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Conjurados para derrotar al hambre

Níger, uno de los países más pobres del mundo, estrena un máster en nutrición

Una enfermera de 22 años, revisa el estado un bebé.
Una enfermera de 22 años, revisa el estado un bebé.Sylvain Cherkaoui (ACF)
José Naranjo

En Níger cuentan ya, gracias a la ayuda española, con un máster en nutrición dirigido a profesionales para luchar contra los efectos del hambre y la mala alimentación de una manera integral, contemplando no solo aspectos físicos, sino también psicológicos y sociales básicos, como la planificación familiar.

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Cuando la pequeña Habsou Maman llegó inconsciente hace cuatro días al hospital de Mayahí, en el interior de Níger, el doctor Adamou Abass, responsable del Centro de Recuperación Nutricional (CRENI) no pudo evitar una mueca de desagrado. La niña, de once meses, presentaba signos evidentes de marasmo y no estaba claro que pudiera salir con vida de allí.

Aunque el tratamiento de choque ha permitido que hoy Habsou abra los ojos y reaccione a los estímulos visuales, su recuperación está aún lejos y presenta un retraso psicomotor evidente. Apenas se mueve, casi no llora y ni siquiera se puede sentar. En el origen de su grave enfermedad está que su madre la destetó cuando supo que se había quedado embarazada por decimotercera vez, una práctica habitual en este Níger rural castigado por la falta de recursos pero también por unos hábitos y costumbres que perpetúan el ciclo perverso de la desnutrición.

Las cifras son tan elocuentes como dramáticas. Casi la mitad de los niños de Níger (un 45%) sufre retrasos en su crecimiento a causa de la desnutrición, que en su estado más grave afecta cada año a un 15% de los pequeños, sobre todo en regiones como Tahoua, Maradí, Zinder y Diffa, esta última amenazada además por la presencia cercana de Boko Haram, que ha provocado el asentamiento de unos 300.000 refugiados y desplazados.

Es un reto enorme para un país donde la mayor parte de sus habitantes vive de una agricultura dependiente de los precios fluctuantes del mercado y de las escasas lluvias y que en veinte años va a doblar su población debido a la tasa de fertilidad más alta del mundo, superior a los siete hijos por mujer. “Un verdadero desafío para el desarrollo de la nación”, como lo ha calificado el presidente del país, Mahamadou Issoufou, quien ha incluido la erradicación del hambre como una de sus grandes prioridades. La tarea es inmensa.

En Mayahí, la psicóloga Mariama Aboubacar, de 35 años, agarra la manita de la pequeña Habsou y trata de hacerla reaccionar. Está acostumbrada a ver casos similares cada día. “En este país y en concreto en esta región de Maradí las mujeres tienen embarazos muy próximos unos de otros, lo que acaba por destruir la relación madre-niño", explica Aboubacar. "El caso de Habsou es un ejemplo más. Los bebés sufren mucho cuando se interrumpe el pecho y es entonces cuando caen en la desnutrición y en los problemas psicomotores y de comportamiento asociados a ella”. Muchos pequeños que a los ocho o diez meses ya han comenzado a caminar sufren un parón en su desarrollo en cuanto asoman los primeros síntomas. En ocasiones tardan años en hablar.

Casi la mitad de los niños de Níger sufre retrasos en su crecimiento a causa de la desnutrición

La psicóloga, que está destinada al CRENI de Mayahí desde julio de 2013, no sólo se encarga de la recuperación psicomotriz mediante la estimulación de los niños durante los días que pasan en el centro. Intenta ir más allá y hacer un seguimiento cuando regresan a casa al menos durante un mes. Por eso visita las comunidades surcando los impracticables caminos de tierra del distrito. “Lo consigo con el 35% de los casos, pero dependo de la logística. Muchas veces no tenemos vehículos y hay épocas en que estamos desbordados de trabajo”, explica. La última cosecha de cereales, que no ha sido mala, ha permitido a las familias tener algo de liquidez y mejorar su seguridad alimentaria. Pero el problema no son siempre los recursos: hay agricultores que, en lugar de usar el dinero para alimentar a sus hijos siempre al límite, lo emplean en casarse con otra mujer.

Demasiadas veces se descuida el aspecto psicológico de la desnutrición infantil, pero es clave. “Algunos niños se recuperan del todo, otros parcialmente y muchos no lo hacen jamás y arrastran secuelas toda su vida”, asegura Mariama Aboubacar. Consciente de la importancia de la prevención y la sensibilización, esta psicóloga hace de puente entre el CRENI y el hospital para fomentar la planificación familiar entre las mujeres que, un año tras otro, llegan hasta aquí con sus hijos desnutridos. “Es el gran problema”, dice. “El otro día tuvimos a una mujer que había tenido ya trece partos y que estaba alumbrando hijos trisómicos. El médico le dijo que tenía que parar, pero ella le contestó que tras enviudar se había vuelto a casar y que tenía que dar hijos a su nuevo marido”. La mayoría de ellas rechaza la contracepción, muchas temen la reacción de su cónyuge, pero la sensibilización empieza a dar sus frutos y una de cada cuatro acepta tomar medidas. “Eso para nosotros ya es un éxito”, asegura.

