerza mayor. Está persuadido de que su padre, actualmente, no encuentra ninguna que le lleve a ceder la Corona.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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