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ENTREVISTA | JOSÉ GRAZIANO DA SILVA

“Siempre esperamos a que la gente empiece a morir”

Con tantas crisis alimentarias abiertas, el director general de la FAO ve imprescindible combinar la entrega de comida o dinero para comprarla con la ayuda para reanudar la producción

José Graziano da Silva durante una conferencia en Maiduguri, Nigeria, el 7 de abril.
José Graziano da Silva durante una conferencia en Maiduguri, Nigeria, el 7 de abril. AFOLABI SOTUNDE (REUTERS)
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¿Qué fue antes, el conflicto o el cambio climático? En cualquier caso, esa es la combinación perversa, según José Graziano da Silva, director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La mezcla fatal que explica que se haya vuelto a declarar una hambruna en un mundo que produce comida más que de sobra para todos. En 2011 fue en Somalia. Ahora, en Sudán del Sur. Y otros tres países —Yemen, Nigeria y Somalia—están a un paso de hacer lo mismo. Pero Graziano insiste: bajo el dúo que forman violencia y clima extremo subyace el abandono de las zonas rurales. El brasileño, que dirige la agencia internacional desde 2011, ha visitado Chad y el nordeste de Nigeria para enviar un mensaje de urgencia: hay que actuar hoy para evitar llegar a lo peor.

Pregunta. ¿Cómo se explican las hambrunas en pleno siglo XXI?

Respuesta. Lo primero es aclarar que no ocurren porque falte comida en el mundo. Al revés, tiramos al menos un tercio de lo que producimos. Estas crisis llegan cuando hay gente, en especial los más pobres, que de pronto no puede seguir produciendo su propia comida —por falta de agua o de tierras— o no le llega el dinero para comprarla.

P. Nigeria, Sudán del Sur, Yemen, Somalia, Siria, Etiopía… ¿por qué tantas emergencias al mismo tiempo?

R. En varias zonas de África y algunos países árabes sufren la combinación de dos problemas. Por un lado los conflictos, que obviamente dificultan la producción de alimentos y al acceso de la población a los mismos. Acabo de estar en Chad y el nordeste de Nigeria, donde actúa Boko Haram. Allí no pueden plantar ni criar animales, y tienen que emigrar para no morir de hambre. Y luego hay lugares que llevan tres años seguidos de sequías provocadas por El Niño. En Sudán del Sur, Yemen o Somalia se produce esa asociación perversa. El conflicto y el cambio climático se retroalimentan. Pero no olvidemos que las zonas afectadas son casi siempre rurales, ya debilitadas y en muchos casos olvidadas.

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P. ¿Qué hay que hacer en casos como esos?

Es imprescindible combinar la ayuda alimentaria urgente en forma de comida o dinero para comprarla con la creación de oportunidades nuevas. La rapidez con que la inversión en agricultura o ganadería reactiva la vida es impresionante. Es como cuando riegas un jarrón de flores secas: al día siguiente ya ves los resultados.

P. ¿Las dificultades son las mismas en todos los países?

R. No. Hay crisis que escapan por completo al control o la ayuda que pueden prestar agencias como la FAO. Un ejemplo es Siria. Los sirios están haciendo algo parecido a un milagro, porque aún producen prácticamente la mitad de sus alimentos en medio de una guerra civil. Pero parar un conflicto como ese, en el que a veces ni siquiera podemos hacer llegar nuestra ayuda, está más allá de nuestras posibilidades. Tampoco podemos evitar una sequía. Por eso insisto: lo que sí podemos es evitar que una sequía se convierta en hambruna si actuamos de forma preventiva.

P. ¿Y por qué no se hace?

R. Es que siempre esperamos al final. Siempre esperamos a que la gente empiece a morir. Cuando en realidad podemos evitarlo, y en plazos muy cortos. Pero hay que llegar a tiempo. En Nigeria, por ejemplo, en junio llegan las lluvias. Si no actuamos ahora, cuando hay que preparar la tierra, sembrar... no podremos controlar la situación. Las plantas no esperan. No podemos aguardar a que se resuelva el conflicto sirio, o a las elecciones en Francia… Tenemos que actuar ya.

P. ¿Les está costando mucho reunir los fondos para esas actuaciones?

R. Sí, y eso que son cifras muy bajas. Pero los donantes están cansados. Porque nos enfrentamos a crisis prolongadas que se repiten año tras año porque nunca actuamos anticipadamente. Si ahora no obtenemos los 70 millones de euros que pedimos para apoyar la siembra en Nigeria, el año que viene tendremos que volver a pedirlos. Y además habremos pasado todo un año teniendo que llevar comida o dinero para comprarla a la población. Así que esos fondos para reactivar la producción agrícola y ganadera se pueden ver también como un ahorro.

P. ¿Puede tener algo que ver la cantidad de recursos que se está dedicando a la crisis de los migrantes en el Mediterráneo?

R. Yo creo que los donantes están un poco confundidos. Los europeos se vieron como tomados por asalto y reaccionaron con barreras, colocando a la gente en campos para tratar de devolverlos a sus países. Pero ¿adónde va a volver esa gente hasta que restituyamos sus medios de vida…? No tienen adónde. Estas migraciones son una fiebre. La verdadera enfermedad es la falta de oportunidades en África. Así que mientras volquemos toda nuestra ayuda al desarrollo en alimentar a los refugiados no vamos a resolver el problema.

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