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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Excesivo electoralismo

Los que debaten sobre Grecia en España deben abstenerse de simplismos

Luis Sevillano

La simpleza de los debates que están produciéndose en España sobre la crisis de Grecia solo se explica por la proximidad de las elecciones generales. En lugar de pensar obsesivamente en las urnas, habría que demostrar sentido de Estado respecto a las consecuencias del grave problema que representa la relación entre Atenas y el conjunto de los Gobiernos de la UE.

El PP busca con especial ahínco la traslación automática a los españoles de la situación griega como modo de visualizar lo que pasaría en este país si el partido gobernante dejara de serlo. Y el ejemplo más reciente es la voluntad de que el Congreso de los Diputados se pronuncie sobre el rescate griego, sin obligación legal de hacerlo; y sin que el Parlamento fuera convocado en 2012 para votar las condiciones a la recapitalización europea de los bancos españoles, con el mismo presidente del Gobierno e idéntica mayoría.

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Es evidente el oportunismo en este cambio de criterio sobre las funciones del Parlamento. Ninguneado por el PP durante sus años de ejercicio de la mayoría absoluta, ahora esta misma fuerza le moviliza en las semanas previas a la cita con las urnas para culminar un programa legislativo controvertido y retrasado. Y a última hora se le intenta meter en el arsenal de campaña. Lamentables, también, no solo la insinuación de que Podemos es “el partido de Tsipras”, sino la voluntad de meter en el mismo saco a Pedro Sánchez, el aspirante socialista a la presidencia del Gobierno.

Tampoco resulta tranquilizadora la reacción del PP a los preparativos de Artur Mas y sus correligionarios del credo independentista. Suficientemente delicado es el asunto como para que la reacción del partido gobernante consista en proponer, in extremis, un pacto electoral en Cataluña a las fuerzas políticas antinacionalistas o que no comparten la pulsión independentista. ¿Para qué lo hace así? ¿Quizá para acusar a los demás de haberle dejado solo si no ceden a su pretensión? ¿Como recuerdo del nefasto cordón sanitario sufrido hace años? No están los tiempos para improvisaciones, tras haber dejado oxidarse los mecanismos de relación y entendimiento con el PSOE, es decir, con el principal partido de la oposición en España; y sin aclarar el programa de la hipotética alianza.

El electoralismo también ha hecho presa en otros terrenos. Plantear un techo de gasto público para 2016 inferior al del ejercicio en curso no es óbice para haber rebajado las tarifas del IRPF ni para sugerir “negociaciones” con vistas a la mejora de las retribuciones de los funcionarios, ciertamente castigados durante la crisis. Hay que explicar cómo se casa la mayor promesa de gasto público con la probabilidad de menores ingresos, más allá del pronóstico de que el crecimiento proporcionará más fondos y sin detalles que demuestren lo bien que, según el Gobierno, va la recaudación.

Por supuesto, no es la primera vez que se despliega el electoralismo en este país, ni será la última. Pero llevarlo a cabo directamente con los Presupuestos del Estado representa el riesgo adicional de dañar la confianza en la seriedad de las finanzas públicas.

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