Once gestos absurdamente masculinos (y lo que significan)
Abrazos con manotazos en la espalda, los pies encima de la mesa, sacudir las llaves… Para unos son conductas viriles; para otros, estereotipos machistas
Pocas interacciones humanas hay tan aparatosas como un abrazo entre dos amigos que hace tiempo que no se ven: esa forma de estrujarse el uno al otro y aporrearse mutuamente la espalda, ese sonoro forcejeo, más propio de una velada de lucha de la WWE, constituye una coreografía que raramente vemos en chicas, lo cual da a entender que para muchos hombres tiene algo de masculino.
Sin embargo, dado que no hay nada objetivamente viril en un abrazo (por efusivo que sea) como tampoco lo hay en pasearse por ahí sacudiendo las llaves del coche o sentarse con los pies encima de la mesa —las mujeres podrían hacer todo eso igual de bien si se lo propusieran; la cosa es que no se lo proponen—, nos hemos preguntado qué significan en realidad esos curiosos hábitos que pertenecen al campo de los estereotipos machistas y que igual habría que ir arrinconando.
Abrazarse dando fuertes palmetazos en la espalda
“Estás demostrando tu fuerza, tu cariño, que quieres mucho a la otra persona, que eres su amigo, pero que eres muy macho como para expresarlo de una forma más delicada”, indica Enrique García Huete, psicólogo clínico y profesor de Psicología en la Universidad Complutense y el CES Cardenal Cisneros (Madrid). Para Timanfaya Hernández, doctora en Psicología Clínica, directora de TH Psicología (Madrid) y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, “saludarse así te da una identidad masculina: si lo hace una mujer seguramente se enfrentará a comentarios despectivos de que ‘parece un macho’. Y a un hombre que no da la mano con fuerza se le dice ‘qué blandito eres’. Es una exigencia para el hombre, que tiene que mostrarse fuerte para no ser criticado. Son micromachismos, pequeños estereotipos que en un género se permiten y en el otro, no, y lo único que hacen es acentuar las diferencias entre géneros”.
Juguetear con las llaves en la mano
Un juego de llaves vale aproximadamente 1,25 euros en cualquier establecimiento del ramo. ¿Qué sentido tiene alardear de ellas ondeándolas mientras entramos en un bar o esperamos a nuestros hijos a la puerta del colegio? “Cuando lo hace un hombre joven quiere mostrar que tiene coche, un elemento discriminativo positivo”, opina García Huete. “En la etapa adulta tiene que ver más bien con estar nervioso, a no ser que el llavero sea de Mercedes, Lamborghini o Ferrari. En ese caso, su propietario quiere que sepamos qué coche tiene”, añade el especialista.
Sentarse con las piernas muy separadas
Uno no es un auténtico macho alfa si no se sienta despatarrado en el sofá o en el metro, bien cómodo y relajado. Quizá porque sabemos lo que un estudio de la Universidad de Arizona (EE UU) confirmó: que una postura relajada en mujeres se percibe como “informal”, mientras que en hombres se percibe como “dominante”. Por si fuera poco, un estudio de la Universidad de California (EE UU) sostiene que una pose expansiva aumenta las posibilidades de ligar. “Es un ejemplo de metacomunicación: signos que se dan que no tienen una relación directa con lo que estamos diciendo; conductas aprendidas que durante mucho tiempo han estado reforzadas y que tienen que ver con lo que alguien te está intentando transmitir, pero que no te puede decir de forma directa, en este caso virilidad”, opina Timanfaya Hernández.
Los pulgares en el bolsillo del vaquero
Es un clásico: los pulgares dentro del cinturón (o del bolsillo) los otros dedos apuntando a la zona genital. “Eso es exhibicionismo. Viene a decir: ‘Yo soy un señor y tengo aquí mi cosa”, asegura García Huete. Por lo general, esta pose a lo John Wayne suele ir acompañada de unas piernas que descansan simétricas y muy separadas. “Bien asentadas en lo que consideras tu territorio y tu dominio”, describe. Allan Pease, en su libro Body language (“Lenguaje corporal”, 1981), lo define como “la exhibición de cortejo sexual más agresiva de todas”.
