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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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Birmania y otros ecos remotos

La Academia ha excluido de sus obras el término "Myanmar", que es el nombre oficial del país

Álex Grijelmo

La película Objetivo Birmania, estrenada en 1945, fijó en la memoria de millones de hispanohablantes el nombre de tan lejano lugar, llamado “Burma” en inglés. Pero el Gobierno de aquel país decidió recuperar la denominación primitiva “Myanma”, con el añadido de una erre (“Myanmar”), por diversas razones étnicas, fonéticas y políticas.

La Academia recogía en su Diccionario de 2001 la palabra “birmano” como gentilicio correspondiente a Birmania, y aclaraba: “hoy Myanmar”. Sin embargo, la edición de 2014 y la Ortografía de 2010 (apéndice de topónimos) eliminaron este segundo nombre (pese a ser reconocido ya por la ONU) para elegir en exclusiva el que estuvo vigente hasta que el Gobierno militar lo cambió en 1989.

Nadie duda hoy en día en llamar “Irán” al país que denominábamos “Persia” hasta 1935
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Se han manejado argumentos válidos para defender “Birmania” y también para preferir “Myanmar” (o su adaptación “Mianmar”, con i). En contra de “Myanmar”: que fue imposición de una dictadura y que “Birmania” es la forma tradicional en español. Y a favor: que se trata del nombre oficial y que tenemos antecedentes como los sucesivos San Petersburgo, Petrogado, Leningrado y, de nuevo, San Petersburgo, aceptados por el idioma español en cada etapa.

He aquí una reducida selección de cambios toponímicos en la historia reciente:

-“Angora” nombraba en español a la capital turca y a un tipo de gatos y de lana. Sin embargo, en todos los periódicos escribimos “Ankara”, término consagrado ya por la Academia en detrimento del tradicional.

- Nadie duda hoy en día en llamar “Irán” al país que denominábamos “Persia” hasta 1935 y que dio adjetivo en español a las alfombras persas y al gato persa.

- ¿Les suena “Constantinopla”? Claro. Es el nombre anterior de Estambul (desde 330 hasta 1930). Pero usamos ya este último topónimo, por mucho que el obispo de Constantinopla se quiera desconstantinopolizar.

- “Alto Volta” se llama “Burkina Faso” desde 1984 por decisión del militar marxista y filocastrista Thomas Sankara.

- “Dahomey” se cambió en 1976 por “Benín”, durante su régimen de partido único; y a pesar de las míticas “amazonas de Dahomey”, tan literarias incluso en nuestros días.

- La República Democrática del Congo se conoció antes como “el Congo belga” (hasta la independencia en 1960) y más tarde como “Zaire” (dictadura de Mobutu, entre 1971 y 1997), nombre que se implantó pese a la fuerza de los conguitos, que en aquellos años ya estaban en boca de todos.

- Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, fue Santa Isabel durante la colonización española (1843–1968). Pero con la salida de los españoles también se desalojó ese nombre.

Es verdad que aún nos resuenan las referencias históricas de Birmania, Persia, Constantinopla… O Manchuria, Gorki, Leopoldville, Elisabethville… Pero son el eco remoto de nombres oficiales que ya no existen.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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