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CLAVES
Columna
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Parar el fascismo

En EE UU, las personas no caucásicas con escasos recursos, parte del electorado, huyeron de Trump en las urnas

Jorge Galindo
Un votante emitiendo su voto en un colegio electoral en Francia.
Un votante emitiendo su voto en un colegio electoral en Francia.CHRISTOPHE MORIN / BLOOMBERG

Si los obreros votan ahora a la extrema derecha es porque las políticas liberales, apuntaladas por los giros al centro de la socialdemocracia, les han dejado sin opciones. Por tanto, una victoria de Macron no deja a Europa en mucha mejor posición que un eventual triunfo de Le Pen. Es mejor abstenerse en esta batalla para ganar la guerra. Así razona una parte de la izquierda que parece saber cómo se para al fascismo: con la abstención ahora, y la construcción de una mayoría distinta en el futuro.

Los problemas de este razonamiento exceden el espacio disponible en esta columna, pero vale la pena prestar atención a dos omisiones significativas. La primera: ¿vota realmente la clase obrera a la extrema derecha? Sí y no. Se trata de los obreros blancos, matiz importante. En torno a un 30% de inmigrantes en Francia pertenecen a esta categoría profesional, frente a menos de un 20% de nativos. Los primeros no tienen derecho a voto. Pero son una parte sustancial (y productiva) de la población francesa. En EE UU, las personas no caucásicas con escasos recursos, estos sí parte del electorado, huyeron de Trump en las urnas. Así que tal vez esa izquierda podría revisar y ampliar su definición de “clase obrera”.

La segunda cuestión tiene mucho que ver con la primera. Al liberalismo se le puede achacar una falta de atención a la desigualdad material (y aún así esto está lejos de confirmar la cadena causal entre sus políticas y el fascismo). Pero, como a esa misma izquierda le gusta decir, no todo es economía. A la hora de comparar la calidad de vida esperada bajo Macron o bajo Le Pen de casi cualquier persona que no sea hombre, blanco, heterosexual y de padres y abuelos franceses, ¿qué opción le saldrá más a cuenta? Aún más: aunque ninguno de los dos sea perfecto, ¿en cuál de estos dos mundos es más probable que las minorías acumulen poder para, si así lo desean, darle la victoria final a esa izquierda pretendidamente pura y transformadora? Aquella que tal vez también debería revisar su propia definición de “izquierda”. No vaya a ser que, sin querer, se dejen a alguien fuera de la mayoría que en el futuro parará el fascismo. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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