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Tom Ford, el chico de los mil millones

El diseñador ha encontrado el equilibrio entre negocio y arte. Su firma prevé entrar en 2020 en el exclusivo club del billón de dólares gracias a su división de belleza

El diseñador Tom Ford.
El diseñador Tom Ford. Getty

Buenas noticias para Tom Ford. La semana pasada, su división de belleza, propiedad del grupo Estée Lauder, hacía cuentas y anunciaba que prevé llegar a los 1.000 millones de dólares (unos 880 millones de euros) en ventas en 2020. Con esta perspectiva, la firma del diseñador tejano se colaría en el exclusivo club del billón de dólares americano. Hasta este junio, al final del año fiscal, el volumen de ventas de perfumes y maquillaje bajo el logo de Ford ha logrado alcanzar los 500 millones de dólares, un incremento del 29% respecto al año anterior. El presidente ejecutivo de Estée Lauder Companies, John Demsey, ha confirmado a WWD que en un corto periodo de tiempo la previsión es doblar ventas. En contraposición al complicado panorama de algunas firmas americanas como Ralph Lauren o J. Crew, intentando salvar el barco a base de recortes, reestructuraciones y nuevos enfoques, Ford se dispara.

El tejano hoy prepara su segunda película, aunque el cine no lo distrae de lo que mejor sabe hacer: vender emociones y lujo

Inmerso en el rodaje de la que será su segunda película, Nocturnal Animals, Ford continua dividiendo con éxito su tiempo entre la moda y el cine. Tras la buenísima acogida de Un hombre soltero, su debut en 2009 junto a Julianne Moore y Colin Firth como protagonistas, regresa con un thriller basado de nuevo en una novela: Tony and Susan, de Austin Wright. Con los actores Jake Gyllenhaal y Amy Adams, Focus Features pagó 20 millones de dólares por los derechos mundiales de la cinta. Pero el cine, donde Ford puede desarrollarse a nivel creativo, no le distrae de lo que mejor sabe hacer: vender emociones y lujo a través de la ropa y, sobre todo, los perfumes.

Apasionado estratega, después de su paso fulgurante por Gucci, que abandonó en 2004 tras una década en la que logró resucitar del olvido y volver deseable la marca italiana con provocativas campañas de publicidad ideadas junto a Carine Roitfeld, se lanzó en solitario firmando en 2005 dos acuerdos de licencia, uno para comercializar su propia línea de gafas y otro para sacar al mercado perfumes y cosméticos; primero junto a Estée Lauder en forma de colaboración y luego bajo su sello. Un plan maestro con el que logró una valiosísima presencia mediática con anuncios a toda página sin a penas inversión por su parte. Una operación que resultó ser la antesala ideal para lanzar luego su firma de ropa.

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Si en 2006 llegaba Black Orchid, su primera fragancia, en septiembre de 2010 presentaba su primera colección en un desfile ultrasecreto que fue mostrado al resto de los mortales meses después. Poco más de un centenar de personas fueron invitadas a esta reunión que hizo desfilar a Beyoncé, Marisa Berenson, Amber Valletta, Carolyn Murphy y una larga lista de modelos, actrices y amigas con las nuevas creaciones de Tom Ford. Ahora, 10 años después, el diseñador, de 54, se suma a la moda del see now buy now (lo veo, lo compro) tras la cancelación de su tradicional desfile en la pasada Semana de la Moda de Nueva York. No será hasta septiembre cuando los clientes podrán ver, y también comprar, sus nuevas colecciones de hombre y mujer de otoño-invierno 2016. “En un mundo cada vez más inmediato, la forma actual de mostrar las colecciones cuatro meses antes de que estén disponibles para los clientes es una idea anticuada que ya no tiene ningún sentido. Hemos estado viviendo con sistema y calendario de la moda de otra época”, explicaba en un comunicado, que continuaba: “Gastamos grandes cantidades de dinero y energía en crear un evento que genere emoción demasiado antes de que la colección pueda ser comprada. Mostrarla al mismo momento que llegue a las tiendas pondrá remedio a esto”. Ford se alinea así con otras marcas como Burberry, que están adaptando sus calendarios a las nuevas demandas de sus consumidores.

El diseñador, que siempre ha tenido claro que lo suyo es la moda comercial, parece haber encontrado el equilibrio perfecto entre el negocio y el arte. Con una comunicación que potencia la belleza, la exclusividad y el saber hacer de las cosas, ha hallado en sus exquisitos botes de perfume de estética vintage el recipiente perfecto para atesorar el glamur de otras épocas.

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