Cazamachistas
No debemos juzgar a un político por su vida privada, pero sí indagar cuando sospechemos que una relación privada puede influir en una acción pública
El pasatiempo intelectual de moda es cazar machistas. Cada semana, alguna figura del mundo de la política o la cultura es presa de un ataque colectivo por sus declaraciones sexistas.
A veces, la razia mediática está justificada. Pero, en general, los cazamachistas hacen un flaco favor tanto a la lucha por la igualdad de género como a la democracia.
Al abusar de un término, éste pierde sentido. Si todo es machismo, entonces nada es machismo, pues no hay manera de distinguir entre las expresiones, y sobre todo las conductas, agresivas con las mujeres de las que no lo son.
Por ejemplo, la puya de Rafael Hernando a Pablo Iglesias —“no seré yo quien diga que la señora Montero estuvo mejor que usted, porque no sé qué puedo provocar en la relación”— se puede criticar por inapropiada o insidiosa. Pero no es machista porque el sexo de las personas no altera el producto. Si alguien le dijera a Ada Colau que su marido estuvo mejor que ella en una intervención pública, y que eso podría afectar a su relación de pareja, también sería tildado de machista.
Porque, en España, cualquier mención a una relación afectiva en política es etiquetada como machista. Ciertamente, no debemos juzgar a un político por su vida privada, pero sí indagar cuando sospechemos que una relación privada puede influir en una acción pública.
El miedo a ser acusados de machismo no puede ser un freno para denunciar el nepotismo. Y, como revela la oleada de casos de corrupción y abuso de la cosa pública, el nepotismo está todavía muy arraigado en nuestro país. Cónyuges, hijos, hermanos o amigos del alma aparecen a menudo en puestos de responsabilidad pública que eran conocidos por todo el mundo, pero no fueron investigados.
Es en esos nombramientos y demás decisiones políticas, y no en las declaraciones de los políticos, donde debemos poner la lupa para detectar instancias de nepotismo o de machismo. Gastamos una gran energía en identificar el sentido machista que se esconde detrás de unas palabras y olvidamos lo que dicen los hechos.
Seguramente porque, en el fondo, no nos interesa combatir el machismo, sino vendernos como los más antimachistas. @VictorLapuente
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