Los supervivientes, de los focos al olvido
Sus rescates fueron portada de los medios hace un año... ¿Qué es hoy de sus vidas?
Sus cuerpos magullados tras el terremoto del 25 de abril de 2015 coparon medios internacionales. Atrajeron la atención de cámaras y público, por un día. Dos supervivientes que aguantaron cinco días entre escombros, una embarazada que dio a luz tras de salir de su casa en ruinas, y un bebé renacido tras el derrumbe. Un mosaico de vidas para reconstruir un país más allá de los focos.
El sueño de emigrar enterrado bajo los cascotes
Beep beep. “Escuchaba mi móvil recibiendo mensajes. Sabía que eran familiares interesándome por mi, pero no podía moverme”, recuerda quien pasó cinco días atrapada bajo las ruinas de un edificio de seis plantas. El temblor sorprendió a Krishna Devi Khadka, de 31 años, cocinando la tercera remesa de arroz para los clientes del motel. “Notaba el brazo de alguien sobre mí. Hasta que perdí el conocimiento...”. Su rescate, en las inmediaciones de Gongabu, al norte de Katmandú, fue uno de los últimos realizados con éxito tras el desastre.
“Su recuperación es milagrosa. Tenía la cabeza muy hinchada por la presión de los cascotes cuando la rescatamos”, cuenta Sudish Niroula, de 29 años y jefe de operaciones de IsraAID Nepal, que llegó al lugar horas después del derrumbe. Cuatro días más tarde, sólo 13 cuerpos inertes habían salido de esas ruinas. Hasta que un aparato detectó los latidos de un corazón. Tras seis horas de cuidadoso desescombro, sacaban a Krishna ante el asombro de su tío. “Llegué un día antes para reclamar su cuerpo porque creí que nunca saldría viva de allí”, explica Durga Bahadur Thapa, de 53 años, que viajó desde el oeste de Nepal para devolver los restos de Krishna a sus hijos.
“Quería emigrar para darles una vida mejor”, justifica Krishna, a caballo entre lo que pudo ser y nunca será. Ya antes había dejado a sus hijos a cargo de familiares tras ser abandonada por su marido. Años atrás no llegó al aeropuerto porque la agencia de empleo le pidió más dinero. Pero dos meses antes del terremoto, pagó dispuesta a embarcarse en un destino incierto. “Perdí los 300 dólares mensuales (266 euros) como criada en Kuwait. Pero conseguí el puesto de cocinera por 7.000 rupias (58 euros) en el hotel de Katmandú”, se consuela. Cada día, miles de mujeres nepalíes emigran como empleadas del hogar a los países del golfo. Antes del desastre, el gobierno de Nepal endureció los requisitos para el visado a esos países por escándalos de abusos a mujeres migrantes.
Krishna no ha recibido más apoyo gubernamental que su ingreso hospitalario gratuito. Sólo IsraAID paga por la escolarización de sus hijos y su tratamiento de audición tras el derrumbe. “Gente que no conocía me visitó en el hospital. Me habían visto en la prensa y me prometían ayuda...”, recuerda Krishna. Medios internacionales recogieron su historia y la de Pemba Temang como la de los últimos supervivientes. Pemba, de 15 años, también fue rescatado cinco días después del temblor entre las ruinas de un motel cercano al de Krishna. Su historia es bien diferente. Sin trabajo ni casa, la policía busca al joven Pemba por hurtos. Él no quiere verse frente a las cámaras. “Aparecer en los medios de comunicación no me va a aportar nada bueno”, contesta desconfiado por teléfono.
Alumbrar tras el derrumbe
Dolma Tamang, de 31 años, señala a su bebé, que casi muere antes de nacer: “Pensé que lo había perdido”. Nishan cumple un año en pocos días y descubre a gatas los utensilios almacenados en el habitáculo en el que viven. Hace un año, Dolma estaba embarazada cuando el temblor la sepultó a ella y a su marido bajo su casa. Enterrada en dos pisos de escombros, Dolma consiguió salir para salvar a su marido. Según Cruz Roja Nepal, 160 de los 2.260 habitantes del remoto pueblo de Themrang murieron y otros 300 salieron heridos. Sindhupalchok, región sobre la que se asienta el diminuto municipio montañoso, fue la más afectada.
