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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Curiosa maldición

Los negocios políticos con Mas abocan siempre a la división: le toca a la CUP

Artur Mas, ayer en Barcelona.
Artur Mas, ayer en Barcelona.MANU FERNÁNDEZ (AP)

El líder parlamentario de la radical Candidatura de Unidad Popular (CUP), Antonio Baños, renunció ayer a su escaño. Lo hizo apelando a su coherencia personal, que le impediría defender la decisión de su grupo de abstenerse en la investidura del conservador Artur Mas como presidente de la Generalitat, lo que suponía rechazarla. Baños había defendido apoyarla.

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Con esta renuncia, las divergencias imperantes desde hace semanas en la formación anticapitalista se trocan en fragmentación. Se repite, por tanto, la secuencia según la cual quien se acerca, alía o negocia con Artur Mas está, a tiempo cierto, encaminado hacia la propia división. Hasta ahora solamente Esquerra la ha sorteado.

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Se trata de una maldición con verdaderos récords, y que no tiene explicaciones mágicas, sino tangibles. El heredero político de Jordi Pujol arruinó la unidad civil de la sociedad catalana, la cohesión del nacionalismo moderado, la continuidad de la federación CiU, disolvió la propia integridad de Unió, destruyó la identidad de su propio partido en un conglomerado de siglas etéreas... ¿Quién da más?

A Artur Mas le ocurre todo esto porque al poner su propia persona como prioridad, referente y figura única, corroe todo lo que en consecuencia sería accesorio. Y con engaño, pues aseguró que antes era el procés (soberanista) que su líder.

La aparentemente berroqueña organización asamblearia no ha sido inmune a los shocks contradictorios, pero consecutivos y al tiempo amalgamados de la adulación, la responsabilización, el chantaje y la amenaza, todo ello desde el ventajismo del poder en los medios públicos. Su referente parlamentario, el curioso y dicharachero periodista Baños, ha sucumbido a tanto mareo. En su consuelo cabe recordar que antes le tocó el turno a alguien tan experimentado y tenaz como el dirigente democristiano Josep Antoni Duran i Lleida.

Y ahora el presidente en funciones celebra sus fracasos anunciando que tiene “ganas” de “plantar cara”. Pero la política y la responsabilidad de Gobierno no es ámbito para deseos infantiles, súbitas apetencias o aventuras de abusones de patio de colegio. Guárdese las ganas y retírese con sus fracasos quien, como ocurre con los perdedores recurrentes de las democracias occidentales avanzadas, debería haber hecho ya hace tiempo mutis por el foro.

Esa invitación nada tiene que ver con la crítica al independentismo, una idea legítima —aunque del todo disparatada— si se propugna respetando la ley. Quien abone la política de tierra quemada para el nacionalismo secesionista hará mejor en defender la continuidad de Mas, en el puesto que sea, pues es la mejor garantía para el deterioro y derrumbe de aquel.

La invitación al astuto dirigente a que deje de enredar un minuto más obedece al imperativo de proteger los intereses de sus electores de buena fe: menguantes, menos urbanos y más comarcales, pero siempre dignos de encontrar un líder distinto que les apoye en vez de hundirlos en el ridículo.

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