‘Straight Outta Compton’, el fin del realismo
La película sobre la banda que popularizó el ‘gangsta rap’ es una oportunidad perdida
El gangsta rap, ese fenómeno nacido a fines de los ochenta en los caseríos estadounidenses, se autodenominaba en sus inicios como realismo poético. Sus representantes eran jóvenes afroamericanos que habían logrado sobrevivir a la batalla que aún se libra en sus barrios entre una policía racista y brutal y las pandillas que compiten por dominar un pedazo de asfalto.
Las letras de NWA, el ejemplo más memorable, retrataban esta realidad con pelos y señales, con una agresividad rítmica y una estética pandillera que les hizo merecedores del mismo respeto que alguno de ellos ya había logrado convocar entre los negociantes del gueto. Las drogas, las armas, la violencia generalizada y la misoginia son las columnas sobre las que se erige este discurso, viaje duro y pegajoso a las entrañas de ese Wild West contemporáneo, el Compton de Los Ángeles a fines del siglo XX.
La película Straight Outta Compton, biopic de la banda que popularizó a nivel mundial este género, adolece sin embargo de una falta de realidad difícil de obviar. Con una cinematografía extremadamente limpia, el fan de la banda se queda esperando un poco de la sucia y agresiva espontaneidad de aquellos videos de la agrupación. Los integrantes parecen chicos buenos que sólo sacan sus armas para amedrentar a un novio celoso en un hotel. Del sexo compulsivo que termina por enfermar a Eazy-E no se nos muestra ni media mamada y de las golpizas que propinaba Dr. Dre a sus novias ninguna.
Ante la oportunidad de hacer una obra de arte tan dramática y realista como su legado musical, Dre y Ice Cube, productores de la película, prefirieron enfocarse en la historia industrial de su ascenso en esta longaniza de tomas del estudio de grabación, diálogos lacrimógenos y dos o tres negras en top less para contar la historia de NWA, uno de los grupos negros más famosos y controversiales de la historia, como si fuesen los Backstreet Boys.
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