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Los ‘ciberfurtivos’, a la caza de animales geolocalizados

Un grupo de investigadores advierte de los riesgos de radiomarcar especies en peligro

Javier Salas
Los furtivos trataron de hackear el GPS de los tigres de Bengala.
Los furtivos trataron de hackear el GPS de los tigres de Bengala.WCS India

Todo esfuerzo es escaso para rescatar a los animales amenazados de las fauces de la extinción. Conocerlos mejor, entender su comportamiento, saber dónde están y por qué es esencial para desarrollar estrategias efectivas para su conservación. En la actualidad, cada vez son mayores las poblaciones animales que cuentan con ejemplares anillados, radiomarcados, geolocalizados permanentemente por GPS para saber más sobre ellos. Pero tanta información puede ser una fuente de destrucción de caer en las manos de aquellos que están en el bando contrario, el de quienes, como los furtivos, aspiran a obtener grandes sumas de dinero arrasando los tesoros naturales.

No son pocos los casos en los que esta situación se ha convertido en una amenaza real. Incluso en las circunstancias más paradójicas, como cuando los pescadores de Minnesota (EE UU) exigieron que se hicieran públicos los datos de localización de los lucios. Su argumento fue que los datos de movimientos de estos peces se habían obtenido en proyectos financiados con dinero público y que por tanto debían ser público. No tuvieron éxito, pero la anécdota ilustra que el riesgo está presente incluso por cauces legales. Un artículo publicado en Conservation Biology por un grupo de especialistas canadienses recopila muchas más situaciones y alerta a los implicados, desde gobiernos hasta científicos, para que actúen con cautela.

Los furtivos intentaron acceder a los datos del collar GPS de un tigre de Bengala que tuvo que ser trasladado

Toda precaución es poca. En 2013, Krishnamurthy Ramesh recibió una alerta bastante común: alguien había intentado acceder a su cuenta de correo electrónico. Pero la cuenta de Ramesh no es una cuenta cualquiera: él era el jefe de seguimiento de la reserva de tigres de Panna y en su bandeja de entrada se recibían los datos del collar GPS que ubicaba con una certeza de metros a Panna-211, un macho joven de tigre de Bengala que podría llegar a valer 50.000 dólares en el mercado negro. El intento de acceso a su cuenta se realizó desde India, pero a 1.000 kilómetros de la reserva. El tigre tuvo que ser trasladado a otro lugar.

Desde entonces, las capacidades de los ciberdelincuentes se han multiplicado y los proyectos que vigilan animales por medios tecnológicos se han disparado con satélites-espía siguiendo ballenas y elefantes, por ejemplo, y chips ubicando a millares de ejemplares en tiempo real y gran precisión. "Como ha aumentado el uso del marcado electrónico en investigaciones y el conocimiento público de esta tecnología, ha surgido una serie de problemas preocupantes e imprevistos", aseguran los autores del artículo, liderados por el biólogo de la Universidad de Carleton Steven Cooke.

Australia propuso monitorizar a los tiburones blancos por el riesgo para las personas, pero los datos se usaron para matarlos

Los principales organismos en la lucha contra el furtivismo señalan que es un sector que, como es natural, se está digitalizando para mejorar la eficiencia del negocio. Por ejemplo, la organización Traffic y el Convenio Cites se están centrando en la lucha contra el cibercrimen y en tejer redes de colaboración con los grandes del sector. El mercado negro de vida salvaje mueve miles de millones de euros al año

"Ignorar estos problemas puede tener serias consecuencias negativas para animales individuales, poblaciones de animales, la conservación y el uso futuro del seguimiento electrónico, su regulación y la percepción del público", explican. Ponen otro ejemplo, esta vez de Australia, cuando una región propuso monitorizar a los tiburones blancos con el pretexto de que podían suponer un peligro para las personas. De ahí se pasó a establecer alertas en función de sus movimientos. Finalmente, estos datos se usaron matar a los tiburones blancos, en peligro de extinción.

En el artículo se repasan otras situaciones que sirven de llamada de atención sobre los riesgos asociados al radiomarcado de los animales y la digitalización de todo lo que concierne con la conservación de especies. Por ejemplo, los cazadores abatieron en el popular Parque Nacional de Yellowstone al lobo 832F, el más famoso del lugar. Un lobo que llevaba collar para su geolocalización, lo que hizo sospechar a los responsables del parque que quizá el tiro fue deliberado para perjudicar la investigación sobre estos depredadores. Casualmente, el famoso león Cecil, que provocó una reacción global contra la caza de estos animales, también llevaba un collar de localización.

"Ignorar estos problemas puede tener serias consecuencias para animales individuales, poblaciones de animales y su conservación", advierten los expertos

Las autoridades tuvieron que prohibir el uso de receptores de radio en un parque natural de Alberta, Canadá, porque los fotógrafos los usaban para interceptar la información que compartían los guardas del parque sobre la localización de los animales. En este sentido, los autores del artículo reclaman que se tenga cuidado con lo que se dice en el mundo digital, ahora que cada vez más investigadores comparten sus experiencias y fotografías en redes sociales, aportando pistas a los enemigos de la biodiversidad. "Dado que muchos investigadores usan los medios de comunicación social y otras formas de divulgación para compartir información con el público y que los resultados de la investigación a menudo están disponibles gratuitamente en línea, es necesario aumentar la custodia, la administración y la seguridad de la información de marcado electrónico, de modo que no faciliten el abuso", concluyen.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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