El incendio de un edifico durante los choques en Odesa deja 36 muertos
Dos pilotos ucranios mueren tras ser abatidos con misiles sus helicópteros en Slaviansk
El Gobierno interino de Kiev no solo tiene dificultades para atajar la rebelión prorrusa en el este, como demostró la desigual ofensiva de este viernes en Slaviansk; también le estallan en las manos nuevos focos de violencia, como el que este viernes arrasó un edificio en Odesa (sur), con un balance de 36 muertos, según el último balance policial. Manifestantes prorrusos que habían reventado una marcha por la unidad de Ucrania se refugiaron en un edificio oficial, denominado Casa de los Sindicatos, al que los partidarios de Kiev prendieron fuego. Pocas horas antes, otras cuatro personas habían perdido la vida en choques registrados durante la manifestación.
Tras varios anuncios de una “operación antiterrorista” repetidamente fallida, y en un intento a la desesperada de recuperar el control sobre el este rebelde del país, el Ejército ucranio desencadenó en la madrugada del viernes la “fase activa” de una operación militar contra el bastión de Slaviansk, avanzadilla de los activistas prorrusos. Tras varias horas de combates, en los que los milicianos derribaron con misiles dos helicópteros Mi-24 y acabaron con la vida de dos tripulantes, la situación en Slaviansk era de tensa expectación, apenas rota por el fuego cruzado de la propaganda —uno y otro bando reivindican porciones similares de presencia en las calles, sin que los datos hayan podido contrastarse— y las numerosas barricadas incendiadas en torno a la ciudad, de 130.000 habitantes. El alcalde ‘rebelde’, Viacheslav Ponomariov, elevó a cinco, tres milicianos y dos civiles, el número de muertos en su bando.
A media tarde, nadie se atrevía a dar la ofensiva por concluida, ni a aventurar próximos objetivos rebeldes del Ejército de Kiev en la región, más allá de un puente recuperado cerca de la ciudad, custodiado por un batallón de 140 soldados y entre ocho y diez blindados a los que decenas de civiles trataron de impedir el paso con sus cuerpos, como muestran varios vídeos caseros publicados en Internet. Kiev afirma haber retomado también el control de una decena de checkpoints, casi todos en la periferia suroriental, por donde Slaviansk comunica con Donetsk y Lugansk, otros dos importantes focos del alzamiento.
“En los barrios del sur están todos metidos en casa, aunque no se oyen disparos desde hace horas y algunas tiendas han abierto”, contaba a media tarde del viernes Inna, estudiante de la Universidad de Donetsk cuya familia vive en Slaviansk. “Las autoridades (rebeldes) les han dicho que no salgan a la calle por lo menos durante el día de hoy (viernes), o hasta que se vayan los soldados”. La “operación de castigo” de Kiev, como fue denominada por el Kremlin, dejó Slaviansk aislada del mundo, con todos los accesos por carretera bloqueados. La anormalidad del tráfico era bien patente incluso a un centenar de kilómetros, en la salida norte de Donetsk, donde patrullas de policías apoyados por fuerzas especiales paraban a todos los vehículos para inquirir el destino y advertían del “estado de guerra” de Slaviansk. Quince kilómetros más arriba, el aparente control de las autoridades estatales se desvanecía a favor de milicianos de la autoproclamada República de Donetsk, todos ellos fuertemente armados, con pasamontañas y a cubierto tras los parapetos de sacos terreros que cada cierto trecho salpican la vía. La bandera del mando rebelde ondeaba a su antojo durante el resto del recorrido hacia el norte.
Tras Slaviansk, otros bastiones rebeldes descontaban este viernes las horas para recibir el golpe de Kiev
Slaviansk no fue la única ciudad donde se registraron incidentes. En Odessa, un enfrentamiento entre activistas proucranios y prorrusos dejó una víctima mortal, mientras que a 15 kilómetros de Donetsk, los rebeldes tomaron la estación de tren de Yasinuvata, cortando las comunicaciones con el norte y, de paso, el último cordón umbilical de Slaviansk con el mundo. Kramatorsk, teórico objetivo conjunto de la operación militar, también quedó aislado por tren al interrumpirse la línea que conecta Donetsk y la aglomeración urbana e industrial de Slaviansk, a la que pertenece.
