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EL FUTURO DE EUROPA

Francia exigirá a Merkel el final del “duopolio francoalemán”

Hollande toma hoy posesión, nombra al primer ministro y viaja a Berlín antes de formar Gobierno

Activistas con máscaras de François Hollande y Angela Merkel fingen un matrimonio en Berlín.
Activistas con máscaras de François Hollande y Angela Merkel fingen un matrimonio en Berlín.JOHN MACDOUGALL (AFP)

Llegó la hora de la verdad. Se acabó la campaña en verso y la transición ritual. Es el momento de gobernar en prosa, y a toda velocidad. François Hollande, el segundo presidente socialista de la Francia posterior a la II Guerra Mundial, tomará posesión de su cargo este martes en el Elíseo, luego saludará al pueblo desde el balcón del Ayuntamiento de París, dará a conocer el nombre de su primer ministro (todas las quinielas señalan como favorito al germanófilo alcalde de Nantes, Jean-Marc Ayrault), y por la tarde viajará a Berlín para celebrar su primera reunión (una cena de trabajo) con la canciller Angela Merkel. Su gran objetivo, aparte de añadir el ya famoso apéndice sobre el crecimiento al pacto de disciplina fiscal, será convencer a una canciller cada vez más aislada de que Alemania y Francia no pueden decidir solas el destino de los 500 millones de europeos.

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El pensamiento de Hollande ante su primera entrevista con Merkel aparece con toda nitidez en una entrevista concedida hace unos días a la página web Slate.fr., la única sobre temas internacionales que ha dado hasta ahora. En ella, afirma: “No habrá ninguna secuela con la canciller Merkel. Creo tanto en el motor francoalemán cuanto recuso la idea de un duopolio. La construcción europea reposa sobre una relación Francia-Alemania equilibrada y respetuosa. Las parejas Schmidt-Giscard, Kohl-Mitterrand, e incluso Chirac-Schröder demostraron que las diferencias políticas no impiden el trabajo común. Pero estos dirigentes intentaban conjugar la marcha intergubernamental con el proceso comunitario, era la mejor forma de evitar que nuestros socios se sintieran descartados, o peor aun sometidos. Este equilibrio se ha roto en los últimos años. La relación franco-alemana ha sido excluyente. Las autoridades europeas han sido despreciadas, y algunos países, sobre todo los más frágiles, han tenido la desagradable impresión de estar frente a un directorio”.

Merkel ya sabe lo que le espera mañana. El inteligente rejón de muerte a la pareja Merkozy del nuevo presidente francés va acompañado de un detallado credo europeísta, y de las razones que explican por qué el estímulo de la economía es crucial si Alemania quiere superar el difícil momento político que vive Europa. “Si no reestablecemos la confianza entre los pueblos y la Unión Europea, asistiremos a un aumento de los populismos que acabará por trabar el proyecto europeo y un día acabará también con la zona euro. Hace falta un vuelco que fije nuevas perspectivas, abrir nuevas obras, proteger a los ciudadanos”.

Hollande cuenta también con la más que probable negativa de Merkel a tocar el tratado de austeridad. Su argumento será que, en las actuales circunstancias de eurorecelo, paro y crisis, “cualquier tratado institucional será muy difícil de ratificar si antes no se restablece la confianza de los ciudadanos en la Unión”. Y, al contrario, “un tratado sobre el crecimiento, el empleo y la energía podría movilizar a las opiniones públicas”. Además, Hollande ofrecerá a Merkel, como anunció en la campaña, un nuevo tratado bilateral a firmar el año próximo para conmemorar el 50 aniversario del tratado del Elíseo, y basado sobre todo en aspectos educativos, universitarios y culturales. Y la oferta parece difícilmente rechazable en el año en que Merkel debe jugarse la reelección”.

Hollande se ha preparado con rigor de opositor para lidiar las prevenciones que han generado sus ideas. Así, además de mandar un mensaje directo a David Cameron, primer ministro británico para que si no colabora, al menos no estorbe (“Europa no es un cajón y todavía menos un self service”), Hollande deja en esa entrevista-programa algunas frases que probablemente le dirá a Merkel en cuanto se vean: “La palabra crecimiento figura en el tratado presupuestario, pero sin contenido ni aplicación concreta. Si no emprendemos una actividad económica complementaria, será difícil o imposible reducir el déficit y controlar la deuda. En España, en Portugal, en Holanda, en Italia, todos admiten ya que solo con la austeridad no podremos equilibrar las cuentas públicas”.

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Cuando se le ve de cerca, el sucesor de Nicolas Sarkozy destila tanta tranquilidad que se diría que no es consciente de que se ha erigido en la esperanza de millones de ciudadanos para cambiar el rumbo de Europa. El lunes compartió un aperitivo con los periodistas que han seguido su campaña (el Hollande Tour, lo llama él) en el cuartel general de los socialistas, y no había en él la menor sombra de inquietud. “Mañana cambiamos de inmueble”, señaló para empezar con su habitual ironía.

Después, durante media hora, no paró de gastar bromas con ese raro sentido del humor que le permite reírse de los demás mientras se ríe a la vez de sí mismo. Y dejó esta perla, a medias para la prensa y a medias para su antecesor: “Sé que no tendréis piedad ni indulgencia, que no debo esperar nada de vosotros. Y no espero nada. La campaña es un hábitat protector, pero ahora eso se ha acabado. Normalmente los presidentes son juzgados al final de su mandato, pero otras veces lo son al principio. Nosotros vamos a tener un inicio interesante viajando por el mundo”. Abróchense los cinturones.

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