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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La segunda abstención

Un “no” de Sánchez en la moción de censura sería lo más coherente

El líder del PSOE, Pedro Sánchez.
El líder del PSOE, Pedro Sánchez.Claudio Álvarez

Tras las elecciones del 26-J del año pasado, el entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se vio en una difícil tesitura. Los socialistas, tras perder por segunda vez las generales, carecían, con solo 85 escaños, de capacidad para formar Gobierno.

La situación, recordemos, era complicadísima, pues no solo no se vislumbraba una mayoría alternativa a la que pudiera conformar Mariano Rajoy, sino que se situaba al país al borde de unas terceras elecciones, algo sin precedentes en la historia democrática europea y que hubiera abocado a España a una grave situación de crisis y desprestigio internacional.

En aquel momento, cualquier lectura racional del escenario político concluía en la inevitabilidad de que el PSOE se abstuviera en la investidura de Rajoy. Esa decisión no solo obedecía a la necesidad de no dañar el sistema democrático sino al propio interés del Partido Socialista, cuyas perspectivas electorales eran, a tenor de las encuestas, la de sufrir un nuevo castigo a manos de los electores. Así lo sostuvimos en su momento y así lo reafirmamos ahora a la luz de los acontecimientos posteriores.

Observamos actualmente que el otra vez secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, defiende, y por partida doble, tanto en la Comunidad de Madrid como en el Parlamento, que su partido se abstenga en las mociones de censura presentadas por Podemos. En su momento, Sánchez hizo de la abstención ante el PP una cuestión moral, dividiendo profundamente a su partido y generando una crisis interna que se saldó con su dimisión al no obtener el respaldo del comité federal a su plan de votar no a la investidura de Rajoy e ir a terceras elecciones. Posteriormente, enarbolando el eslogan del “no es no”, Sánchez dimitió, abandonó su escaño para no tener que abstenerse y concurrió y ganó las primarias de su partido prometiendo que nunca más los votos del PSOE servirían para dar el Gobierno a la derecha.

La aritmética parlamentaria no ha variado. Todos los grupos políticos tienen el mismo número de escaños que en octubre de 2016 y, por tanto, las combinaciones numéricas son las mismas. Como ha señalado Pedro Sánchez al justificar su abstención en la moción de censura, una abstención no significa apoyar al Gobierno del PP. Simplemente refleja el reconocimiento de que se carece de una alternativa viable a él.

Entonces como ahora, la alternativa a Rajoy implicaba alcanzar un pacto con un Podemos en absoluto fiable y unos independentistas cuyo fin es dinamitar la convivencia democrática tan duramente ganada por varias generaciones de españoles. Entonces la abstención era el camino lógico de quien reconoce que los Gobiernos se ganan en las urnas, no con operaciones artificiales con socios poco fiables. Ahora, en cambio, teniendo en cuenta que en una moción de censura constructiva lo que se vota es el programa de gobierno presentado por el candidato alternativo, estaría plenamente justificado que Pedro Sánchez ordenara a sus diputados votar no. Así trasladaría con más rotundidad su convencimiento de que el PSOE que dirige no considera que Pablo Iglesias sea el presidente de Gobierno que este país necesita y mostraría mayor coraje político. Recuerden: no es no.

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