Sudán del Sur: un país devastado
Tras cinco años de independencia, la corrupción ha llevado a un país rico en petróleo a la ruina
Cuando en el año 2009 dejé Juba para trasladarme a Jartum tras varios meses trabajando con Naciones Unidas en lo que iba a ser Sudán del Sur, me hubiera sido imposible imaginar que el sufrimiento inmenso de amigos, compañeros de trabajo y de los alrededor de 12 millones de personas que dejé atrás en las condiciones más vulnerables, no había ni mucho menos terminado, y que el estallido de una nueva guerra civil en 2013 aún provocaría 50.000 muertos y 2,3 millones de desplazados. El forzado acuerdo de paz de agosto de 2015 no logró calmar los ánimos y las fuerzas armadas del SPLA (Sudan People’s Liberation Army), del SPLA-IO (People’s Liberation Army-in Opposition) y las milicias étnicas han venido cometiendo ataques contra civiles (los soldados dinka del SPLA matando a población nuer, y viceversa), abusos sexuales, reclutando niños soldado y atacando bienes y personal de Naciones Unidas y ONG. La última explosión de violencia en Juba en julio de 2016 ha producido centenares de muertos.
Las esperanzas puestas sobre el referéndum de independencia de Sudán del Sur en enero de 2011 (99% de los votantes estuvieron a favor de la independencia) que culminó en la misma el 9 de julio de ese año, se han visto frustradas por el fracaso del tándem político del presidente Salva Kiir y del vicepresidente Riek Machar, representantes de los intereses dinka y nuer, respectivamente. Que dos enemigos históricos, más interesados en dar rienda suelta a sus ambiciones étnicas y personales (su corrupción ha llevado en cinco años a un país rico en petróleo a la ruina) no fueran a traer la paz tras años de enfrentamientos contra el Gobierno árabe de Jartum era algo previsible.
Las esperanzas puestas sobre el referéndum de independencia de 2011 se han visto frustradas
Como resultado de décadas de guerras los sur sudaneses se han enfrentado a condiciones de vida durísimas en sus chozas (tukules), acostumbrados al hambre, falta de acceso a agua potable y las enfermedades (bebés rodeados de mosquitos enfermos por la frecuente malaria cerebral ingresados en cajas de cartón). A esto habría que añadir la falta de acceso a servicios esenciales, el calor húmedo e infernal o las violaciones flagrantes de derechos humanos (los matrimonios infantiles eran comunes y siempre recordaré a las niñas de la cárcel de Bor cumpliendo condena por haberse negado a casarse como cuarta esposa de un líder de su tribu). A este escenario se añadían numerosos conflictos internos étnicos por acceso al agua y al petróleo, o las relacionadas con el sistema de dote, por el cual los jóvenes asaltan a otras tribus para robar las piezas de ganado que les permitirán componer la dote para su boda.
La crisis de 2013 aceleró la necesidad de una respuesta de carácter humanitario y los retos del acceso de la ayuda humanitaria dados los obstáculos burocráticos, logísticos (la época de lluvias deja inmensas partes del país aisladas) y de seguridad han ido en aumento. UNMISS (Misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur) es una misión de paz con mandato de protección de civiles, incluido el uso de fuerza si fuera necesario. La Misión ha salvado muchas vidas, pero no cuenta con los medios adecuados para llevar a cabo plenamente su mandato de protección y fue sorprendida por la crisis de 2013. La población indefensa ha buscado desesperadamente desde entonces seguridad en las bases de UNMISS lo que dio lugar al nacimiento de los llamados Protection of Civilians Sites, o sitios de protección de civiles. Ni los sursudaneses, dadas las precarias condiciones de vida en los sitios, ni muchos actores humanitarios, que no quieren verse asociados con la misión de paz, ni UNMISS, que quiere evitar el efecto llamada dadas sus limitadas capacidades para garantizar la protección de los allí desplazados, temiendo otro Srebrenica, quieren los sites, sino la paz.
Además de los esfuerzos diplomáticos, la respuesta humanitaria ha costado 6.000 millones de dólares desde la independencia y UNMISS cuesta 1.000 millones de dólares anuales. Las amenazas de embargo de armas y sanciones de Naciones Unidas están lejos de surtir efecto. El fallo colectivo a lo largo de estos años es fruto de la complejidad de intereses y actores.
En julio Sudán del Sur ha estado de nuevo en los medios, pero antes o después volverá a la sombra mediática. Que el sufrimiento de millones de sursudaneses nos haga reflexionar sobre las dificultades inherentes a los procesos de paz, incluidos los referéndums y determinados procesos de independencia.
María Fuentenebro ha trabajado con Naciones Unidas en Sudán del Sur y en Sudán.
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