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Tribuna
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Por una refundación de la UE

300 intelectuales y académicos europeos firman este manifiesto en el que apuestan por "un gobierno europeo que defienda valores compartidos”

Una bandera europea en Roma.
Una bandera europea en Roma.TONY GENTILE (REUTERS)

Nosotros, los ciudadanos europeos, estamos preocupados y asustados. La crisis económica y financiera nos ha empobrecido. El desempleo juvenil genera el riesgo de una generación perdida. La desigualdad crece, la cohesión social está en peligro. La Unión Europea está rodeada de guerra e inestabilidad desde Ucrania a Turquía, Oriente Medio y el Norte de África. El flujo de refugiados y migrantes se ha convertido en un reto estructural que debemos afrontar juntos, con humanidad y visión de futuro. Somos testigos de las tendencias autoritarias que crecen en varios Estados miembros, y también del ascenso de fuerzas nacionalistas y xenófobas. Se están atacando la democracia y los valores fundamentales de la civilización europea moderna. Se cuestiona incluso la propia Unión Europea, que ha garantizado la paz, la democracia y el bienestar durante décadas.

Nosotros, los ciudadanos europeos, no queremos que nuestros políticos nacionales se preocupen solo de sus próximas elecciones locales o estatales. Es común escucharles pedir soluciones europeas a problemas europeos, pero luego intentan que se vuelvan imposibles de ejecutar o ineficaces. Ignoran propuestas sensatas de la Comisión, o no aplican las ya acordadas entre todos. Reclaman, un día, que Europa actúe, y al siguiente, se quejan de que lo haya hecho. Pedimos, por ello, que nuestros políticos nacionales y los medios de comunicación dejen de entender el proceso de integración como un juego de suma cero, tratando de enfrentar a los países entre sí. En un mundo interdependiente, ninguna nación puede satisfacer por sí sola las necesidades básicas de sus ciudadanos ni garantizar la justicia social. La integración y la gobernanza supranacional son un juego de suma positiva. Nuestro modelo social europeo, basado en la democracia liberal y en la economía social de mercado, solo puede sobrevivir en un sistema de gobernanza multinivel, construido sobre la base del principio de subsidiaridad.

Nosotros, los ciudadanos europeos, somos conscientes de que la globalización está transformando el mundo. Necesitamos un gobierno europeo que defienda nuestros valores compartidos, y que contribuya a una solución conjunta para los problemas que están amenazando a la humanidad. El mundo necesita una Europa que se proyecte al exterior, cosmopolita, que ayude a construir un sistema de gobernanza democrática global más efectivo, capaz de hacer frente al cambio climático y a la pobreza, que luche por la paz, que se involucre en la transición hacia una economía social y medioambientalmente sostenible.

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No queremos que nuestros políticos nacionales se preocupen solo de sus próximas elecciones locales o estatales

Nosotros, los ciudadanos europeos, reconocemos a la UE como una Res Publica incompleta. Cuenta con un presupuesto ridículo (0,9 % del PIB). No tiene autonomía financiera de sus Estados miembros, ni las competencias necesarias para responder con éxito a los desafíos de la crisis actual. Es cierto que sus órganos legislativos, judiciales y su banco central corresponden a un diseño cuasi federal. Sin embargo, la democracia es la posibilidad de que los ciudadanos elijan su gobierno y este sea responsable de sus políticas. Para que la Unión pueda ser eficaz y democrática en la toma de decisiones, sus decisiones (incluidas las relativas al presupuesto, la política exterior y de defensa, y la reforma de los Tratados) deberían ser adoptadas, principalmente, por una mayoría cualificada que represente la voluntad mayoritaria de los ciudadanos y de los Estados europeos. La Comisión debe convertirse en un gobierno de pleno derecho, que promueva una agenda política legitimada a través de elecciones. Los partidos políticos europeos deberían presentar candidatos a su presidencia en las elecciones europeas. Una alternativa podría ser la elección directa de un presidente de la Unión Europea, fusionando en este cargo las actuales presidencias de la Comisión y del Consejo Europeo.

El 14 de febrero de 1984, el Parlamento Europeo aprobó el llamado Proyecto de Tratado por el que se establece la Unión Europea, también conocido como Proyecto Spinelli. En él, se apostaba por avanzar hacia una unión política, pero los Estados miembros no lo aprobaron. El 14 de febrero de 2017, hacemos un llamamiento al Parlamento Europeo, única institución de la Unión Europea elegida directamente por los ciudadanos, para que tome la iniciativa e impulse una Unión con una base democrática reforzada. Hablar de unión bancaria, fiscal, económica, energética, defensiva, de seguridad o política solo tiene sentido en una Unión Europea auténticamente democrática, en la que sea un gobierno europeo el que impulse dichas políticas.

La unidad europea es la clave para solucionar nuestros problemas comunes, para garantizar nuestro bienestar,  seguridad y democracia

El 25 de marzo de 2017, los Jefes de Estado y de Gobierno celebrarán el aniversario de los Tratados de Roma, de 1957, en los que se creó la Comunidad Económica Europea y el Euratom. Les pedimos que retomen la visión que tuvieron en su día los fundadores. Deben abrir el camino para una refundación de la UE, y hacerlo sobre la base de una propuesta del Parlamento Europeo. Deben aprovechar los instrumentos del Tratado de Lisboa para fortalecer las instituciones y políticas de la UE, especialmente las relativas a la acción exterior, a la seguridad, a la política económica y a la social. Pedimos también a los jóvenes europeos, a la sociedad civil, a los trabajadores, a los empresarios, a los académicos, a los gobiernos locales y, en general, a todos los ciudadanos europeos, que participen en la Marcha por Europa que tendrá lugar el 25 de marzo en Roma. Juntos podremos transmitir a los líderes políticos la fuerza y el coraje necesarios para conducir a la UE a este nuevo comienzo. La unidad europea es la clave para solucionar nuestros problemas comunes, para proteger nuestros valores, para garantizar, en definitiva, nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra democracia.

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