Tras Slaviansk, otros bastiones rebeldes descontaban este viernes las horas para recibir el golpe de Kiev. En Gorlovka, importante centro minero y de la industria química que con 270.000 habitantes dobla en población a Slaviansk, los activistas de las Milicias Populares de Donbas, el grupo que controla toda la ciudad, hacían una nerviosa demostración de fuerza. En trajes de campaña sin distintivos, embozados casi hasta la ceguera, los milicianos redoblaron el control sobre el ayuntamiento y la comisaría central de policía, ocupados el miércoles y semiocultos tras montañas de neumáticos y alambradas. “Todos los muchachos son de Gorlovka, aquí no hay ningún ruso”, explicaba ante la alcaldía Alexander Boroviov, uno de los civiles de guardia. “Van armados con AKSU (variante corta de Kaláshnikov) viejos, pero nadie sabe de dónde los han sacado y nadie pregunta”, añadía. Otro ‘defensor’ civil, Vladímir Druslukov, apuntaba la posibilidad de que hubieran podido ser requisados “a la policía” durante el asalto a la comisaría, como en otros puntos del Este.
Ambos daban por seguro un asalto del Ejército de Kiev “en cuestión de horas”. “Está todo preparado. Los habitantes de Gorlovka, los civiles, se interpondrán entre el edificio y los soldados a modo de escudo humano. Dentro hay mucha gente lista para repeler la agresión si esa barrera humana falla o los soldados disparan contra ellos”, contaba Boroviov. Imposible averiguar la cifra de milicianos listos para el combate. “Es un secreto”, zanja Boroviov. El uso por parte de los rebeldes de Slaviansk de lanzamisiles para abatir los dos helicópteros reforzó la tesis de Kiev relativa al apoyo financiero y logístico y la implicación militar de Moscú en el desafío separatista. El Kremlin, por su parte, acusó a Kiev de atacar indiscriminadamente a la población civil y de usar “mercenarios” en su avance contra Slaviansk.
A ocho días del referéndum federalista convocado por la República de Donetsk —ilegal para el Gobierno de Kiev, a su vez embarcado en la preparación de unos comicios cuya viabilidad puso el miércoles en entredicho el propio presidente interino, Alexandr Turchínov—, el pulso entre Kiev y el Este se redobla. Pero sobre el terreno y ante las urnas, los rebeldes parecen llevar aún la delantera.
La Iglesia se queda sin clientela
En la ciudad rebelde de Jartzysk, donde los cabecillas de la autoproclamada República de Donetsk aseguran contar con el apoyo de entre el 70% y el 80% de la población (60.000 habitantes), al alzamiento contra Kiev le ha salido un aliado de negro. El padre Vasily, que pertenece al patriarcado de Moscú, deslegitima a todos cuantos empuñan las armas para enfrentarse a sus 'hermanos'. Pero a media charla, mientras asiste a una colorista ceremonia cívico-patriótica en honor del poeta Taras Shevchenko, el pope, que ronda los 40 y luce una cruz de madera cuyo peso le vence visiblemente el cuello, desliza sus verdaderas apetencias: "Aunque soy ucranio, igual que mis padres, estoy a favor de la unión total de Rusia, Bielorrusia y Ucrania". ¿Del este de Ucrania, querrá decir? "No, no, de toda Ucrania, el país entero, junto con Rusia y Bielorrusia. No apoyo la división (de Ucrania)".
El pope se queja de haber perdido clientela desde que estallara la revolución del Maidán que en febrero desalojó del poder al presidente Víctor Yanukóvich y, por extensión, precipitó la rebelión en el Este. "Ahora los parroquianos están movilizados políticamente. Pero cuando reparen en que todas las revoluciones son un castigo divino por los pecados cometidos, volverán a la iglesia". Para entonces, confía, Ucrania entera se habrá fundido en el mapa con la madre Rusia y la antigua Rusia Blanca, Bielorrusia.
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