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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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Venezuela, cuestión de gustos

Pablo Iglesias empleó la técnica de la litotes o atenuación, tan estudiada entre los eufemismos

Álex Grijelmo

Qué difícil es condenar algo sin condenarlo. Por ejemplo, los dirigentes de Herri Batasuna (HB) desaprobaron algunos atentados de ETA, y usaban ese verbo para huir del que tanto se les reclamaba y que no acabó nunca de subir a sus labios.

Diccionario en mano, “condenar”, “desaprobar” y “reprobar” son sinónimos. “Condenar” expresa “reprobar una doctrina, unos hechos (...)”. Y “desaprobar” significa “reprobar, no asentir a algo”. Así pues, tanto “condenar” como “desaprobar” equivalen a “reprobar”, que se define a su vez como “no aprobar, dar por malo”.

Sin embargo, el uso que venimos otorgando a “condenar” hace que lo percibamos como un juicio más severo.

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Algunos lingüistas consideran que no hay sinónimos absolutos en español. La carcasa propia de cada palabra y su dispar etimología ya nos las hacen diferentes entre sí. Y quizás “condenar” suena más duro que “desaprobar” porque viene desde el latín condemno con una idea inserta en ella: cum damno (con una pena). Y ese daño que evoca “condenar” no lo sugiere en ningún caso el verbo “des-aprobar”, de menor historia.

Nos rodean muchas cosas que no nos gustan. A unos no les gustan los macarrones; a otros no les gusta el amarillo. En ese ámbito se mueve la expresión elegida por el dirigente de Podemos.

“Desaprobar” deja caer parte de su fuerza en el prefijo des-, especializado en denotar la negación o inversión del verbo que le sucede (función que también puede ejercer re-, como ocurre precisamente en “reprobar”). Así, igual que se desconvoca lo convocado o se desetiqueta lo etiquetado, se desaprueba lo aprobado. Con esas analogías, “desaprobar” sugiere una decisión más de marcha atrás que de paso adelante, merced a la connotación que se infiere de estos usos paralelos. Por tanto, “desaprobar” y “condenar” pueden no entenderse como sinónimos absolutos, pese a lo que viene a indicar el Diccionario.

En el caso similar de los verbos que retratan una emoción negativa sobre algún hecho, encontramos aún más posibilidades diferenciadoras. De mayor a menor fuerza, se pueden emplear “me desgarra”, “me rebela”, “me horroriza”, “me indigna”, “me repugna”, “me asquea”, “me enfurece”, “abomino de”, “lo aborrezco”, “me fastidia”, “me apena”, “me desazona”, “me desagrada”, “me disgusta”, “no me agrada”, “no me gusta”, “no me parece bien”.

De todas esas opciones y algunas más disponía Pablo Iglesias el 25 de abril cuando le preguntaron en La Sexta (min. 1.54.50 del vídeo) por el encarcelamiento de alcaldes y opositores en Venezuela, acusados de conspiración contra el Gobierno. (Un delito, por cierto, que si se regulara igual en España acarrearía la detención incluso de algunos políticos del PP). Y el dirigente de Podemos respondió: “A mí no me gusta que se detengan alcaldes”. Esa misma respuesta la había expresado ya en Cuatro (13 de marzo. min. 05.30): “De manera clara y sin ningún tipo de ambigüedad: no me gusta que se detengan alcaldes”. Y en Tele 5 (23 de febrero, min. 32.15): “Soy muy claro en esto, y sin ningún género de duda: a mí no me gusta”... Un contertulio de Cuatro le reprochó su blandura, pero Iglesias sólo añadiría otro verbo distinto: “No nos parece bien que se detenga a un alcalde”. En todos los casos empleó la técnica de la litotes o atenuación, tan estudiada entre los eufemismos: “no me gusta” en lugar de “me disgusta”; “no me parece bien” en lugar de “me parece mal”.

Cada vez que decimos algo, dejamos de decir otra cosa. Y Pablo Iglesias dijo “no me gusta” pero dejó de decir que esas detenciones le indignan, o le horrorizan, o le espantan. Y que por ello las condena y reclama que se revoquen.

Nos rodean muchas cosas que no nos gustan. A unos no les gustan los macarrones; a otros no les gusta el amarillo. En ese ámbito se mueve la expresión elegida por el dirigente de Podemos. Y así como quienes sienten aversión al amarillo o evitan los carbohidratos no condenan ni ese color ni la pasta italiana como peligros para la democracia, Pablo Iglesias tampoco halló motivo para condenar, ni desaprobar siquiera, la detención de opositores en Venezuela. Cuando dijo “no me gusta” desvió al terreno de los sentidos lo que se planteaba en el terreno de las convicciones.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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