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“No vuelvo a mi casa hasta que controlen esa grieta en la pared”

Sant' Agostino, un pueblo de frutales y chimeneas industriales que nunca se apagan, en provincia de Ferrara, la localidad más afectada por el seísmo ocurrido en el norte de Italia

Un miembro de los equipos de rescate frente al Ayuntamiento de Sant'Agostino.
Un miembro de los equipos de rescate frente al Ayuntamiento de Sant'Agostino.GIUSEPPE CACACE (AFP)

Fueron 20 segundos. Lo que duró el terremoto de 5,9 grados de magnitud en la escala de Richter que sacudió a las cuatro de la madrugada del domingo la región de Emilia-Romaña (norte de Italia).  Siete personas murieron y medio centenar resultaron heridas, ninguna de gravedad. El temblor tuvo su epicentro 36 kilómetros al norte de la capital regional, Bolonia, entre las provincias de Módena y Ferrara, en una zona poco poblada, de cultivos y naves industriales.

El País

Esta tarde llovía sobre Sant' Agostino, un pueblo de frutales y chimeneas industriales que nunca se apagan, en provincia de Ferrara, la localidad más afectada por el seísmo. La tierra, como en toda la zona, no paraba de temblar durante el domingo después del seísmo de la madrugada. A las 15.18, un temblor de magnitud 5,1 grados en la escala Richter asustó a sus habitantes, que volvieron a dejar sus casas y a reunirse en corros a lo largo de las calles principales. Capuchas, paraguas y dientes que tiritaban por el viento frío o por el susto, ojos impotentes asistían al derrumbe parcial y lento del edificio rosado que acoge el Ayuntamiento. A las 19.40, se sintió una nueva sacudida.

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“Una evolución sísmica normal”, comenta Stefano Gresta, presidente del Instituto Nacional de Geofísica y vulcanología italiano (INGV), que desde Roma coordinó la información y los datos sobre el enésimo terremoto que sufre el país. La sacudida principal, la de las 4.04 de la madrugada, fue precedida por otros dos movimientos sísmicos y luego continuó con varias decenas de temblores. Cuando la tierra se fractura, genera una sacudida principal y otras que comúnmente se llaman de asentamiento. “No podemos descartar que siga durante varios días”, comenta recordando que en el norte de Italia fenómenos sísmicos no son infrecuentes, pero “el último tan potente fue en 1570”.

Los vecinos tenían miedo a quedarse en casa. Velentina Lazzari, de 28 años, abría los ojos como platos: “Me despertó un zumbido extraño, como si un tren estuviera pasando a toda velocidad bajo mi cama. Luego, un temblor de una veintena de segundos. Una sensación horrible. No tenía ni idea de cómo actuar”. Muchos decidieron dormir en los coches o alejarse de la zona. “Ya no vamos a entrar más. Acabo de llamar a los bomberos y no vuelvo dentro hasta que no me controlen esa grieta en la pared”, exclamaba Clara Bonfà, de 55 años, frente a la puerta de su casa: una bonita factoría de ladrillo visto, junto a campos de cerezas y trigo. Unas 3.000 personas ya sabían, en la tarde de hoy, que pasarían la noche en hoteles.

Cuatro de las siete víctimas eran obreros, sorprendidos por el terremoto. El techo se les vino encima. Nicola Cavicchi, 35 años, tenía que irse a la playa este domingo. Finalmente, decidió sustituir a un colega enfermo en la fábrica Cerámicas Sant' Agostino. Murió aplastado a las cuatro de la madrugada. Su compañero Leonardo Ansaloni, 51 años, estaba en su puesto, en el departamento de cocción, y también murió bajo lo que ahora es un enredo de láminas blancas, ladrillos, cajas de baldosas listas para ser comercializadas y pilares de metal azul.

Gerardo Cesaro no llegaba a los 60 años y era obrero en una fundición de aluminio en Dosso, un barrio de Sant' Agostino. Cuando la tierra empezó a temblar fuerte, sus compañeros tuvieron el tiempo de salir, pero él estaba concentrado en la limpieza de un horno que no debía apagarse. A Tarik Nauc, trabajador de origen marroquí que tenía 29 años, lo mató una viga en un establecimiento de Bondeno, otra localidad de la provincia. Le faltaba una hora para terminar el turno. La Fiscalía abrió una investigación para entender por qué plantas de apenas 20 años se han hundido como juguetes aplastados por un niño travieso.

Otras dos víctimas son una mujer de más de 100 años y una octogenaria que había sido hospitalizada tras el terremoto principal. La séptima víctima era una mujer alemana, Gabi Ehsemann, de 37 años, que se encontraba en Italia por motivos de trabajo y sufrió un percance provocado por el pavor.

El terremoto provocó “ingentes y difusos daños a bienes culturales, estructuras públicas, ayuntamientos y viviendas”, según el Jefe de la Protección Civil, Franco Gabrielli, que se desplazó a la zona desde Roma. En Finale Emilia se desplomó la torre del reloj. Muchas iglesias resultaron dañadas, como la de San Felice sul Panaro, en Módena, que perdió el histórico campanario. Secundando las recomendaciones de Gabrielli, como en muchas iglesias de la zona, en la puerta de madera de la de Sant' Agostino, bien cerrada, colgaba un gran cartel: “La Santa Misa se va a celebrar en la sala parroquial aquí al lado”.

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