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Cómo Vietnam define la presidencia de Barack Obama

El presidente inicia su primer viaje a un país clave en la contención de China, cuatro décadas después del fin de la guerra

Marc Bassets
Obama baja del Air Force One en el aeropuerto de Hanoi
Obama baja del Air Force One en el aeropuerto de HanoiCarolyn Kaster (AP)

Barack Obama es el primer presidente liberado del trauma de Vietnam. Pero este país, en el que el lunes inicia una visita de tres días, ha marcado sus decisiones de manera insospechada. Vietnam es, para Obama, un socio comercial y militar potencial en la contención de China: una pieza clave en el giro estratégico a Asia, objetivo de su presidencia. También es un viejo enemigo con el que la primera potencia ha normalizado sus relaciones: un modelo para Cuba o Irán. Y, aunque él tenía 13 años cuando después de más de una década Estados Unidos se retiró de Vietnam, el legado de aquella guerra es clave para entender cada una de sus decisiones sobre si enviar tropas a otros países o retirarlas.

Nacido en 1961, Obama no tiene ningún vínculo emocional con Vietnam. Era demasiado joven para verse envuelto en los debates sobre la guerra y para participar en los combates o, como sus antecesores George W. Bush y Bill Clinton, eludirlos. Al contrario que políticos de la generación anterior, no fue Vietnam en los años sesenta o setenta lo que activó su conciencia política, sino el apartheid en Sudáfrica en los años ochenta. Para Obama es un recuerdo borroso. Este es el primer viaje de su presidencia a Vietnam, país que Clinton y Bush visitaron. En Hanoi y Ho Chi Minh, como después, en la segunda etapa de viaje asiático, en Hiroshima, intentará pasar página de dos capítulos dolorosos en la historia de EE UU. No es sencillo.

Marvin Kalb, veterano periodista y profesor emérito en la Harvard Kennedy School, recuerda un dato esencial: Vietnam, donde murieron casi 60.000 norteamericanos, es la primera guerra que EE UU pierde en su historia. Desde entonces ningún presidente escapa a su sombra. Ni siquiera Obama, quien llegó a la presidencia en 2009 con la voluntad de ser el primer presidente post-Vietnam y post-Guerra Fría. Siempre ha mantenido una relación ambivalente con aquella guerra: no era la suya, pero inevitablemente la tenía en mente a la hora de retirarse de Irak, reducir a un mínimo la presencia en Afganistán o evitar una intervención en Siria.

“Cuando era candidato a la presidencia, en el verano de 2008, hizo un viaje a Oriente Medio”, explica Kalb, coautor de Haunting legacy, una crónica de la influencia de la guerra en las sucesivas presidencias, desde Gerald Ford a Barack Obama. “Fue a Afganistán, vía Kuwait”, dice. “Se hizo acompañar de dos amigos senadores, el demócrata Jack Reed de Rhode Island, y el republicano Chuck Hagel, de Nebraska. Durante el vuelo de 13 horas, según ambos senadores, Obama sólo habló de un tema: la guerra de Vietnam". No quería hablar de Irak ni de Afganistán. "El motivo es que, en su mente, hay un vínculo directo entre la guerra de Vietnam y las guerras de Afganistán e Irak”.

Ya en la Casa Blanca, a Obama le irritaba escuchar a sus asesores más veteranos, como el fallecido diplomático Richard Holbrooke, mencionar las lecciones de Vietnam aplicadas a países como Afganistán. No quería oír hablar de Vietnam. Pero Vietnam seguía allí. “No quiere que domine su pensamiento”, dice Kalb. “Y sin embargo acaba siendo uno de los principales factores que debe tener en cuenta cuando envía tropas a luchar en cualquier guerra. ¿Estaremos en la misma posición que en Vietnam? ¿Cuánto durará esta guerra? ¿Cuántas personas debemos enviar? ¿Podemos ganarla?”

Obama abandonará en enero la Casa Blanca sin haber concluido del todo las dos guerras que heredó de Bush: Irak y Afganistán. El fantasma del empantanamiento, de las muertes inútiles, de la guerra sin objetivos claros ni final a la vista es el fantasma de Vietnam. Y hoy es algo más: un contrafuerte ante las ambiciones chinas y un ejemplo de cómo cerrar las heridas tras un enfrentamiento de décadas. ¿Y la guerra? ¿Seguirá obsesionando a futuros presidentes? “No puedes darle la espalda a la historia”, dice Kalb. “¿Por qué el presidente no envía 200.000 tropas a Siria? Porque no sabes si servirá. Quizá tendrás que enviar a 200.000 más. Y después de muchos años de guerra, de muchas bajas, de efectos económicos, no sabes si ganarás”. El trauma perdura.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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