Cataluña acierta
El centralismo puede combatirse con técnicas de convencimiento, inteligencia, alianzas... y mecanismos federales
¿Tienen paciencia? Si es así, lean despacio en la web de este diario los 46 puntos del documento que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, entregó el miércoles al del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy.
¿Por qué vale la pena leerlo? Porque contra lo que muchos creen, detalla cómo en bastantes puntos concretos Cataluña —también la Cataluña oficial— acierta.
Pasen rápido el (y del) primer apartado sobre el presunto “mandato democrático” del 27-S para la independencia: que además es contradictorio, porque reivindica “como mínimo” un referéndum; o secesión, o votación. Ese párrafo solo sirve para demostrar que a diferencia de Artur Mas Puigdemont sabe leer sus derrotas.
Tienen mucha más enjundia los siguientes 45 puntos. Y no solo para los catalanes. Porque el memorial da en el clavo, a trazo grueso —no en cada detalle—, tanto cuando critica el desarme de Cataluña (¡también de las otras autonomías!) para hacer (obligada) política social; como cuando denuncia el desatino del reparto del déficit entre el centro y la periferia (Cataluña y las otras 16); o al desgranar incumplimientos e invasiones del Gobierno central a la autonomía (no solo la catalana).
Lo más novedoso es lo primero, lo “social”. Lo último ya estaba, casi todo, en los 23 puntos que Mas presentó en verano de 2014 para marear la perdiz y desentenderse al minuto, menuda seriedad.
El desarme en política social es consecuencia de la centrifugación del gasto, esa técnica recentralizadora: endosa a la periferia el tratamiento de la hepatitis C y suprime el fondo de cohesión sanitaria; constriñe las ayudas a discapacitados, mujeres y jóvenes; reduce a la mitad porcentual la aportación del Gobierno a las prestaciones de la Ley de dependencia; recorta el dinero a las autonomías para políticas activas de empleo; suprime el fondo de acogida e integración de asilados...
Todo eso se llama centralismo. Perjudica a Cataluña. Y a todas las comunidades.
Puede combatirse con técnicas de convencimiento, inteligencia, alianzas... y mecanismos federales: un Senado de verdad, un Consejo de Política Fiscal de voto equilibrado. No con la fragmentación social, el desprecio patriotero o la indeseable desconexión.
Es mejor acertar que equivocarse, ¿no les parece?
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