Más de 200 refugiados heridos por gases lacrimógenos en Idomeni
La policía macedonia trata de dispersar a más de 500 personas en la frontera con Grecia
El campamento de Idomeni ha vivido este domingo una situación límite. El último intento de centenares de refugiados de atravesar la frontera entre Grecia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, en sus siglas inglesas) ha estado a punto de provocar una tragedia cuando la lluvia de gases lacrimógenos y balas de goma de la policía macedonia para dispersarlos ha provocado escenas de pavor entre la multitud, infinidad de niños incluidos, y dejado un reguero de heridos. Médicos sin Fronteras ha atendido a casi 300 refugiados, 200 de ellos por exposición a los gases y 30 por el impacto de balas de goma. Entre los heridos había tres niños menores de 10 años con heridas de estos proyectiles en la cabeza, según la ONG.
Desde el cierre de la ruta balcánica, a principios de marzo, Idomeni se ha convertido en una ratonera para más de 11.000 migrantes que no pueden proseguir viaje y a la vez se niegan a desalojar el campamento, pese a los reiterados intentos del Gobierno griego de realojarlos en centros de acogida organizados en otros puntos del país. La actuación de la policía macedonia, que también usó bombas aturdidoras y fue condenada por Atenas por “peligrosa y lamentable”, suscita además dudas de índole diplomática: los proyectiles cayeron en territorio griego, pues en ese punto de la frontera no existe buffer zone, o zona tapón. Algunas imágenes divulgadas en redes sociales muestran incluso la incursión en suelo griego de fuerzas de seguridad de FYROM para gasear a los migrantes.
Azuzada por rumores continuos y la desesperación creciente de los extranjeros, varados desde hace semanas a la intemperie, la tensión es junto con la desinformación una constante vital en el campamento de Idomeni desde que, el 24 de febrero, Austria instara a los cuatro países de la ruta de los Balcanes (FYROM, Serbia, Croacia y Eslovenia) a impedir el paso a más refugiados e inmigrantes; el cierre total de la frontera se hizo efectivo a primeros de marzo. Ansiosos por continuar viaje, los migrantes concentrados en Idomeni temen que de ser evacuados a centros de acogida en el norte del país, como Veria y Katerini —adonde han sido trasladados por el Gobierno poco más de 500—, perderán la oportunidad de cruzar la frontera si, como aseguran algunas fuentes, esta reabre en algún momento. Una contingencia imposible, ya que Skopje ha confirmado que la frontera seguirá cerrada a cal y canto hasta el 31 de diciembre. El cierre fronterizo, y la entrada en vigor del acuerdo migratorio UE-Turquía, el pasado 20 de marzo, ha desviado un flujo por el momento insignificante de refugiados a la frontera greco-búlgara.
El de este domingo ha sido el segundo intento de cruce por la fuerza, tras el registrado el pasado 25 de enero, que se resolvió igualmente con una lluvia de gases lacrimógenos por parte de la policía macedonia. Pero el episodio más grave fue la huida por el río que delimita ambos países de centenares de migrantes, burlando el control policial, el pasado 14 de marzo. Tres afganos murieron ahogados en el riachuelo, inusualmente crecido por las lluvias de esos días, mientras que el resto de los huidos fueron retornados a Grecia por las fuerzas de seguridad macedonias.
Rumores infundados
Atenas achacó entonces a algunos activistas haber empujado a los extranjeros a jugarse la vida, y se divulgó un mapa dibujado a mano que delimitaba con cruces la vía alternativa, circunvalando la alambrada y atravesando el río; algunas fuentes atribuyeron el panfleto a activistas extranjeros presentes en el campo. El tumulto de ayer lo originó un folleto manuscrito en árabe, avisando de la inminente reapertura de la frontera.
“La falta de información es lo que más preocupa a los refugiados. Pueden pasar penalidades, o no tener suficiente comida, o dormir prácticamente en el barro, pero todos piden ansiosamente información. La desinformación les genera mucha tensión”, cuenta la psicóloga Viki Lilí, trabajadora de la ONG griega Praksis en Idomeni. “Los rumores, absolutamente infundados, no solo no ayudan a los migrantes, sino que los ponen en peligro. Juegan con su desesperación y con la desinformación, y solo pueden ser obra de desalmados”, explica por teléfono Yorgos, voluntario en el campo.
Para combatir los rumores, el Gobierno griego ha reforzado su campaña de información, con folletos en media docena de idiomas, del farsi al dari o el árabe, que hacen especial hincapié en los trámites de solicitud de asilo o de reubicación en otros países. El mensaje a los “migrantes irregulares” —como les denomina el pacto UE-Turquía— es que estos trámites administrativos resultan menos arduos en las instalaciones a las que las autoridades pretenden trasladar tanto a los habitantes de Idomeni como a los 4.500 acampados en el Pireo. Pero pocos, muy pocos acceden a irse; todos quieren seguir ruta.
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