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El Ejército israelí golpea a la población civil de la franja de Gaza

Barcos de guerra israelíes bombardean Gaza desde el mar Londres advierte que una ofensiva terrestre debilitaría el apoyo internacional a Israel Las fuerzas israelíes golpean la sede de varios medios de comunicación en Gaza

Ana Carbajosa
Hombres palestinos sostienen los cadáveres de dos niños, durante su funeral en Gaza.
Hombres palestinos sostienen los cadáveres de dos niños, durante su funeral en Gaza.ALI ALI (EFE)

La destrucción avanza a paso de gigante sobre la franja de Gaza y a golpe de misil del Ejército israelí. Las noticias sobre un posible alto el fuego mediado por los egipcios cobran cierta intensidad, pero no acaban de cuajar. Este domingo, quinto día de la operación Pilar Defensivo, ha sido especialmente sangriento. Los niños se han llevado la peor parte. Hasta diez han muerto por los bombardeos; cuatro de ellos eran miembros de una misma familia. Son, según datos de France Press, parte de los al menos 31 palestinos, muchos de ellos civiles, que han muerto solamente este domingo por las bombas, que de momento no dan tregua, y que mantienen aterrorizada a la población en Gaza.

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Mientras, los cohetes palestinos han vuelto a sobrevolar la frontera que separa Israel de este territorio palestino, en dirección a Tel Aviv. Ahora despegan desde casi cualquier lugar de la Franja causando un enorme estruendo. Desde detrás de un hotel, al lado de un edificio de viviendas… Las próximas horas se perfilan decisivas.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, advirtió al Gabinete de ministros que está listo para “ampliar la operación”. No ofreció mucho más detalles, pero la posibilidad de una invasión terrestre cobra fuerza con el paso de las horas. A media tarde, se podía ver a nubes de soldados merodeando por el sur de Israel. Era además constante el trasiego de tanques subidos a camiones. El sonido de las sirenas cada vez que sale disparado un cohete palestino y que marca el inicio de las carreras a los refugios, completan un paisaje que cada vez se parece más al de un país en guerra.

El ministro de Exteriores británico, William Hague, ha alertado entre otros del peligro de una operación terrestre y de las dificultades que supondría para parte de la comunidad internacional apoyar una invasión, que previsiblemente se cobraría numerosas víctimas civiles. Incluso el presidente estadounidense, Barack Obama, volvió a expresar su apoyo a Israel, pero también consideró “preferible” evitar la entrada de los tanques.

La aviación israelí alcanza un centro de prensa en GazaFoto: overonaelpais

Las noticias sobre una posible incursión terrestre hacen que los vecinos del norte de la Franja huyan despavoridos. Las calles de Beit Hanún y de Beit Lahia, al norte del territorio, ofrecían el domingo una imagen fantasmal. No había ni un alma. Era como si hubiera caído una bomba, pero esta vez nuclear.

Un poco más al sur, a las afueras de la ciudad de Gaza, ha sido donde la aviación israelí ha destrozado la casa de Mohamed Dalu, un supuesto miembro del movimiento islamista Hamás, el que gobierna en Gaza y a cuyos líderes apenas se escucha estos días. Nueve miembros de su familia murieron junto a él, entre ellos cuatro niños.

Las fuerzas armadas israelíes cifraron en medio centenar el número de objetivos alcanzados el domingo. Entre ellos “puestos subterráneos de lanzamiento de misiles y túneles con fines terroristas”. En total, al menos 72 palestinos y tres israelíes han muerto desde el miércoles, cuando el asesinato selectivo del jefe militar de Hamás dinamitó el precario alto el fuego que Israel y los islamistas palestinos habían mantenido en los últimos meses. Hay también más de 500 heridos, según fuentes hospitalarias palestinas.

