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Ella es la voz de las niñas que no quieren ser juguetes sexuales

Achie, una activista etíope, de 17 años, exige en todos los foros a los mandatarios que protejan con eficacia los derechos de las mujeres

Alejandra Agudo
Achie, activista etíope, se involucró en la defensa de los derechos de las mujeres a los 15 años.
Achie, activista etíope, se involucró en la defensa de los derechos de las mujeres a los 15 años.Cortesía Let Girls Lead
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Allí estaba en el escenario, frente a cientos de personas, líderes políticos y empresariales del mundo. No le tembló la voz, ni las piernas. "No quiero convertirme en un instrumento para el sexo". Lo dijo Achie, una joven etíope de 17 años, ante un público predominantemente masculino en el auditorio donde se celebraba la Cumbre de Gobiernos del Mundo. Habló en nombre de las niñas y los jóvenes del mundo para reivindicar su derecho a asistir a la escuela sin temor a ser violadas por el camino, a estudiar hasta el más alto nivel y, en definitiva, a tener las mismas oportunidades que los varones.

“No era mi primera vez”, reconoce Achie en relación con su templanza pese a la abultada audiencia y a su juventud. Ya había participado como ponente en la Comisión del Estado de las Mujeres en Nueva York y en encuentros paralelos durante la cumbre mundial de donantes de Addis Abeba. “Hay retos que tienen que ser escuchados”, sentencia. Ella pudo exigir sus reivindicaciones a mandatarios de todo el mundo gracias a que Kathy Calvin, presidenta de la UNFoundation, le cedió la mitad de su tiempo de intervención en la cumbre en Dubái el pasado febrero. “Siempre decimos que tenemos que escuchar a los jóvenes, pero no les damos la palabra. Creo que fue una buena idea hacerlo”, explica Calvin.

Achie fue la elegida porque desde los 15 años ha formado parte de varias organizaciones en defensa de los derechos de las niñas en su país. Actualmente es miembro de la ONG internacional Let Girls Lead (dejad que las niñas lideren), entidad que la presidenta de la UNFoundation conoce bien, pues recibe ayudas del organismo de la ONU. “El primer problema de las mujeres es la brecha educativa. Y es emocionante sentir que puedes cambiar algo”, explica la joven elocuente en inglés. Los datos del Índice de Desarrollo Humano corroboran su denuncia. La media de escolarización de las mujeres en su país es de 1,4 años, mientras que entre los hombres es de 3,6. Más del doble. “Les dan educación a los chicos porque creen que ellos van a tener éxito”, abunda.

“A lo mejor a alguien no le gusta mi mensaje y respeto su punto de vista, pero pienso que están equivocados”. Se refiere así a quienes apelan a la tradición para justificar el matrimonio infantil o la mutilación genital femenina e impedir que la igualdad de género sea una realidad. Ella defiende donde haga falta que las niñas no deben casarse y menos si ello supone tener que abandonar el colegio. La relación es estrecha, como demostraba una rigurosa investigación sobre el tema del Population Council. “Una estudio inicial en Etiopía reveló que las niñas de 10 a 14 años que habían cursado dos años de formación, eran un 90% menos propensas a casarse en comparación con las que no acudían al colegio”. Y más: “En las comunidades en las que a las niñas de 12 a 14 se les proporcionaban material escolar gratuito, el porcentaje de adolescentes que se enlazaban era un 94% menor que respecto de aquellas aldeas donde no recibían tal ayuda”.

Cuando escuchamos a las jóvenes, nos damos cuenta de que desean algo tan sencillo y práctico como ir a la escuela sin ser violadas Kathy Calvin, presidenta UNFoundation

“No entendemos realmente lo que quieren, sus sueños. Cuando les escuchamos, nos damos cuenta de que desean algo tan sencillo y práctico como ir a la escuela sin ser violadas”, apunta Calvin. “Si me preguntas, esto es lo que quiero: un mundo en el que no me sienta sin voz”, añade Achie. Pero con frecuencia, los que toman decisiones ignoran esa voz que tanto predican que hay tener en cuenta. Kathy Calvin no. Su gesto causó sorpresa y aplauso.

“Yo creo que la agenda política se olvida de lo que es ser niñas. Y no veo ninguna alternativa mejor, nada más sostenible, que invertir en ellas”, apostilla la activista. En su país, dice, se están produciendo progresos. “El Gobierno se ha comprometido a acabar con el matrimonio infantil en 2025”, detalla. Un reto acorde con el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que establece “eliminar todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado y la mutilación genital femenina” para 2030. La tarea será titánica, pues según el Estado Mundial de la Infancia 2015 que elabora Unicef, un 16% de mujeres fueron casadas antes de los 15 años, y un 41% antes de los 18. Con la erradicación de la ablación no lo tendrán más fácil: el 74% de mujeres entre 15 y 49 años la han sufrido y otro 39% tiene al menos una hija a quien se le ha practicado.

Achie, a la que no le hace falta cumplir más años para ser una mujer adulta, ha tenido mejor suerte. Por eso lucha para que la salud, la educación y las oportunidades no sean regalos del destino, sino derechos. Y que todas puedan vivir libres de miedo y dolor y, si lo desean, acudan a la universidad. Ella irá el curso que viene. “Voy a Princeton, en Estados Unidos, a estudiar Ingeniería o Ciencia Informática. Aún no lo he decido”. Lo que sí sabe es que continuará su labor como activista. “Para ayudar a chicas que, a su vez, ayuden a otras”. Así es como Achie piensa combatir la desigualdad. “Mi madre ha sufrido muchas desgracias, tuvo una infancia difícil, una vida dura... Pero me ha inculcado la pasión y la tenacidad para nunca abandonar aquello en lo que creo. Y me ha enseñado a no pensar en el corto plazo, sino en un cuadro más grande, a preocuparme por la gente. Espero que esté orgullosa de mí”.

Las entrevistas para este artículo fueron realizadas durante la World Government Summit en Dubái.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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