Rascarse el mentón o la barba
“Tocarse el mentón aparece en situaciones reflexivas, y tiene que ir acompañado de una mirada al vacío”, explica el experto. La cosa cambia cuando lucimos barba. “El vello facial es un elemento de masculinidad: es lo que diferencia claramente a los hombres de las mujeres. Al rascarla o acariciarla lo que estamos es remarcando esa virilidad”.
Hacer crujir los dedos
Esto lo hemos heredado del hombre primitivo. “Hay muchos vestigios ancestrales que, dependiendo del contexto o el medio, pueden reproducirse en mayor o menor medida. Hacer crujir los dedos, estirarlos y encogerlos o cerrar los puños son gestos previos a la pelea. Significan: ‘Estoy dispuesto a pelear”, señala García Huete. “Se tienen por gestos poco femeninos, y a veces lo poco femenino se asocia a lo muy masculino”, añade.
Chocar las manos
Una cosa es estrechar la mano de otra persona, y otra zarandearla entrelazando los pulgares o chocar las palmas al más puro estilo give me five. “Se da entre amigos, como símbolo de pertenencia al clan. Son gestos similares dentro de un grupo determinado”, señala García Huete.
Caminar al estilo 'Fiebre del sábado noche'
La secuencia inicial de Fiebre del sábado noche (1977), en la que Tony Manero (interpretado por John Travolta) se pasea —se pavonea— por las calles de Brooklyn, botando rítimicamente y balanceando exageradamente un brazo (en el otro lleva un bote de pintura), ha quedado grabada a fuego en la mente de muchos que no saben caminar de otra forma. “Ese pavoneo está relacionado con el cortejo, de cara a las mujeres”, indica García Huete. “De cara a los hombres, les está diciendo: ‘Soy muy chulo, voy sobrado”.
Remangarse el bañador
Multitud de varones han sido avistados en playas y piscinas equipados con un bañador tipo pantalón, que sin embargo remangan hasta darle la forma de un turbo (solo que con más volumen). Si querían unos muslos morenos, ¿por qué no se compraron un slip de competición? “Los slips no siempre están bien vistos: para algunos están pasados de moda. Por eso se compran el boxer. Remangárselos puede ser una acción de chulería. También hay gente con complejos, que se siente más segura con los bultos que se forman”, afirma el experto, García Huete, que resume así todo este asunto: “Cuando tú estás seguro de ti mismo, funcionas sin depender de las condiciones del entorno. Cuando tienes cierta inseguridad y necesitas demostrar cosas, es cuando adquieres todos esos signos y gestos”.
Poner los pies encima de la mesa
¿Recuerdas la famosa foto de la cumbre del G-8 en la que Aznar y Bush comparecen tirados en un sofá con los pies encima de la mesa? Algunos jefes recrean la postura en sus despachos (preferiblemente en presencia de sus subordinados), y quien más quien menos es lo primero que hace cuando llega a casa después de un duro día de trabajo. Aunque los días de trabajo también son duros para las mujeres, y ellas no lo suelen hacer. “Indica comodidad y distensión: estamos compartiendo un momento de colegueo. Y también confianza, porque es algo que solo puedes hacer en un entorno en el que te sientes cómodo”, apunta García Huete.
Saludarse diciendo “hola, crack”, “qué pasa, monstruo”
Nos salimos del lenguaje corporal para analizar esta peculiaridad puramente verbal. “Es una forma masculina de expresar admiración, cariño o apego hacia otro hombre”, define el psicólogo. Al tratarse de referencias que vienen del mundo del fútbol o el cine de acción, se dan más en hombres que en mujeres.
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