Prepararse para la ‘nueva normalidad’
Ante las graves consecuencias de 'El Niño', agencias internacionales, ONG y gobiernos llaman a la acción y apuestan por aumentar la resiliencia ante los fenómenos climáticos
Puede que casos como el de Etiopía, donde la sequía ha dejado a 10,2 millones de personas sin garantías de comida suficiente, sean los más difundidos. Pero no son ni mucho menos los únicos efectos del episodio actual del fenómeno meteorológico de El Niño. El impacto es global y la falta de lluvias, las inundaciones y las temperaturas extremas que trae consigo afectan ya a la seguridad alimentaria de 60 millones de personas en más de 40 países.
Producción de alimentos raquítica y muerte de animales en África del Sur y del Este, incendios en Indonesia, ola de frío en Mongolia, pérdida de cosechas en el Caribe y Sudamérica... Con lo que ello conlleva para la subsistencia de millones de personas. El actual evento es “uno de los más fuertes jamás registrados”, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y, aunque haya pasado ya por su pico más alto, aún se prevé que sus efectos continúen uno o dos meses más. Es posible que comprometa todavía épocas de precipitaciones básicas para la agricultura en muchos países.
Aún faltan 1.500 de los 2.400 millones de dólares necesarios para ayudar a los afectados
Lo urgente, claro, es asistir a los países y comunidades que han sufrido las peores consecuencias y asegurar su salud y acceso a alimentación. Marcy Vigoda, de la OCHA (la oficina de la ONU encargada de coordinar la respuesta a las crisis humanitarias) señalaba este jueves en Roma que aún falta obtener casi 1.500 millones de dólares de los 2.400 en que se presupuestan las necesidades de ayuda humanitaria. “Algunos gobiernos, como el de Etiopía, lideran la respuesta y aportan fondos propios. Pero ellos también se ven sobrepasados”, indicaba Vigoda, que cree que esta crisis pone a prueba el compromiso global. “La comunidad internacional debe hacer más para salvar vidas y reducir el sufrimiento”, afirmaba.
Esta llamada a la acción tenía lugar ante representantes de gobiernos de todo el mundo, agencias internacionales, ONG y representantes de la sociedad civil. Pero el mensaje principal fue que, tras la ayuda inmediata, hay que ayudar a los afectados a recuperarse y, sobre todo, a prepararse para nuevos episodios de El Niño —“porque seguirá pasando periódicamente”, según advertía Michel Jarraud, secretario general emérito de la OMM— o para otras consecuencias del cambio climático.
Un niño ya mayorcito
Su nombre completo es ENSO (El Niño-Oscilación Sur, por sus siglas en inglés) y, aunque se le haya bautizado hace relativamente poco, ha sido "un actor principal en la historia humana", según Michel Jarraud, secretario general emérito de la Organización Meteorológica Mundial. Sus efectos sobre el mar y la pesca o las sequías se notan desde hace siglos, pero el peor episodio desde que se empezó a registrar su actividad es el de 1997-1998.
La conexión entre El Niño (los efectos en el océano) y la Oscilación Sur (los efectos sobre la atmósfera) se descubrió en los años sesenta, y desde los ochenta se viene investigando para mejorar su predicción. "Es un mecanismo para redistribuir el equilibrio de calor", explicaba Jarraud. Este patrón climático recurrente (acontece en ciclos erráticos, difíciles de predecir) implica subidas en la temperatura de las aguas en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial que afectan al nivel del mar, a las temperaturas, a la distribución de las lluvias y a otros fenómenos meteorológicos en distintas partes del mundo. Después llega a una fase neutral y la la que sigue una etapa de enfriamiento conocida como La Niña.
"Es un elemento normal del sistema climático que existirá siempre. Si consiguiéramos acabar con él, la naturaleza buscaría otra manera de lograr el mismo efecto", detallaba Jarraud, que apuntaba que la relación entre ENSO y el cambio climático está aún por determinar: "Lo que no podemos hacer es culparle de todas las anomalías del clima".
José Graziano da Silva, secretario general de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) y anfitrión del evento, pedía esforzarse en mejorar la resiliencia de las zonas afectadas para que los efectos de estos fenómenos cíclicos sean cada vez menos dañinos. Eso requiere reforzar los servicios básicos y la protección social y potenciar sectores productivos como el agrícola. Así, “no solo se garantiza la seguridad alimentaria hoy, sino también el futuro de los niños”, en palabras de James Harvey, del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Porque los efectos de este Niño también serán a largo plazo, como destacaban varios ponentes. Muchas familias han perdido sus rebaños (y les llevará años recuperarlos), las migraciones pueden generar tensiones territoriales, los suelos se han visto degradados por la sequía y la malnutrición y la necesidad han coartado el desarrollo biológico, académico y personal de miles de niños.
Y estar preparados para este fenómeno no solo consiste en fortalecer a las comunidades, sino también mejorar las capacidades de predicción. “Se ha avanzado mucho pero, por ahora, predecir la aparición de El Niño es más difícil que predecir cómo evolucionará”, reconocía Jarraud. “Hay que invertir más en observación y predicción. Y también formar a los gobiernos para que puedean utilizar la información que se obtenga”.
Sea para ayuda urgente, para fortalecer a las comunidades o para investigaciones meteorológicas, se necesita dinero. Y de momento, falta. Marsy pedía que la financiación de las iniciativas locales se mantenga y abogaba por recurrir a fórmulas innovadoras de recaudación para aumentar los recursos. Graziano da Silva también solicitaba más “flexibilidad” en los mecanismos para conseguir fondos. Todo enfocado a estar más preparados ante los fenómenos meteorológicos extremos: “Así podremos enfrentarnos mejor a esta ‘nueva normalidad”.
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