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Vida y muerte del otro mamífero que más tiempo ha pasado en el espacio

Nuevos resultados del mayor estudio con ratones en órbita demuestran que la ingravidez también debilita la piel

Nuño Domínguez
Uno de los ratones en una jaula similar a las usadas en el espacio
Uno de los ratones en una jaula similar a las usadas en el espacioPLoS

Antes de que hubiera astronautas y cosmonautas hubo animales en el espacio. Monos, perros, moscas y otras especies a las que se usó para entender qué nos pasaría a los humanos al estar en órbita. Entre todos ellos, los mamíferos no humanos que más tiempo han pasado en el espacio son un grupo de ratones que viajaron a la Estación Espacial Internacional (ISS) en 2008. Subieron seis y solo tres volvieron. Siete años después, la misión, coordinada por la NASA, sigue desvelando nuevos detalles sobre cómo nos afecta vivir en ingravidez.

Resultados recién publicados en la revista Microgravity desvelan que la piel, el mayor órgano del cuerpo, sufre un sorprendente adelgazamiento debido a la gravedad reducida. Los ratones pasaron tres meses en órbita, el equivalente a unos 10 años humanos, explica a Materia Betty Nusgens, al teléfono desde su despacho de la Universidad de Lieja, en Bélgica.

“Nuestro principal hallazgo es que la dermis de los ratones se hizo un 15% más delgada”, explica Nusgens, coautora del estudio. Los investigadores también han detectado problemas en la capa de músculos contigua a la dermis, cuya expresión genética estaba “profundamente perturbada”.

Tras pasar seis meses en el espacio, el alemán Thomas Reiter, sufrió “los mismos problemas en la densidad de la piel”, resalta. Otro estudio en 19 astronautas entre 1995 y 1998 demostró que el problema de salud más común registrado eran heridas en la piel. “Lo que este estudio demuestra es que la piel, al igual que los huesos y los músculos, es uno de los principales órganos que recibe daño en la microgravedad y que su estudio es importante porque regula muchas funciones fisiológicas”, detalla.

La NASA planea viajes espaciales tripulados a un asteroide y a Marte en los que los astronautas pasarían más de un año en el espacio. Para intentar aclarar cuáles serían los efectos, Nusgens cree que este tipo de trabajos con ratones aportan datos muy válidos sobre los impactos en la salud.

Emergieron efectos como cambios en el sistema inmune o la pérdida de espermatozoides en los testículos

La misión, Sistema de Cajones para Ratones (MDS en inglés), era como una diminuta estación espacial dentro de otra. Los roedores pasaron 91 días compartiendo con los astronautas un módulo de la ISS, flotando dentro de unas jaulas que controlaban la humedad, los alimentos y el agua, dotadas con varias cámaras que vigilaban todos sus movimientos y unos filtros que absorbían heces y orina para que no contaminasen la estación. La tecnología fue desarrollada por la agencia espacial italiana y la empresa Thales Alenia Space.

Menos espermatozoides

En noviembre de 2008, representantes de los 20 grupos científicos de seis países que participaban en el proyecto esperaban ansiosos el regreso de los ratones al Centro Espacial Kennedy. “Al igual que a los astronautas, que a veces necesitan sillas de ruedas para moverse tras el viaje, a los ratones les costó volver a andar y moverse después de haber vivido tanto tiempo sin gravedad”, recuerda Ranieri Cancedda, coordinador científico de la misión, cuyo equipo ha publicado incluso el vídeo de uno de estos ratones avanzando a trompicones por un cajón lleno de serrín.

Los tres supervivientes fueron sacrificados a las pocas horas y todos sus tejidos se estudiaron en detalle, en algunos casos con la máxima celeridad, antes de que los cambios moleculares que el espacio había operado en estos ratones no desapareciesen. Los resultados, cruzados con un experimento idéntico hecho en tierra, han esclarecido nuevos detalles sobre los dos efectos más conocidos de la ingravidez: la disminución de la densidad de los huesos y la pérdida de músculo que también afecta a muchos astronautas. Tres de los ratones tenían modificados sus genes para intentar contrarrestar el efecto y el estudio de uno de ellos (los otros dos murieron durante la misión) demostró que estos animales lo sufrieron menos, dice Cancedda. Además, emergieron otros efectos menos evidentes, como cambios en el sistema inmune o la pérdida de espermatozoides en los testículos de los ratones debido a desarreglos endocrinos.

La retirada de los transbordadores de la NASA y el comienzo de la crisis económica impidieron realizar nuevas misiones que profundizasen en los efectos observados, dice Cancedda. Pero desde 2014, la NASA ha reactivado el programa y está construyendo un nuevo laboratorio de investigación con roedores. El Consejo Nacional de Investigación de EE UU ha señalado esta investigación como una prioridad para los próximos años. Las nuevas instalaciones permiten tener hasta 10 ratones o seis ratas en cada módulo. La primera máquina para hacer densitometrías a los ratones llegó a la estación el año pasado y el objetivo final es poder tener instalaciones para hacer disecciones y prolongar los experimentos durante seis meses, otra de las prioridades fijadas por el Consejo. “Dado que los roedores envejecen mucho más rápido, estudiarlos nos permite acelerar el conocimiento de enfermedades que pueden tardar décadas en aparecer en humanos”, dice la NASA.

Sexo en el espacio y otras misiones animales

Supervivientes del 'Columbia'

Esperanza

En la NASA le llamaban simplemente "número 85". Le habían atrapado en África y en 1960 comenzó el adiestramiento para viajar al espacio, antes de que lo hiciera cualquier humano. Uno de los objetivos era probar si el cuerpo y el cerebro seguían funcionando bien en órbita. De todos los chimpancés usados por EE UU en esos años, este fue el mejor de todos. Permanecía impertérrito y lúcido a pesar de estar dando vueltas en la centrifugadora en la que se desmayaban muchos astronautas. En un panel, se le planteaban problemas y debía apretar los botones correctos para obtener un premio (trozos de plátano) o si no recibía una descarga eléctrica en las plantas de los pies. Era tan rápido que incluso superaba a los astronautas que después formarían el equipo del Apolo. El día que fue lanzado al espacio, en 1961, el sistema desarrollado por los ingenieros de la NASA falló y el chimpancé recibió continuas descargas a pesar de estar apretando los botones correctos. A pesar de ello continuó haciendo cada una de las pruebas que le presentaba el computador hasta que se abortó la misión y regresó a la Tierra. La misión de Enos, el nombre que le pusieron después, fue la antesala del viaje al espacio de John Glenn en 1962, el primer americano en viajar a la órbita terrestre. El chimpancé murió ese mismo año de disentería y no se sabe qué se hizo con su cuerpo.

El 1 de febrero de 2003 el transbordador Columbia se desintegró al entrar en la atmósfera. Toda la tripulación murió. Los únicos supervivientes de aquella tragedia fueron un puñado de Caenorhabditis elegans, gusanos de un milímetro que formaban parte de uno de los 80 experimentos científicos a bordo y que, contra todo pronóstico, no murieron a pesar de las altas temperaturas de la reentrada y el accidente.

Rusia quería saber si los animales pueden tener sexo en el espacio y para ello eligió cinco salamanquesas. Todas murieron congeladas por un fallo en la refrigeración de su satélite Fotón M-4. Lo que sí logró este país siete años antes fue que una cucaracha llamada Nadezhda (esperanza) concibiese a 33 crías en ingravidez durante un viaje al espacio, según Ria Novosti.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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