Diminutivos o despreciativos
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, es citado por algunos comentaristas como “Riverita”
Al menos tres comentaristas políticos han escrito recientemente el diminutivo “Riverita” para referirse al máximo dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera. ¿Por qué?
Los diminutivos sirven para representar la idea de un tamaño reducido en lo que mencionamos: librito, arbolito, perrita. Pero otras veces muestran la afectividad del hablante: “jugaremos un partidito”, “vamos a hacernos una cenita”…, ocasiones en que no pensamos que el partido vaya a durar poco ni que la cena conste sólo del primer plato.
Ahora bien, esa expresión de los afectos puede mostrarse en sentido opuesto. Si alguien dice “niño, deja de dar patadas a la pelotita”, notaremos una cierta molestia por su parte y poca confianza en esa futura estrella del balón.
El sufijo -ito (o –ita) se ha venido llamando tradicionalmente “diminutivo”, pero algunos lingüistas creen que su uso (tanto el histórico como el de hoy) expresa más un componente emocional que volumétrico.
He anotado en las últimas semanas las siguientes oraciones de tres distintos columnistas: “Pero Riverita y su equipo necesitan marear la perdiz”. “Lo de Riverita está resultando espectacular”. “Ahí es donde pesca este Riverita telegénico”.
La presentación de los apellidos con diminutivos se usa desde hace decenios en el mundo de la lidia (aunque con muy pocos casos) para distinguir, entre toreros, a hijos y padres; o a los hermanos entre sí; y siempre por su propia voluntad. Pero otra de las funciones de esta sufijación viene todavía de más antiguo y consiste en mostrar desconsideración y enemistad: Góngora llamó ya a Lope de Vega “Lopillo”; y Quevedo se refirió a Góngora como “Gongorilla”.
El filólogo Dámaso Alonso (1898-1990) escribió que “este poder injuriante debe venir del uso del diminutivo con nombres propios de gentes y servidores de menor estado” que expresaba “condescendiente superioridad” (Noción, emoción, acción y fantasía en los diminutivos. Editorial Gredos).
Excluida la posibilidad de que Albert Rivera pertenezca a una dinastía taurina (nada que ver con Paquirri ni su prole), el apodo “Riverita” para señalar a un hombre hecho y derecho parece entroncar más bien con la vieja tradición hispana del menosprecio.
Ninguno de los contextos en los que figura el apellidito llena de elogios al presidente de Ciudadanos, y por ello se hace difícil presuponer la intención cariñosa.
Quienes desarrollan una actividad pública están expuestos a la crítica de sus actos, pero el uso de formas despreciativas para nombrar a esas personas emborrona tal vez la ecuanimidad del juicio, porque invita a deducir que se ha construido a partir de la animadversión personal.
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