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Coordinado por Lola Huete Machado
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En los nombres del padre

Progenitores de libro: efímeros, intermitentes, desaparecidos, luminosos, amados e inolvidables

Obra 'Sin título' del artista marroquí Mahi Binebine.
Obra 'Sin título' del artista marroquí Mahi Binebine.

Todo padre lleva muchos padres dentro. Descubrirlos puede llevar una vida entera. De hecho, algunos de ellos se quedan para siempre sin emerger. A veces, se necesita tiempo y experiencias compartidas para llegar a comprender y amar a aquel a quien llamamos padre. En ocasiones es un camino difícil, duro, lleno de pasos hacia atrás y de dudas. Otras, en cambio, es una travesía con sus aristas, pero llevadera. Puede ocurrir que ese ser sea un completo extraño… o todo lo contrario, por supuesto. Padres hay efímeros, intermitentes, desaparecidos, luminosos, amados e inolvidables, por mencionar solo algunos.

Dentro de los libros caben todos y muchos más.

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Abundan y, a veces, estremecen. Imposible no mencionar al criminal padre de Mohamed Chukri descrito en El pan a secas (Cabaret Voltaire, 2012) capaz de asesinar a su propio hijo. Sin ápice de amor. O el padre rígido de Yasmina Khadra del que habla en su autobiográfica El escritor (Alianza, 2001) quien le matriculó siendo niño en una escuela para convertirle en soldado y después abandonarle junto al resto de su familia.

En ocasiones son la figura ausente que, paradojas, puede llegar a estar más presente que nunca. En Los pescadores (Siruela, 2016) de Chigozie Obioma, algunos críticos han otorgado a la figura del padre de los cinco hermanos protagonistas un significado que excede del marco familiar, en el sentido de que puede llegar a representar, en ese juego que es el de tratar de interpretar los libros, el vacío de un líder carismático y fuerte que guíe a su país, Nigeria.

Padres de papel que surgen desde la imaginación o desde el recuerdo. Pudiendo ser la encarnación más fiel posible de aquel que brota de las evocaciones del pasado, o una relaboración, más o menos consciente, completada con mucho aderezo posterior. Así, surgen ante nosotros personajes tan reales como nosotros queramos que sean, como ocurre con Yo, bufón del rey (Alfaguara, 2018) del marroquí Mahi Binebine que tiene como fondo esa necesidad de comprender la figura paterna y sus acciones e inacciones.

Binebine tuvo un padre peculiar. Un hombre que fue bufón del rey Hassan II. Pero, además, un ser que idolatró a dicho rey y le fue fiel y le amó llegando incluso a renegar de uno de sus hijos porque había participado en un atentado contra el monarca. El escritor, esto lo ha confesado en varias entrevistas, estuvo mucho tiempo sin hablar con él, incapaz de entenderle. Para intentarlo escribió esta novela, como válvula de escape de dichos sentimientos, como manera de tratar de explicarle. Una forma de reconciliación.

Binebine tuvo un padre peculiar. Un hombre que fue bufón del rey Hassan II

Hoy, la figura paterna también nos llega en formato digital. Entrañable de igual manera, como Ngirane Faye, el anciano de El libro de los secretos (Almuzara y 2709books) de Boubacar Boris Diop que, tras haber enterrado al hijo, escribe cuadernos a un nieto que casi seguro no volverá a ver para que aquel recuerde y mantenga vivo su mundo. Son padres que guardan dentro palabras que nunca llegan a pronunciar, secretos que se quedan sin salir, mientras completan páginas que intentan contar.

Quizás todo para intentar llegar a un punto y tratar de encontrarse.

La obra entera de Hisham Matar gira en torno al padre ausente

Esencial ese movimiento, ese trazar un camino de entendimiento mutuo que se va construyendo poco a poco. Hacia un sentido; por el que andan los hijos e hijas que buscan a sus padres. Tal como ocurre conLos pies sucios (Baile del sol, 2012) del togolés  Edem Awumey y  The Devil that Danced on the Water, de Aminatta Forna, pero sobre todo con Hisham Matar. Él es de los pocos nombres de escritores cuya obra entera gira en torno al padre ausente; en su caso un líder disidente libio desaparecido durante el régimen de Gadafi. Y, también, por el sentido contrario; padres en busca de sus hijos, como lo demuestra Ahl, que regresa a Somalia desde Estados Unidos tras los pasos de su hijastro adolescente, reclutado por un imán en una mezquita de Minnesota para formar parte de los mártires suicidas de Al Shabab en Huesos cruzados (Siruela,2017) de Nuruddin Farah.

La paternidad y la plasmación de lo que supone la figura del padre dentro de los textos literarios, en la mayoría de las veces, se llena de grises. Sin poder evitar, en otras ocasiones, caer en la idealización o en la descripción más oscura, conteniendo desde figuras paternas terribles, como las mencionadas al principio, hasta otras que evocan y muestran lo mejor.

Como Mahmud, uno de los protagonistas de El siglo de las langostas (Txalaparta, 2002) de la argelina Malika Mokeddem, quien tras el horrible destino de su mujer, violada y asesinada, jura vengarla. Nómada sin remedio, trata de devolver el habla a su hija que se ha cobijado, después de ser testigo de lo anterior, en el mutismo. Es Mahmudquien no se rinde. Es Mahmud quien sigue adelante sobre todo por ella. Es Mahmud quien, día a día, habla a su hija de mundos llenos de poesía, le enseña a escribir, trazando un futuro en el que Yasmina podrá ser realmente libre, en toda su extensión, y dueña de sus actos.

Padres valientes, honestos, luchadores y soñadores. Con todos sus defectos pero padres que, ante todo, aman. Y a los que, a veces, también a través de los libros reconocemos y con los que nos reencontramos.

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