A Mariama Aboubacar se le ocurrió la idea de integrar la planificación familiar en el CRENI tras recibir una formación específica de Control de Calidad por parte de Acción contra el Hambre (ACH). El proyecto, de 180.000 euros, se ha puesto en marcha con la colaboración de la Obra Social de LaCaixa y durante dos años ha servido para reforzar las capacidades de 212 enfermeros, médicos y agentes de salud que se ocupan de la desnutrición. “Los cursos nos han permitido optimizar la gestión de los pacientes desde que entran hasta que salen. Ahora es todo más ordenado”, explica el doctor Abass. Por su parte, la enfermera Barkissa Seydou, que trabaja en el hospital de Mayahí desde hace dos años, pone el acento en la mejora de las condiciones higiénicas tras la formación. “Se nota mucho. Ahora todas las jeringuillas usadas van a una caja, antes estaban tiradas por todas partes”, explica.

La formación del personal sanitario es clave en un país donde hasta hace unos años ni siquiera se reconocía el problema de la desnutrición. En Niamey, la capital, se encuentra el Instituto de Salud Pública. De allí salen los profesionales que luego se distribuyen por todas las regiones con el objetivo evidente de salvar vidas, pero también el de contribuir a reducir la tasa de niños desnutridos, esa pesada losa que lastra a todo Níger. El Instituto abrió sus puertas hace quince años y cuenta con 811 alumnos. Desde 2013, presume orgulloso del primer Máster en Nutrición del país gracias a la iniciativa de ACH en colaboración también con la Obra Social de La Caixa, otro proyecto financiado con 375.000 euros que ha permitido formar a 53 estudiantes al más alto nivel académico.

En el máster, que cuenta con veinte módulos y dura dos años, hay matriculados 24 alumnos, la mayoría mujeres. Aishatou Ibrahim, enfermera de 25 años, es una de ellas. “Una vez termine me gustaría trabajar para el Estado, apoyar a mi país en esta lucha”, asegura. Gracias al apoyo y esfuerzo de su familia ha podido pagar los 1.500 euros que cuesta, una cantidad importante que percibe como una inversión de futuro. Porque los estudiantes saben que trabajo no les va a faltar, bien en la estructura pública de Salud o en las numerosas ONG y organismos internacionales que se enfrentan a la desnutrición en Níger. Issa Akadi, enfermero de 35 años con experiencia en el terreno, dejó de trabajar para seguir formándose. “Me ha impresionado el máster en un sentido técnico, me va a permitir ser más competitivo”, asegura.

“El otro día tuvimos a una mujer que había tenido ya trece partos”

Un 40% de los alumnos son ya trabajadores del Ministerio de Sanidad y están becados por el Gobierno. Además de no pagar por la formación, siguen cobrando su sueldo mientras se preparan. Es el caso de Mahaman Sani Salaou, de 42 años, un experto nutricionista que ocupaba la jefatura de la división de vigilancia alimentaria y nutricional en Niamey hasta que comenzó el máster. “Reforzaré mis conocimientos en la materia”, explica. Igual que la enfermera Zeinabou Ibrahim, de 41 años, que trabajó durante ocho años en Mayahí y ha regresado a la capital para formarse.

Hasta ahora el único máster similar que existía en la región estaba en Benín, lo que obligaba a un costoso desplazamiento, y la matrícula era mucho más cara. El de Niamye, además de su cercanía, refuerza las capacidades en materias específicas como la gestión de proyectos o el análisis de datos. De él no solo saldrán expertos, sino jefes de equipo.

Sin embargo, el máster se enfrenta a algunos desafíos. El primero, la escasez de profesores cualificados en la materia, lo que obliga en ocasiones a alterar el programa y los horarios. Salissou Mahaman coordina la sección de Nutrición del máster, y se formó en Quebec gracias a una beca canadiense. “Faltan docentes de calidad en Níger y muchos de los que hay trabajan ya para organismos internacionales”, explica. De cara al futuro está previsto construir un laboratorio de Bromatología para que los alumnos puedan hacer más prácticas en el centro.

El doctor Malam Harou Sakiou, que como especialista en Nutrición ha trabajado desde 2005 en las sucesivas crisis alimentarias que ha vivido el país, también decidió hacer un alto en el camino para reforzar su formación. “Níger necesitaba algo así. Antes los que podían se iban a Benín, Túnez o a Europa, pero ahora es posible obtener esta formación aquí, sin salir de casa”. Por el contrario, Jamila Mahamadou Abdoulaye carece de experiencia en el terreno, pero sabe que con el título bajo el brazo puede optar sin problema a un puesto de trabajo. “Me atraen las ONG internacionales, la acción humanitaria”, asegura.

Los alumnos no son solo nigerinos, también vienen de Chad, Gabón, Togo o Burkina. “Existe una gran demanda de plazas”, asegura Abdou Sadou, secretario general del Instituto de Salud Pública. El interés ha provocado incluso que otros organismos como la Universidad de Niamey se hayan animado a crear sus propios másteres en Nutrición. Ya montado y funcionando, el desafío será mantener la calidad siendo autosuficiente.

Desde Mayahí, Ousmane Mahamane, responsable de Nutrición de Acción contra el Hambre en la región de Maradí, confía en ello. “El Instituto funciona bien, es un buen socio. Ahora tenemos en este país una formación específica y de calidad. Lo hemos podido comprobar con los alumnos que hicieron las prácticas con nosotros en Keita o en Madaoua, nos aportaron muchas cosas”. Mahamane, de 32 años, ve el futuro con optimismo. “Ahora el Gobierno es consciente de que la desnutrición es un problema que hay que abordar. Hay que centrarse mucho en la prevención como único medio para atajar este drama. Seguridad nutricional, contracepción, planificación familiar, cambios de comportamiento. En todo eso estamos trabajando ahora”, concluye. “Estoy seguro de que lograremos reducir la cifra de niños afectados. Lo lograremos”.

Este reportaje ha sido posible gracias a la colaboración de Acción contra el Hambre.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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