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punto de observación
Columna
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Nada como una política danesa

El sistema político del país escandinavo podría ser un modelo para ejercitar una cultura del pacto desconocida en España

Soledad Gallego-Díaz

En lo único que casi todo el mundo coincide respecto a las elecciones del próximo domingo, y a las generales de noviembre, es en que será necesario ejercitar una nueva y desconocida cultura del pacto y de la negociación. Desde luego, hubiera sido una buena idea que la televisión pública hubiera emitido ya una o dos temporadas de la serie danesa Borgen, donde los ciudadanos hubiésemos podido apreciar esa cultura política en todo su esplendor e, incluso, aprender algunos de sus requisitos. Realmente, nada como un danés (mejor dicho, una danesa, puesto que la protagonista es una mujer, primera ministra) para explicar en qué consiste el pacto y su gran utilidad en la política. Claro que el personaje de Birgitte Nyborg podría ser también un buen espejo para definir las virtudes de un político: lo primero de todo, es decente; lo segundo, quiere hacer cosas útiles para el conjunto de la sociedad. Lo tercero, tiene el colmillo retorcido, pero respeta unas líneas éticas que no traspasa jamás.

Dinamarca es citado a menudo como un país capaz de ofrecer modelos económicos, laborales y sociales. Cierto que tienen solo 5,6 millones de habitantes y una superficie que viene a ser poco menos que la mitad de Andalucía, lo que relativiza el modelo. Pero también es verdad que tiene cosas que no dependen del tamaño: precisamente una cultura política muy atractiva. Por ejemplo, desde hace cinco años, en una isla del Báltico, Bornholm, se celebra uno de los festivales más curiosos del mundo. Durante cuatro días, ciudadanos, diputados, europarlamentarios, altos cargos de la administración pública, portavoces de asociaciones profesionales y de ONG se reúnen informalmente para charlar, en público y en grupo, de política. Se llama la “Fiesta del Pueblo” (Folkemodet) y este año tendrá 90.000 visitantes. Al final, y por votación popular, se concede un premio al político que mejor supo escuchar.

El Folkemodet de este año, del 11 al 14 de junio, acogerá a representantes de algunos de los movimientos populistas que prosperan en Europa y cuando los daneses hablan de “movimientos populistas” no se refieren a Podemos o a Ciudadanos, sino a grupos como el Partido de la Libertad, de los Países Bajos, o el Amanecer Dorado, griego. De hecho, la luz de alarma se ha encendido porque un grupo danés ha invitado precisamente a Geerts Wilders, el dirigente holandés famoso por su intolerante crítica del islam, y a algún representante de los ultraderechistas griegos a que hagan uso de la palabra.

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Se desarrolle como se desarrolle el festival de este año, resulta significativo que la Fiesta del Pueblo acoja por primera vez a portavoces tan llamativos de los sectores políticos más intolerantes de Europa. Quizás los daneses estén convencidos de que ese tipo de grupos son ya una evidencia y de que no conviene ignorarla, porque suponen, precisamente, ellos sí, el mayor riesgo para la democracia.

Sin embargo, la estrella de la reunión será la primera mujer que en la vida real —un año después que en la ficción—, ha llegado a presidir el gobierno danés, la socialdemócrata de 41 años, Helle Thorning-Schmidt. Con ocasión del ataque que perpetró este año un pistolero contra un café y una sinagoga en Copenhague, advirtió: “Lo primero es defender la democracia y eso no se hace recortándola. No estamos en una batalla entre el islam y Occidente, sino en una batalla contra aquellos que mantienen “ideologías oscuras”. Le va bien.

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