El jefe del estado mayor israelí, Benny Gantz, había ordenado el domingo intensificar los bombardeos sobre la Franja, en medio de rumores sobre la inminencia de un posible alto el fuego mediado por Egipto. Los hechos sobre el terreno contradicen —al menos de momento— las filtraciones procedentes de El Cairo. Lo que ocurrió en Gaza la noche del sábado al domingo, cuando mayor intensidad cobraron los rumores, fue sin duda lo menos parecido a una tregua. El Ejército israelí atacó sin freno por mar y aire. A los bombazos de los F-16 le acompañaron los bombardeos de la marina israelí sobre la costa de Gaza. Primero se escuchaban tres o cuatro disparos seguidos. Después, transcurridos unos segundos de máxima tensión, llegaba el impacto que hacía temblar la costa. El ministro israelí de Exteriores, Avigdor Lieberman, afirmó más tarde en una rueda de prensa tras reunirse con su homólogo francés, Laurent Fabius, que la primera condición para cualquier acuerdo de alto al fuego es el completo cese de los ataques con cohetes contra Israel.

Soldados israelíes desplazados a unos kilómetros de la frontera con la franja de Gaza esperan la orden de una posible operación terrestre.
Soldados israelíes desplazados a unos kilómetros de la frontera con la franja de Gaza esperan la orden de una posible operación terrestre.JACK GUEZ (AFP)

Los ataques han paralizado la vida de una franja archiacostumbrada a todo tipo de ataques. Las escuelas están cerradas. La gente no acude a trabajar. Siguen al minuto las explosiones, mientras tratan de confirmar que los suyos están bien. Hay quienes el miedo o quizá la precaución les impide salir de casa. Otros se encierran en sótanos, a falta de refugios como los de los israelíes. Los hay que se atreven a salir durante el día. pero que cuando cae la noche ni se les ocurre pisar la calle. Viven a la espera de saber quién se impondrá en las próximas horas, si los tanques o las artes diplomáticas egipcias.

Golpe a los medios de comunicación

La noche del sábado al domingo y la madrugada fueron especialmente violentas en Gaza. Los bombardeos tuvieron, además, dos objetivos inéditos. La aviación israelí atacó sendas oficinas de medios de comunicación locales y extranjeros. Los ataques causaron heridas a ocho periodistas y suscitaron la condena de organizaciones profesionales.

Los habitantes de Gaza siguen con atención las informaciones que emiten las televisiones y radios locales sobre el conflicto. Cuando cae un misil, a los pocos minutos ya hay un equipo de periodistas palestinos recogiendo el testimonio de los supervivientes.

El primer bombardeo a las sedes de los medios se produjo en medio de la noche contra el piso 11 del edificio Al Shawa, en la ciudad de Gaza. Allí trabajan, entre otros, la agencia palestina de noticias Maan, la cadena alemana ARD y la televisión Al Quds. A uno de los reporteros de esta cadena le han tenido que amputar una pierna a consecuencia de las heridas.

El segundo ataque se produjo a primera hora de la mañana en el edificio Al Shuruq, sede de la televisión Al Aqsa del movimiento islamista Hamás, al frente del gobierno de la Franja. Sam Kiley, reportero de Sky News, una cadena británica que como otras occidentales, comparte edificio con los palestinos cuenta cómo fue el ataque: “Eran las 6.45 de la mañana. Estábamos durmiendo cuando un misil impactó contra el piso de encima del nuestro. Hubo un fogonazo de luz tremendo. Las ventanas estallaron y los cristales cayeron al suelo”, explica dos horas después del ataque.

El Ejército israelí aseguró que tan solo dispararon “contra la antena, el resto del edificio no fue alcanzado”, según dejaron escrito los militares en su cuenta de Twitter, que estos días actualizan constantemente para ofrecer su versión de los hechos. En un comunicado indicaron que los objetivos habían sido identificados tras meses de información obtenida a través del espionaje.

El director de Reporteros sin Fronteras, Christophe Deloire, consideró que “los ataques constituyen una obstrucción a la libertad de información. Recordamos a las autoridades israelíes que los medios disponen según el derecho humanitario de la misma protección que los civiles, y que no pueden ser considerados objetivos militares”.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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