Nueva York y California encabezan la resistencia a los planes de Donald Trump
Las principales ciudades defienden sus políticas migratorias y sanitarias
La victoria de Donald Trump en las elecciones ha puesto en estado de alerta a todas las instituciones y líderes demócratas. Alcaldes de las ciudades más grandes y con más inmigrantes de Estados Unidos ya han advertido de que no colaborarán en deportaciones masivas, una idea que ha confirmado que piensa llevar adelante. En California, las declaraciones desafiantes van desde el gobernador hasta los líderes del legislativo y el jefe de policía de Los Ángeles. En Nueva York, el alcalde, Bill de Blasio, se plantó tras una tensa reunión con Trump.
Las posiciones del presidente electo sobre inmigración, cambio climático y la ampliación de la cobertura sanitaria abocan a un choque frontal con California, el territorio más rico y más poblado del país, donde las posiciones progresistas en estos asuntos son prácticamente políticas de Estado. El mismo día 9, los dos líderes del legislativo estatal, Kevin de León y Anthony Rendón, ambos latinos, dijeron en un comunicado: “No seremos arrastrados de vuelta al pasado. Lideraremos la resistencia a cualquier esfuerzo que destruya nuestro tejido social o nuestra Constitución. California no era una parte de esta nación cuando comenzó su historia, pero ahora somos claramente los encargados de mantener su futuro”.
El gobernador de California, Jerry Brown, emitió una escueta nota en la que respetaba el resultado electoral, pero también advertía de que California peleará contra cualquier regresión en las políticas de cambio climático, su cruzada personal en sus últimos años de mandato. Además, el Estado ve con mucha preocupación cualquier variación en la reforma sanitaria de Barack Obama. California abrazó con entusiasmo el sistema; 4,6 millones de californianos dependen de ese sistema de cobertura, por el que el Estado recibe 20.000 millones de dólares de fondos federales. Si moviliza todas sus herramientas jurídicas, California puede ser para Trump lo que Texas ha sido para Obama, un verdadero cortafuegos de sus políticas.
Hoteles del magnate
El primer punto de enfrentamiento, sin embargo, es la situación de los inmigrantes. La mayoría de grandes ciudades del país, además de ser demócratas, son ciudades santuario donde la policía local no colabora con las autoridades de inmigración. El jefe de policía de Los Ángeles, Charlie Beck, advertía en una entrevista con EL PAÍS en mayo que sus agentes no participarían en deportaciones masivas. Lo reiteró dos días después de la elección.
Ayer, De Blasio le dijo lo mismo a Trump, que piensa proteger de la deportación a los inmigrantes de Nueva York. De la misma manera se han pronunciado los alcaldes de Chicago, Rahm Emanuel, y de San Francisco, Ed Lee. Sin colaboración de los cuerpos locales, los agentes de inmigración solo pueden actuar de manera muy específica, casi individuo por individuo.
El disgusto por la elección de Trump desborda, además, la escena política. Según el canal de deportes ESPN, que cita fuentes anónimas de la liga NBA, al menos tres equipos de la liga de baloncesto, Milwaukee Bucks, Memphis Grizzlies y Dallas Mavericks, han decidido no utilizar hoteles de Trump en sus desplazamientos. Los Bucks y los Mavericks son del empresario Mark Cuban, que hizo campaña por Hillary Clinton.
El Oeste, “zona liberada”
Hillary Clinton ganó en California con una mayoría aplastante. El 61,8% de los votos del Estado más poblado del país, 6,2 millones, casi tres millones más que Donald Trump. El condado de Orange, origen del reaganismo y de Nixon, bastión espiritual de los valores republicanos, votó demócrata por primera vez desde 1936. La victoria de Clinton es la más amplia de un demócrata desde aquel año, en que ganó Franklin Delano Roosevelt. Uno de los argumentos de estos días contra el sistema de elección indirecta del presidente, a través de un colegio electoral donde los Estados tienen garantizada una representación, es que 2,9 millones de votos de californianos han sido inútiles, mientras que las victorias de Trump en el noreste industrial han sido por unas decenas de miles de votos.
Además, los republicanos han sido barridos del Capitolio californiano y de todos los puestos electos del Estado. La expresión “zona liberada de la costa oeste americana” (referencia de la Segunda Guerra Mundial trasladada a Washington, Oregón y California) empieza a ser un chiste habitual.
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