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Columna
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Medir nuestra vida

A pesar de la trompetería gubernamental aún no cala la mejora económica entre los ciudadanos

Joaquín Estefanía

“Una de las razones por las que la mayor parte de la gente percibe que está peor aunque el PIB medio suba es porque efectivamente está peor”. Esta sentencia figura en el informe que los economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi elaboraron para demostrar las limitaciones del producto interior bruto (PIB) como indicador del progreso (Medir nuestras vidas, RBA Editores).

Según estos expertos, a menudo se observa una diferencia notable entre las mediciones más habituales de variables socioeconómicas importantes como el crecimiento, la inflación, el desempleo... y la percepción generalizada de la realidad económica. Quizá ello ayude a explicar que siendo cierto que el crecimiento del PIB en España está siendo superior en los últimos meses (y en las proyecciones para el futuro) a los de los países de nuestro entorno, ello no cala ni en los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas ni, por ejemplo, en la encuesta de Eurostat sobre la felicidad de los europeos publicada con motivo del Día Internacional de la Felicidad de la ONU, el pasado viernes.

En esa encuesta, España está por debajo de la media de la zona, quizá por noticias como las que se hacían públicas la pasada semana: en 2014 siguieron saliendo ciudadanos españoles hacia el exterior (125.000, un 6,1% más que un ejercicio antes); o que el salario medio todavía continuaba bajando en el último trimestre del año pasado, frente a toda la trompetería electoral gubernamental.

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La importancia de medir bien la situación en la que se encuentran los ciudadanos es capital porque afecta a la política económica: si las mediciones son erróneas, las decisiones pueden verse distorsionadas. Por ejemplo, la elección entre aumentar el PIB o proteger el medio ambiente puede ser un falso dilema, una vez que se incluye la degradación ambiental en la medición del desarrollo económico.

Cuando hay grandes niveles de desigualdad, como en España, puede que el PIB o cualquier otro cálculo agregado per capita no proporcione una evaluación adecuada de la situación en la que se encuentra la mayoría de la población. Si las desigualdades aumentan más en relación con el incremento medio del PIB, la mayoría de la población puede encontrarse en peor situación aun cuando la renta media haya crecido.

Stiglitz, Sen y Fitoussi, con el resto de expertos de la comisión creada sobre la medición de las actividades económicas y el progreso social, creen que una de las razones por las cuales la Gran Recesión sorprendió a tantos fue porque los sistemas de medición fallaron: ni los programas de contabilidad privados ni los públicos fueron capaces de alertar a tiempo de que el aparentemente buen comportamiento de la economía mundial entre los años 2004 y 2007 podía estar alcanzándose a costa del crecimiento futuro, y que parte de esos resultados era un espejismo, pues eran beneficios basados en precios hinchados por una burbuja.

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