Cervantes
Este año se conmemoran los 400 años de la muerte del escritor
El 19 de abril del 1616, tres días antes de morir, Miguel de Cervantes, ya muy enfermo, escribe la dedicatoria del Persiles, su obra póstuma. En ella dice: “El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”.
Se cumplen, pues, este año los 400 del fallecimiento del más grande escritor español de todos los tiempos, conmemoración que irá acompañada, es de imaginar, de multitud de celebraciones. El pistoletazo de salida lo dio ya en vísperas de la Navidad la exposición de fotografías de José Manuel Navia en la sede central del instituto que lleva el nombre del autor del Quijote, exposición que recorrerá después todos los Institutos Cervantes del mundo y que ha sido acompañada por un libro editado por Ediciones Anómalas de Barcelona, un auténtico regalo para los amantes de la fotografía y de la edición y un homenaje al autor cuyo prestigio e influencia atravesó ya hace siglos las fronteras nacionales como le ocurriría en vida a él mismo: Lepanto, Argel, Lisboa, Nápoles, son algunos de los lugares por los que por su voluntad o por las circunstancias pasó, lugares que aparecen reflejados e intercalados entre otros más conocidos para el espectador español (Alcalá, Madrid, Esquivias, Toledo, los paisajes infinitos de La Mancha, la llena de tesoros y de pícaros Sevilla, la Barcelona a la que don Miguel llamó flor de las ciudades del mundo), a veces enfrentados intencionadamente por el fotógrafo para darle a la sucesión de imágenes un aire de ensoñación biográfica, la de la biografía de un hombre que fue un cosmopolita adelantado a la propia palabra, y una narratividad visual que hacen de la exposición y del libro algo más que una sucesión de fotos. Las citas que las acompañan, la mayoría de ellas extraídas de las distintas obras de Cervantes, terminan por convertirlas en una suerte de biografía cinética, literaria y artística a la vez. Una aproximación a Cervantes, pues, distinta de las tradicionales, que profesores y alumnos no deberían obviar en el año en que este país rendirá homenaje a su autor más internacional pero a la vez más desconocido por culpa de su sacralización.
El verano pasado tuve la suerte de recorrer a instancias de este periódico los caminos del Quijote y puedo asegurarles que la confrontación de la obra con esos lugares es una de las experiencias más ricas que uno puede encomendar a los demás. Esa y la lectura de las distintas obras de un escritor que supo captar como ningún otro la esencia de este país, que recorrió en vida de punta a punta llevado del deseo de saber y de vivir.
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