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Carolina Herrera, más allá de las tendencias

La diseñadora presenta una colección de apariencia sencilla y factura artesanal

Diseño de Carolina Herrera durante su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York.
Diseño de Carolina Herrera durante su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York. AP

Nueva York no es París, Milán ni, por supuesto, es Londres. Esa cosa confusa llamada chic se ha convertido en un concepto patrimonial francés. Aquí no se obsesionan con la dramatización de las prendas. Tampoco suelen empeñarse en experimentar para ser tenidos en cuenta. En Norteamérica la moda ha discurrido por otros cauces sociales: el cultural, o lo que es lo mismo, la obsesión por vender y no por exhibir en eventos efímeros. Y el histórico; que la ha apartado siempre del esplendor que envuelve a lo parisino, de la vanguardia que se asocia a lo londinense o de la idea de glamour que sostiene la industria milanesa.

Modelos durante el desfile de Carolina Herrera.
Modelos durante el desfile de Carolina Herrera.AP

Y en esta semana de la moda, la tarde del domingo y la mañana del lunes han recordado de qué va esto de ser un diseñador de éxito en Nueva York porque han presentado colección para el verano dos de sus bastiones: Diane von Fürstenberg y Carolina Herrera. Dos estilos distintos y que, sin embargo, reúnen a la misma congregación en sus respectivos desfiles. Junto a Anna Wintour, Tim Blanks, y otros gurús de la comunicación de moda a este lado del charco, se sentaban miembros del Upper East Side e iconos de ese nuevo estilo aristocrático que encarnan a la perfección Lauren Santo Domingo o Miroslava Duma.

Mini vestido fucsia de Carolina Herrera.
Mini vestido fucsia de Carolina Herrera.AP

Carolina Herrera (que ha mostrado la colección en dos turnos, dada la inmensa cantidad de peticiones recibidas) ha elegido la Frick Collection, uno de los edificios más bellos de la Gran Manzana, para demostrar, una vez más, que lo suyo va más allá de las tendencias. Organza, sedas, plumas y rosa, mucho rosa en vestidos de apariencia sencilla y factura artesanal. Al fin y al cabo, ella, con permiso de Óscar de la Renta, es la gran aliada de la alta sociedad americana. No es alta costura porque no desfila en Francia y, en ocasiones, tampoco está confeccionado a mano. Pero visualmente (y, sobre todo, socialmente) cumple la misma función.

Astucia

Fürstenberg, inventora del wrap dress, ese vestido cruzado que hace tres décadas se convirtió en el uniforme de la norteamericana cosmopolita e independiente, lleva más de tres décadas adaptando esa idea de sofisticación urbana a los vaivenes estéticos de cada época. Para el verano propone vestidos mini en colores camel, mariposas y flores alineadas en estampados geométricos sobre blusas y pantalones de seda y una reformulación del estilo safari en materiales de lujo. Nada radicalmente novedoso pero sí astuto, dado que acerca su identidad a un público más joven pero igualmente deseoso de demostrar su puesto en la sociedad.

Modelos durante la presentación de Prabal en la Semana de la Moda de Nueva York.
Modelos durante la presentación de Prabal en la Semana de la Moda de Nueva York.AP

El legado de ambas se impone en enseñas más jovenes y semidesconocidas (en Europa, no en Estados Unidos) como Prabal Gurung. La firma, que casi siempre juega en el uso del color su mejor baza, rindió homenaje al Tibet con una colección centrada en el color naranja y en piezas con cortes y drapeados fluidos que aludían implícitamente a las túnicas budistas. Una propuesta tan sobria y serena como los monjes que aparecieron al final del show.

Ya ha transcurrido la mitad de la semana de la moda, y aunque no ha habido ninguna colección decepcionante, la gran mayoría de las firmas se han mantenido en el terreno de la corrección. Pero una cosa es el contexto del desfile, en el que se juzga la novedad, y otra muy distinta el contexto comercial, en el que entran en juego las calidades, los precios y, sobre todo, la clientela. En este sentido Nueva York y sus marcas demuestran que conocen muy bien su mercado, y se dirigen directamente a él, dándoles la dosis de innovación justa para generar tendencias realistas. Por eso no es París ni Milán ni Londres. No rompe esquemas, no busca aproximar la Moda al arte ni fabular con las fuentes de inspiración, pero ni falta que le hace.

La excepción radical

L.G.

Shane Oliver, alma máter de la marca Hood by Air, lleva varias temporadas siendo el niño mimado de la semana de la moda. Sobre todo entre el público más vanguardista. No es que la marca sea un soplo de aire fresco, es que está en las antípodas de lo que suele verse en Nueva York. El domingo congregó a un público de lo más variopinto en una sala industrial y llena de tuberías. Esta vez se olvidó del negro y presentó prendas deconstruídas en rosa, blanco y denim. La inspiración: el modo en que se customizan los uniformes del colegio los niños descarriados para hacerse los malotes. Los modelos llevaban las manos atadas y tiritas en las manos. Por supuesto, su propuesta también desfila en París. Y ya está en el punto de mira de LVMH.

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