La zona cerebral que reconoce las caras crece hasta la edad adulta
El descubrimiento revela un nuevo modelo de generación de módulos especializados del córtex
De la infinidad de cosas que podemos reconocer a nuestro alrededor, pocas serán tan importantes como las caras de otras personas. De hecho, esta facultad es tan valiosa que cuenta con un módulo específico y exclusivo en el córtex cerebral, la sede de la mente humana. Los científicos han puesto sus lupas de alta tecnología sobre esa pequeña región cerebral y han descubierto algo completamente inesperado: que sus células siguen proliferando hasta la edad adulta, y que ese crecimiento se correlaciona con la mejora del talento para reconocer las caras y sus expresiones. Es la primera vez que la maduración de una facultad mental se asocia con la proliferación de neuronas. El hallazgo revela un nuevo modelo de aprendizaje, por completo insospechado.
“¿Cómo cambia el tejido cortical mientras la función cerebral y el comportamiento mejoran desde la infancia hasta la edad adulta?”. Es la pregunta que abre el trabajo de Kalanit Grill-Spector, Jesse Gómez y sus colegas de las universidades de Stanford, Jerusalén y Düsseldorf, que presentan su investigación en la revista Science.
La teoría que ha dominado este campo desde los años ochenta es que el aprendizaje se debe esencialmente a la “poda” (pruning) de sinapsis (conexiones entre neuronas). El cerebro de un recién nacido, según esta teoría asentada, tiene ya su número final de neuronas, unos 90.000 millones. Aún tiene que crecer unas cinco veces para alcanzar su tamaño adulto, pero ese crecimiento no se debe a la proliferación celular, sino al incremento de tamaño de cada célula y a su creciente recubrimiento de mielina, una sustancia aislante que envuelve a los axones y las dendritas. El aprendizaje, según esta idea, se asocia a la “poda” selectiva de sinapsis, o conexiones entre neuronas.
Es la primera vez que la maduración de una facultad mental se asocia con la proliferación de neuronas
El mecanismo descubierto por Grill-Spector y su equipo revela que, al menos en las áreas de reconocimiento facial, la mejora funcional que ocurre durante la niñez y la adolescencia se asocia a la proliferación neuronal en esas zonas. Los neurocientíficos de Stanford han comparado esta situación con la de una región adyacente en el córtex, el área de reconocimiento de lugares. Y en este caso no hay proliferación celular. Esta segunda zona cerebral sirve por tanto como un buen control negativo para sus técnicas de imagen por resonancia magnética, que son ahora mismo la vanguardia tecnológica.
Pero entonces, ¿cuán general es la asociación entre aprendizaje y proliferación de neuronas? “En este trabajo y en estudios anteriores de nuestro laboratorio”, responde la jefa del estudio, Grill-Spector, en una entrevista por correo electrónico, “hallamos que las regiones del cerebro que procesan caras tienen un desarrollo más prolongado en el tiempo que otras áreas visuales de alto nivel, como las que reconocen objetos o lugares; de hecho, las áreas que procesan caras siguen desarrollándose durante la adolescencia”.
El reconocimiento de caras, por lo que sabemos hasta ahora, puede por tanto constituir una rareza en el gran esquema cerebral de las cosas, y la poda de sinapsis seguir siendo el modo dominante, o casi universal, de acoplamiento entre el aprendizaje y la anatomía del cerebro.
Comparando niños y adultos
“Hemos descubierto también”, explica Grill-Spector, “que las regiones que procesan palabras, sobre todo en el hemisferio izquierdo, exhiben desarrollo, pero distinto de las regiones selectivas de caras, porque su desarrollo anatómico no se correlaciona con la eficacia en reconocer palabras”.
Este es un punto esencial del trabajo: que correlaciona la proliferación en una zona exacta del cerebro con la eficacia del reconocimiento de caras. Los científicos de Stanford han analizado psicológica y cerebralmente a 22 niños (5 a 12 años) y 25 adultos (22 a 28 años). También han utilizado cerebros de cadáver para confirmar los cambios anatómicos por métodos microscópicos directos.
“El reconocimiento de caras no es exclusivo de los humanos”, dice Grill-Spector. “Los otros primates tienen también regiones cerebrales selectivas de caras; pueden constituir una importante habilidad evolutiva, porque tanto los monos como nosotros somos animales sociales”. Un aspecto deprimente de las neurociencias es que revelan una vez tras otra que los humanos tenemos muy poco de exclusivos. Tenemos más córtex cerebral, y más desarrolladas ciertas de sus zonas, pero todos nuestros talentos hunden sus raíces en el profundo y remoto pasado evolutivo de la especie.
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