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Columna
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‘Burkini’

Prohibiría el velo porque es una prenda laica sin otro objeto que convertir a las mujeres en propiedades de los hombres

Almudena Grandes
Mujer con 'burkini' en una playa de Argelia.
Mujer con 'burkini' en una playa de Argelia.RYAD KRAMDI (AFP)

Una mujer de mediana edad, tan indefensa y desprevenida como todos cuando nos tumbamos en la playa, es interpelada por dos policías completamente vestidos que la obligan a desprenderse del velo y la túnica que recubren un bañador de cuerpo entero. La imagen produce un rechazo instantáneo, que no resiste un análisis más exhaustivo. Que en el mismo lugar un conductor suicida matara hace poco a más de ochenta personas no es relevante. Esta mujer es inocente y no tiene por qué pagar las consecuencias. Hay que considerar otros factores y, en primer lugar, que el velo islámico, en todos sus grados y variantes, no es un símbolo religioso. En las dos riberas del Mediterráneo, las mujeres han llevado la cabeza cubierta durante milenios. Las cristianas de la orilla norte se la destaparon hace menos de un siglo y, al hacerlo, se desprendieron de un símbolo de humillación, de sometimiento físico a la voluntad de sus padres o maridos. Pero los pañuelos y sombreros de nuestras abuelas no eran una seña de identidad, ni una proclama de rebeldía, ni la afirmación de una comunidad minoritaria contra una mayoría hostil. Personalmente, siempre he sido partidaria de la intransigencia, nunca como revancha y tampoco por mis convicciones laicas. Prohibiría el velo porque es, precisamente, una prenda laica, sin otro objeto que convertir a las mujeres en propiedades de los hombres, pregonando su falta de autoridad sobre su propio cuerpo. Pero la convivencia en Europa se está deteriorando tanto, y tan deprisa, que la prohibición no solo puede acabar convirtiendo en un símbolo religioso algo que nunca lo fue, sino acentuando de paso la sumisión de las mujeres musulmanas en un inextricable batiburrillo de prejuicios y falsedades.

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Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

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