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¿Por qué hay tanto jefe (hombre) incompetente?

El conflicto nace de la relación entre confianza en uno mismo y capacidad, según el profesor Tomás Chamorro-Premuzic, de la University College de Londres

Si se compara el porcentaje de mujeres españolas con estudios superiores y el de aquellas que ocupan altos cargos directivos, no se puede establecer una correlación lógica. Según el informe Mujeres y Hombres en España, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) con la colaboración del Instituto de la Mujer, el número de graduadas en educación superior en 2012 era un 28,1% superior al de los hombres. Sin embargo, la realidad es que ellos ocupan la gran mayoría de los puestos de responsabilidad. Sin ir más lejos, las féminas solo presiden el 8,6% de los consejos de administración de las empresas del IBEX 35.

Ellas están más formadas, pero mandan ellos

Aunque el segmento de la población más formado es mayoritariamente femenino, esto no se traduce en mayoría de mujeres en puestos de responsabilidad. Las carreras profesionales de las españolas no discurren por los mismos derroteros y no alcanzan la misma altura ni el mismo brillo que las de los hombres. El informe recoge que el número de féminas que participaba en algún puesto de los consejos de administración de las empresas más importantes de España en 2014, era de solo el 18,2%. Eso sí, la cifra es el doble de la de 2011 y supera casi 3 puntos la de 2013.

¿Por qué la representación femenina en los altos puestos es tan pequeña cuando su formación apunta a que debería ser mayor?

El doctor Tomás Chamorro-Premuzic, profesor de Psicología en la University College de Londres y en la Universidad de Columbia, sugiere una posible explicación: "Se confunde la confianza en uno mismo con la capacidad que debería tener un jefe para desarrollar su trabajo", afirma, para dirimir que esta sobreseguridad en uno mismo es más común en hombre que en mujeres.

"Las personas con un cierto narcisismo suelen erigirse en líderes de forma bastante natural, porque, en general, son más extrovertidas", Tomás Chamorro-Premuzic

Entonces, ¿el secreto para alcanzar el éxito laboral es solo una buena actuación? Según el experto, algo de eso hay, pero no es lo único: estos jefes no solo son capaces de convencer a su audiencia (empleados) con falsas capacidades, muchos de ellos acompañan esta cualidad con un carácter narcisista y ególatra que, según Chamorro-Premuzic, también es eminentemente masculino.

¿Qué hay detrás de esa prepotencia?

"Las personas con un cierto narcisismo (es decir, que creen que son mejores que los demás y así lo transmiten) suelen llegar a ser líderes de forma bastante natural, porque su extroversión provoca que los demás, de entrada, les reconozcan dotes de liderazgo", afirma el psicólogo. Esta aceptación generalizada del "falso competente", añade, "es fruto de una sociedad que premia la incompetencia de sus líderes masculinos y castiga la capacidad de las mujeres [más prudentes]". Eva Rimbau, profesora de Recursos Humanos en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), matiza esta afirmación: "A pesar de que los estereotipos pueden influir y que se premia más a los hombres que a las mujeres por resultados similares, los liderazgos que ejercen unos y otras no son muy distintos: dirigen de manera parecida, aunque ellas tienden a ser más democráticas y ellos más autocráticos."

Entonces, ¿quién manda mejor? ¿Don José o doña Josefa? En opinión de la psicóloga, "el liderazgo femenino suele estar más valorado por los demás, sobre todo en los niveles medios y altos del organigrama de una empresa". Lo curioso es que esta percepción no es compartida por las mujeres líderes: "Cuando se pide a hombres y mujeres que analicen y califiquen su eficacia como líderes, ellos se valoran significativamente mejor que ellas", asegura la experta.

"Las mujeres encuentran impedimentos para avanzar profesionalmente, sobre todo en los máximos niveles jerárquicos", Eva Rimbau

Precisamente la arrogancia y el narcisismo que estos expertos atribuyen al género masculino son la base de una paradoja que describe Chamorro-Premuzic: "Estos rasgos psicológicos que colocan a muchos hombres en altos cargos empresariales son contrarios a los que se requieren para hacer un buen trabajo, por lo que pueden llegar a desencadenar su fracaso". Rimbau agrega que esos rasgos "a largo plazo, suelen generar rechazo en las personas del entorno".

Con el techo de cristal hemos topado

Pero pese a esta contradicción, la realidad es que las mujeres siguen siendo en su mayoría subordinadas. La experta considera que el obstáculo más importante al que se enfrentan aquellas que aspiran a subir puestos en el mundo laboral no reside en su carácter, sino en lo que se conoce como techo de cristal, "impedimentos para avanzar profesionalmente, sobre todo en los máximos niveles jerárquicos, criterios más duros para valorar su trabajo y que a ellas se les ofrezcan proyectos menos desafiantes y más precarios".

En cambio, "la única barrera que un varón debe superar a lo largo de su trayectoria laboral es su propio rendimiento y su encaje en el puesto de liderazgo que desea ocupar. También debe ser capaz de relacionarse adecuadamente con las personas que pueden influir en la decisión sobre su promoción", concluye Rimbau.

Sea el líder que todos soñamos

Los rasgos de personalidad no son determinantes para erigirse como un buen jefe, según la profesora de Recursos Humanos en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Eva Rimbau, que afirma que lo importante es "lo que hace y cómo lo hace". Según la experta, si usted quiere llegar a ser el jefe o jefa que todos querríamos tener debería combinar estos 5 comportamientos:

1. Ordene y premie. Fije objetivos y especifique con claridad las tareas que sus colaboradores deben desarrollar. Además, recompense adecuadamente el cumplimiento de cada una. Esto genera una situación de confianza con sus trabajadores.

2. Sea un ejemplo a seguir. Para ello, supedite sus propios intereses a los de la organización.

3. Cree equipo. Esfuércese en alinear a sus colaboradores hacia un objetivo común.

4. Alimente la creatividad. Desafíe a sus colaboradores con estímulos intelectuales.

5. Fomente la individualidad. Ayude a cada uno de sus colaboradores a desarrollar sus talentos y desplegar su potencial.

 

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