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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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Coches seminuevos

La publicidad ha huido de términos como “de segunda mano” y “coches usados”, que implican una visión negativa del producto

Álex Grijelmo
Un operario controla el embarque de coches para exportación.
Un operario controla el embarque de coches para exportación. EFE

Los coches que salían otra vez a la venta se llamaron siempre “de segunda mano”. El Diccionario señala (en la entrada “mano”) que esa locución adjetiva significa “adquirido del segundo vendedor” (es decir, comprado dos veces).

La expresión se documenta por vez primera en el XIX, época en que se vendían de segunda mano ropas, publicaciones o muebles. Y la Academia la bendijo en 1869. Pero el sentido peyorativo de esta locución no tardó en aparecer. Por ejemplo, Juan Valera se refirió varias veces por entonces a la “erudición de segunda mano” para descalificar a quienes se hacían pasar por cultos copiando ideas ajenas. Y su contemporáneo Marcelino Menéndez Pelayo hablaba críticamente a su vez de las “noticias de segunda mano”, como haría más tarde Ramón Gómez de la Serna.

La venta de coches ya estrenados llegaría mediado el siglo XX. Al principio, esa transacción se registraba entre particulares. Y el comprador solía presumir del buen estado del auto y de lo barato que le había salido. Pero no todas sus amistades pensarían lo mismo, porque la operación adquirió también con el tiempo algunos tintes peyorativos.

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Así que cuando el mercado de segunda mano produjo un auténtico negocio de empresas especializadas, la locución originaria empezó a resultar poco comercial y fue sustituida por “venta de coches usados” y “coches de ocasión”. Ahora bien, todos los eufemismos duran sólo un tiempo porque algún día dejan de ser eficaces. Funciona así el efecto dominó que describió el lingüista norteamericano Dwight Bolinger en 1980. Del mismo modo que “ancianos” sustituyó a “viejos”; y “personas de la tercera edad” reemplazó a “ancianos”; y “personas mayores” ocupó luego el lugar de “personas de la tercera edad”, los eufemismos “coches usados” o “de ocasión”, que habían desplazado a “de segunda mano”, están dejando paso ya a la expresión “coches seminuevos”.

A bote pronto, uno puede pensar que “seminuevo” significa “la mitad de nuevo”, del mismo modo que “semicírculo” quiere decir “la mitad de un círculo”. Pero el elemento compositivo latino semi-, que tomamos en su día del latín, extendió su valor en castellano a “casi”. De ese modo, “semivacío” significa “casi vacío”, y “semisalvaje” es lo mismo que “casi salvaje”. ¿Con cuál de las dos posibilidades de semi- se queda “seminuevo”?

El Diccionario no ha tenido dudas: incorporó en 2014 “seminuevo” como equivalente de “casi nuevo” y añadió que se suele aplicar a vehículos de motor; sin precisar, claro, como tampoco lo hace la publicidad, de cuántos kilómetros recorridos se está hablando.

No obstante, siempre rondará entre los hablantes la analogía de “seminuevo” con los usos en que semi- significa “la mitad”. Quizás por eso están en retirada los conceptos “segunda mano”, "de ocasión" y “usados”, sustituidos por esa palabra más positiva que contiene en su barriga la idea de “nuevo” (aunque sea “parcialmente nuevo”).

Porque la “ocasión” puede ser completamente mala; la locución “coche usado” implica que ha sido “usado” del todo; y “segunda mano” significa también enteramente revendido y totalmente de segunda mano. Sin embargo, “seminuevo” evoca un cierto porcentaje de “no usado por completo”, y tal vez da idea de que una parte de ese coche está aún por estrenar. Lo cual incluso puede ser cierto. A veces pienso, por ejemplo, que algunos no han debido de usar nunca los intermitentes.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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