Horca para un científico iraní sospechoso de espionaje
Shahram Amiri acaba ejecutado tras una peripecia que le llevó de Irán a EEUU pasando por Arabia Saudí
La historia de Shahram Amiri tiene todos los elementos políticos e incluso psicológicos de un drama televisivo al estilo Homeland y los avatares de uno de sus protagonistas, Nicholas Brody. Desde su misteriosa desaparición en Arabia Saudí y su posterior reaparición en Estados Unidos hasta su regreso “voluntario” a Irán y su ejecución, las peripecias del científico nuclear constituyen un verdadero rompecabezas. A pesar de las inusuales filtraciones de los servicios secretos, muchas sin duda interesadas, aún faltan piezas y quizá nunca se encuentren. Pero incluso esta imagen borrosa permite formular algunas hipótesis.
Amiri, experto en radioisótopos, trabajaba como investigador en el Ministerio de Defensa hasta que en 2009 desapareció durante su peregrinación a La Meca (Arabia Saudí). Las autoridades iraníes acusaron desde el principio a Riad de secuestrarlo y entregarlo a Washington, pero en Irán nadie explicó quién y en qué circunstancias autorizó la salida del país de un científico nuclear de tal calibre.
Un año después se difundió una serie de vídeos sobre su presencia en EE UU, con mensajes muy contradictorios. “Me secuestraron en Medina y me trasladaron a un lugar desconocido donde me anestesiaron; cuando recobré el conocimiento estaba en un avión rumbo a EE UU”, declaraba el científico en uno de ellos. Sin embargo, en otra grabación afirmaba que quería acabar con los rumores y explicaba que se encontraba en suelo norteamericano por voluntad propia y siguiendo sus estudios. Un tercer vídeo emitido en la televisión estatal iraní sostenía que vivía en la clandestinidad tras escapar de la CIA, y que quería regresar a Irán.
Finalmente, 13 meses después de su desaparición, Amiri se presentó en la Sección de Intereses de Irán en Washington y unos días más tarde, el 15 de julio de 2010, volvió a Teherán, donde fue recibido como un héroe nacional por las autoridades. Su comparecencia ante los medios solo añadió más confusión. Poco después de su regreso, fue detenido por los servicios secretos iraníes y más tarde fue condenado por entregar información confidencial sobre el proyecto nuclear de su país a EE UU. Al final en la madrugada del pasado 3 de agosto fue ahorcado en un lugar desconocido. Tenía 39 años. Es poco probable que se esclarezcan todos los enigmas de esta rocambolesca historia, pero los datos existentes han dado lugar a varias hipótesis:
Agente de la CIA:
En una reciente entrevista con BBC persa, el exagente de la CIA Philip Giraldi aseguró que “Amiri contactó con los agentes saudíes y norteamericanos por voluntad propia y no fue secuestrado”. Con anterioridad, Giraldi dijo que el experto en radioisótopos “no proporcionó casi ninguna información” sobre el programa nuclear iraní, pero conocía a los científicos que estaban al tanto del mismo y se comunicaba con la CIA “a través de un [teléfono] satélite”. De acuerdo con esta versión, la CIA divulgó que le había pagado cinco millones de dólares “para animar a otros científicos nucleares iraníes que viajaban a Turquía o Dubái [a dejar su país]”. Sin embargo, otras filtraciones le señalaron como “una de las fuentes de la nueva información” sobre los aspectos “militares” del programa que dio pie a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU contra Teherán en 2010.
Agente de los Pasdarán
Según un informe de la empresa de asesoría de seguridad Stratfor, filtrado por Wikileaks, fuentes diplomáticas iraníes en Líbano afirmaban que el científico era un agente de los guardianes de la revolución, los Pasdarán. Este documento explicaba que era poco probable que Amirí hubiera escapado a EE UU a sabiendas de que pondría en peligro a su familia y sostenía que el científico iraní logró engañar a los norteamericanos. Las filtraciones de la CIA contra Amirí serían parte de un plan para neutralizarlo convenciendo a los iraníes de su traición.
Agente doble
El científico iraní podría haber recogido información sobre el modus operandi de los servicios secretos saudíes y estadounidenses durante sus contactos, tanto antes como después de su viaje a La Meca. También pudo proporcionarles datos que reforzaran la versión iraní de que no perseguía objetivos militares en el marco de sus ambiciones nucleares. Tal vez entonces se le ocurrió la idea de buscar asilo en EE UU, pero una vez allí, por razones emocionales o por el acoso a que estaba siendo sometida su familia en Irán, decidió volver. Esta posibilidad recuerda al desertor de KGB Vitali Yurchenko, quien en 1985 regresó a Moscú tras unos meses en EE UU. Pero Amiri no tuvo tanta suerte y tras seis años en la cárcel, acabó en la horca.
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