Todo el poder para Macron I de Francia
El riesgo de absolutismo y la alta abstención se debe a los perdedores
Lo ocurrido este domingo en Francia ha sido más un referéndum que unas elecciones legislativas. Los franceses decidían si daban o no a Emmanuel Macron una mayoría absoluta para dirigir el país con carta blanca. Con su abrumador respaldo, han convertido al audaz exministro en un todopoderoso monarca y a Francia, en una República de partido único. El joven líder ha arrasado, pero las torpezas de sus rivales le han allanado el camino. Son ellos los culpables de la baja participación y del riesgo de que Macron I pueda caer en el absolutismo.
Su apabullante triunfo es la humillante derrota de los demás, que plantearon la campaña con el solo objetivo de frenar a Macron. Ni le han parado ni han movilizado al electorado. Empezando por el exgobernante Partido Socialista, cuyo jefe, Jean-Christophe Cambadélis, alertaba sin éxito de que “una mayoría absoluta siempre acaba en el absolutismo”. Fue eliminado en la primera vuelta, como su fracasado candidato al Elíseo, Benoît Hamon, y ha acabado dimitiendo.
La opa hostil de Macron contra los socialistas ha dado la razón a Manuel Valls, quien advirtió: “La izquierda puede desaparecer si no se renueva”. Él ha tenido problemas para salvar su escaño después de que Hamon pidiera no votarle, todo un dato para el funeral del partido. Porque el PS entra en coma irreversible al reducir a menos de medio centenar sus 289 diputados. Hasta se plantean hipotecar su emblemática sede de la calle Solferino La renovación que no acometieron se la ha hecho Macron desde fuera.
El segundo gran fracaso corresponde al FN. El partido de Le Pen ha dejado de ser el más votado en Francia. Gran alivio. Ella entra en el Parlamento, pero solo logra la mitad de los 15 escaños que necesitaba para tener grupo propio.
El tercer tropiezo es el de la derecha. Es el grupo más numeroso de la oposición —si así se puede llamar al conglomerado de grupitos que no suman ni el 40% de los escaños—, pero su centenar largo de diputados (pierde la mitad) empuja a Los Republicanos a la más absoluta irrelevancia cuando hace cinco meses tenían al alcance el Elíseo y el Parlamento.
Y el cuarto desastre es el del movimiento que ideó Jean-Luc Mélenchon para recoger los desechos de la izquierda y convertirse en la única oposición frontal a Macron. Pese a lograr grupo parlamentario, los franceses le han arrojado, junto con Le Pen, al minoritario rincón de los extremismos.
¿Cómo gobernar Francia con tanto poder concentrado en un recién llegado de 39 años sin contrapeso parlamentario? Desde que hace un mes llegó al Elíseo, Júpiter, como Macron prefiere ser denominado, ha demostrado que le gusta acaparar poder. Ha leído a Maquiavelo y sabe que hay una táctica para conquistarlo y otra para mantenerlo.
Lo explica en Le Monde el editorialista François Bazin: “En la conquista, él era zorro, astuto. Una vez elegido, es león, explícito, vertical, jupiterino. Él se hace con todo”. Eso han querido ahora los franceses. Júpiter, hijo de Saturno, rey de los dioses y los hombres, les ha prometido “una revolución” incluso de “los modelos de pensamiento”. “Vamos a conducir la organización de nuestra sociedad, la organización del capitalismo europeo y mundial”. Los votantes le han creído.
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