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Europa quiere ocuparse de los jóvenes

El Instituto Berggruen lanza en París un debate para sacar a la UE de la división y del paro Hollande presenta hoy un programa de empleo juvenil

Desde la izquierda, Felipe González, Werner Hoyer, Ursula von der Leyen, Guy Verhofstadt, Jacques Delors, Nouriel Rubini, Christine Ockrent, Nicolas Berggruen y Juan Luis Cebrián.
Desde la izquierda, Felipe González, Werner Hoyer, Ursula von der Leyen, Guy Verhofstadt, Jacques Delors, Nouriel Rubini, Christine Ockrent, Nicolas Berggruen y Juan Luis Cebrián.Leo Paul RIDET

Falta un año para las elecciones europeas, y la Unión no cesa de emitir señales de alarma. Un total de 26,5 millones de parados (seis millones de los cuales son jóvenes); Alemania volcada en sus comicios nacionales de septiembre; Francia más ocupada en lamerse las heridas que en sumar voluntades; el sur cada vez más machacado por la recesión y los recortes, y los partidos populistas y eurófobos ganando cada vez más terreno. La buena noticia es que, después de muchos meses de negación de la realidad —el bienestar hace aguas por todas partes—, algo empieza a moverse en Bruselas y las grandes capitales. El Instituto Berggruen para la Gobernanza convocó el lunes en París, dentro del foro Consejo por el futuro de Europa, a políticos, economistas, editores y directores de periódicos, banqueros, analistas y estudiantes para debatir ideas que saquen a Europa de la parálisis, la división, la falta de legitimidad democrática y el desempleo.

Las primeras medidas auspiciadas por el foro, bautizadas como New Deal para Europa, serán presentadas este martes por el presidente francés François Hollande en el Instituto de Estudios Políticos-Sciences Po. Una metáfora de que Europa empieza a mirar, por fin, hacia sus jóvenes. El Nuevo Pacto incluye tres inyecciones de dinero fresco y algunas ideas. Por un lado, desbloquea el aumento de capital de 10.000 millones de euros al Banco Europeo de Inversiones (BEI), lo que en teoría permitirá a la entidad prestar barato —en torno al 1,75%, según avanzó su presidente, Werner Hoyer—, unos 60.000 millones de euros en dos años, que irán a las PYMEs y a financiar infraestructuras. Además, 16.000 millones de fondos estructurales, sin usar por falta de imaginación desde hace 18 meses, serán destinados al empleo juvenil, la innovación y la educación. Gracias a ellos, según las previsiones de la Comisión, 55.000 pymes y 780.000 jóvenes recibirán ayudas.

“No es una crisis económica, es política”, aseguró el belga Verhofstadt

Finalmente, un crédito europeo de 6.000 millones de euros será repartido hasta 2020 entre los Veintiocho (o quizá más) socios europeos, en colaboración con el sector privado, para mejorar la capacitación de quienes busquen su primer empleo: en el 25º aniversario del programa Erasmus, la UE quiere trasladar el concepto a los no universitarios, sobre todo en el deprimido sur, donde las cifras de paro juvenil superan —y a veces más que duplican— el 25%.

Hoyer, un alemán liberal-demócrata nada complaciente con sus socios conservadores, criticó tanto el New Deal, por su “modesta escala y su lentitud”, como el principio general. “El BEI es el banco más sobrevalorado del mundo”, disparó. “Ante la tragedia de seis millones de jóvenes parados hay que actuar deprisa. No se puede minimizar el riesgo del proyecto europeo. Si se anuncia una inversión de 10.000 millones, da la impresión de que no hay dinero. Y un plan a siete años no soluciona nada”.

“Es posible cambiar, debemos invertir en capital humano”, dijo Berggruen
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La idea es liberalismo alemán en estado puro: tras estrangular al sur con la austeridad, Berlín quiere promover ahora “un mercado laboral europeo más moderno y competitivo”, con “mucha más movilidad entre países y en las zonas fronterizas”, y para ello aportará al acervo común su modelo nacional de “aprendizaje vocacional”, que, según explicó la ministra federal de Trabajo, Ursula von der Leyen, es un éxito en su país. “Ofrecemos el aprendizaje de 340 oficios en formación dual; los jóvenes hacen prácticas en empresas y reciben clases teóricas en centros públicos. Así pueden trabajar en lo que les gusta y en lo que demanda el mercado”.

Como no hay solidaridad —o cooperación— alemana sin cesión de soberanía, ni paraíso terrenal sin reformas estructurales, las contrapartidas del New Deal prometen revolucionar el modelo social europeo: la letra pequeña recomienda reformar y modernizar los mercados laborales, el sistema educativo, la FP e incluso el subsidio de desempleo. “La filosofía”, concluyó la ministra de Angela Merkel, “debe ser que lo que se dedica al desempleo se utilice a favor del empleo”.

La primera jornada del foro dejó claras un par de cosas. Una: la mentalidad alemana —el acreedor manda sobre el deudor y la competitividad nos salvará— impregna cada vez más los discursos. Y dos: los editores de prensa, los banqueros y los políticos —incluso algunos alemanes: “No somos perfectos”, admitió Von der Leyen— empiezan a captar el clamor de una ciudadanía desesperada por el paro y los recortes, pero también por la falta de liderazgo en la UE, por el déficit democrático de sus instituciones, por la creciente deriva intergubernamental y por la ausencia de una política exterior digna de ese nombre.

En el debate periodistas-políticos, tres ilustres europeístas, Jacques Delors, Felipe González y el belga Guy Verhofstadt, asumieron los errores cometidos en la construcción europea y la implantación del euro. Los dos primeros expresaron su miedo a que el pacto sea insuficiente y llegue “demasiado tarde”, como apuntó el director del EL PAÍS, Javier Moreno, y su temor a que en las elecciones europeas de 2014 asome mucho más descontento que esperanza. “No es una crisis económica, es política: el problema es que tenemos poca Europa”, clamó Verhofstadt. “Todo el mundo sabe que una moneda sin Estado no funciona. Nos falta todo por hacer. Pero los ciudadanos no son tontos y saben que solo saldremos de esta con más Europa”.

González recordó que “el tratado de la unión monetaria se llamaba también de la unión económica”, y criticó a Alemania por bloquear y retrasar la unión bancaria y por reducir al mínimo el papel de la Comisión. Y Delors coincidió en el diagnóstico sobre “la marginación de la Comisión”, sin dar nombres, y lanzó un reto a su protegido, François Hollande: “Queridos franceses, dejemos de pensar que, como decía Kohl, Europa tiene que ser la Gran Francia. Tenemos derechos, pero también deberes”. Y advirtió: “El problema no es Europa, sino las políticas de los Gobiernos”.

Cerró la sesión Nicolas Berggruen, un inversor internacional con una destacada participación en PRISA, grupo editor de EL PAÍS, que sintetizó así la jornada: “Es posible cambiar, debemos invertir en capital humano, el euro solo funcionará con más cesiones de soberanía, con más democracia y más debate europeo. Y necesitamos personalidades emergentes”.

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