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La alcaldesa de Roma recibe el desahucio del Vaticano

La Iglesia italiana sigue desempeñando un papel determinante en asuntos de la política

La alcaldesa de Roma, Virginia Raggi.
La alcaldesa de Roma, Virginia Raggi.Massimo Percossi (AP)

En italiano existe el verbo “miracolare”, que significa curar mediante un milagro (miracolo) a una persona. De tal forma que, cuando la Iglesia católica decide beatificar o canonizar a alguien fallecido pocos años atrás —como en los casos recientes de Juan Pablo II o la madre Teresa de Calcuta—, suele aparecer por Roma “il miracolato” o “la miracolata”, esto es, el hombre o la mujer que se salvó supuestamente de una muerte segura gracias a la intercesión del nuevo santo. El Vaticano lo invita entonces a explicar en rueda de prensa su experiencia, y una legión de periodistas —unos 300 en el caso de Marcilio Andrino, el ingeniero brasileño “miracolato” por la madre Teresa— lo escucha como si se tratara de un premio Nobel. Para un observador extraño —o extranjero— resulta muy llamativa la atención tan especial que prácticamente todos los medios italianos prestan a las opiniones que la Conferencia Episcopal o el Vaticano tienen de cualquier asunto, incluso de aquellos tan mundanos que, en teoría, escapan de sus competencias. Pero tiene una explicación.

El caso más reciente es el de la alcaldía de Roma. El domingo, los periódicos italianos dedicaron su portada a las críticas que el Vaticano —a través del diario L’Osservatore Romano— dedicó a la alcaldesa, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas, quien aún no ha logrado formar un gobierno para combatir el caos de la ciudad. La Repubblica, Il Corriere o Il Messaggero destacaban en portada unas críticas que van mucho más allá de las palabras. No conviene olvidar que el último alcalde, Ignazio Marino, del Partido Democrático, intentó evitar su caída hasta que el Vaticano lo situó en el punto de mira, en buena parte por celebrar bodas entre personas del mismo sexo. Tanto Marino entonces como Raggi ahora fueron cayendo por sus propios errores y por el fuego amigo de sus partidos, pero quien se encargó de darles la extremaunción fue el Vaticano. Si la joven alcaldesa logra salvarse, será un milagro. Los diarios podrán titular entonces: “Raggi, miracolata”.

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