Diez días después del desastre, una unidad de la Cruz Roja revisaba dispensarios cuando Dolma apareció en avanzado estado de gestación. “Había dilatado 4,5 centímetros. La llevamos a Melamchi; único lugar seguro para el parto”, cuenta por email Naoki Kokawa, de 63 años y jefe de asistencia de Cruz Roja Japonesa. Nishan nació a las horas y los médicos lo rebautizaron con el nombre del cooperante que llevó a su madre encinta por los intransitables pasos montañosos. Otras han parido allí desde entonces. Ninguna en el dispensario de salud de Themrang; que sigue en construcción. “El gobierno es lento. La reconstrucción no empezará antes de 2017”, opina Sunita Giri, mientras cocina dhal bhat para tres. La enfermera nepalí que ayudó a Dolma sigue viviendo y atendiendo a pacientes en el único puesto médico en kilómetros a la redonda.
También Dolma y su familia esperan rehacer su hogar. “Las ayudas económicas fueron grandes al principio, pero ya se han olvidado de nosotros”, dice desde el chamizo que levantaron ella y su marido a metros de lo que fue su casa. Ellos recibieron la asistencia económica del gobierno, además de comida y enseres de ONG. Y los medios se hicieron eco del bebé milagroso. Dolma sonríe al recordar la efímera atención recibida: “Fue gracioso ver cámaras después del nacimiento. Mi familia me dijo que recibiríamos más ayudas de la gente gracias a los vídeos. Pero no fue así”.
Renacer de los escombros
Sonyia Awal, de 11 años, interrumpe el relato de su madre para contar los instantes que vivió sola durante el terremoto: “Volví a casa a por Sonish. Pero algo me golpeó en la espalda y él se me cayó de las manos”. Una estantería la dejó inconsciente e impulsó al bebé bajo un armario. Sonyia fue rescatada poco después. Su hermano, de sólo cuatro meses, siguió enterrado durante 22 horas en las ruinas de su casa en Bhaktapur.
“Lo que importa es que todos estamos vivos”, se consuela Rashmila Awal, que ahora vive con su marido y sus dos hijos en una habitación cedida por una vecina. La madre de Sonish se queja del insuficiente apoyo del Gobierno. Además de tener que dividir el dinero inicial con las otras dos familias que ocupaban su antigua casa, Rashmila dice no haber recibido el soporte económico para el invierno: “Sonish ha caído enfermo dos veces por el frío. Sólo la gente nos ha ayudado”. Su hijo únicamente conserva una cicatriz en el muslo después de haber sido aplastado por dos pisos.
La foto del bebé polvoriento en manos del militar que lo rescató de las ruinas se convirtió en la imagen de la esperanza pocas horas después del desastre. Y dio la vuelta al mundo. Pero Amul Thapa, el fotógrafo que la hizo, se cuestiona el impacto de la instantánea: “Es una impresión que dura horas, minutos... Pero ellos siguen necesitando ayuda”. Amul ha seguido en contacto con la familia de Sonish, intercediendo con autoridades para que recibiesen el dinero que les correspondía.
Entre tanto, los vecinos de Bhaktapur paran a la familia Awal por la calle y piden tomarse fotos con el bebé que sobrevivió a la catástrofe. Tras las poses, dan unas cuantas rupias a Rashmila, que ha recaudado alrededor de 1.660 euros en donaciones de este tipo. “Es curioso: a mi me dan trabajo por aquella foto. Pero sólo unos cuantos vecinos se acuerdan de esta familia”, resume Amul, que recibió recientemente un premio por su trabajo fotográfico durante el terremoto.
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