El ‘influencer’ sin corbata
La Unidad de Innovación de UNICEF en la que trabaja Fabian ha conseguido que viejos móviles se conviertan en armas contra la desnutrición en Malawi
La foto de Christopher Fabian dio la vuelta al mundo en 2013 cuando la revista TIME lo incluyó en la lista de las 100 Personalidades más influyentes del mundo. Para ese entonces este filósofo de carrera dedicado al diseño web y a la programación, ya había dado la vuelta al mundo literalmente en aviones varios. “Viajo mucho. Concretamente, la mitad de mi vida”.
En uno de sus últimos periplos recaló en el Mobile World Congress que se celebró la semana pasada en Barcelona para dar una conferencia sobre lo que se puede conseguir con los teléfonos móviles, pero no con los sofisticados, geolocalizados e hiperconectados. No. Christopher, que va por el mundo con un Iphone 6 Plus prefiere sacar partido a los viejos Nokia 1100 y a los SMS. Porque esas herramientas básicas, dice, tienen el encanto de la simplicidad y son las que tienen a mano la gente de Uganda, Malawi, Nigeria o Haití.
La Unidad de Innovación de UNICEF creada por Christopher y Erika Kochi, ha hecho verdaderas maravillas con esos viejos teléfonos. En un pasillo abarrotado de la Fira de Barcelona, Christopher se sorprende y comenta la alta concentración de corbatas por metro cuadrado que se pueden encontrar en un congreso de tecnología móvil. “No me lo esperaba, aunque ya mi jefe me advirtió que algún día me despediría por no llevar una”. Él ni siquiera lleva chaqueta y se mueve por el mundo con vaqueros, sudadera y zapatillas.
Asegura la Wikipedia que, en sus clases en la Universidad de Nueva York —imparte un curso junto al mega gurú Clay Shirky— Chris suele hablar mucho de “la innovación que va del Sur al Norte”. Sin embargo, él dice que no le gusta demasiado ese término y que lo que realmente quiere explicar es que los países desarrollados deben interesarse por el modo en que se solucionan los problemas graves, como el acceso al agua o a los alimentos, en los pobres. Pero no con una mirada de conmiseración, sino con la intención de aprender cómo lo hacen, aclara.
“Burundi o Zambia tienen problemas muy graves de infraestructura y las soluciones no vienen de San Francisco o de Nueva York. Las crean ellos mismos, con ideas muy simples, baratas, de una gran creatividad y eficacia. Ese modo de innovar debería llegar a los países ricos”. Christopher empezó a entender que algo estaba cambiando el día que en medio de los destrozos dejados por el huracán Sandy en Nueva York, recibió una llamada de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias del gobierno de Estados Unidos. “¡Nos pedían que les ayudáramos a aplicar en Nueva York los sistemas de información que habíamos creado para Sudán del Sur y Burundi!" El huracán había arrasado con las conexiones de Internet y la gran ciudad volvió por unos días a comunicarse por mensajes de texto.
En Malawi, el RapidSMS ha servido para que los sanitarios controlen el estado nutricional de los niños
A esto se dedica el equipo que dirige Christopher. Su misión es emplear la tecnología más básica para arreglar desaguisados enormes. Echando mano de los dispositivos más accesibles, y con unas interfaces muy intuitivas, están cambiando la naturaleza de la ayuda humanitaria.
Normalmente, se suele pensar que cuanto más grave es un problema, más difícil es la solución. Pero, entre 2006 y 2007, Christopher estuvo trabajando en varios países de África y entonces aprendió que era al revés: los problemas serios solían tener soluciones muy simples. “Nadie me tuvo que convencer, sencillamente veía cada día lo que hacían con sus viejos móviles para encontrar agua, o cómo enviaban dinero por mensajes SMS; hacían cosas muy creativas con sus Nokia 1100. Fue muy obvio para mí que quienes teníamos mucho que aprender éramos nosotros. Por otra parte, no soy una persona muy complicada y la gente sencilla enseguida me gana”.
Entre los proyectos impulsados por la Unidad de Innovación de UNICEF está el sistema RapidSMS, un sistema de código abierto que permite conectar cualquier móvil a una web e intercambiar datos en tiempo real a través de mensajes de texto. En Malawi, el RapidSMS ha servido para que los trabajadores sanitarios controlen el estado nutricional de los niños. Por ejemplo, si en un estado se empiezan a recibir cientos de mensajes preguntando cómo preparar las sales de rehidratación oral, se puede suponer que hay un problema y actuar en consecuencia y, sobre todo, en tiempo real. En Nigeria, un país donde no se registraban la mayoría de los nacimientos, se ha empezado a hacer por SMS; ya llevan más de siete millones notificados por esta vía.
El uso de RapidSMS ha ayudado a prestar atención prenatal a miles de mujeres embarazadas en Ruanda, ha servido para hacer el seguimiento de la distribución de unos 63 millones de mosquiteras y ha establecido un circuito de retroalimentación directa para más de 190.000 jóvenes ugandeses que trabajan con el Gobierno y tratan de cambiar las políticas nacionales.
Christopher ha aprendido el valor que tiene un teléfono móvil (sin Internet, sin geolocalización). “He conocido gente que invierte el 20% de sus ingresos diarios en recargar la batería de su teléfono o que viaja cientos de kilómetros para poner dinero en su tarjeta de prepago o para llegar a un punto donde haya un cargador eléctrico para enchufar el móvil. Y no lo hacen por lujo, es una cuestión de vida o muerte. No se pueden permitir quedarse sin teléfono porque de eso depende su seguridad, la alimentación y la salud de sus hijos. Incluso su trabajo. En estos países, el teléfono es más importante para construir servicios que Internet, cuya existencia es, por otra parte, casi simbólica en muchos sitios”.
No sé si decir que es el trabajo perfecto. Lo amo porque estoy haciendo algo que es real, que mejora la vida de muchas personas
Christopher tiene un título de filosofía, pero no cree que haya aplicado las doctrinas de los viejos maestros en su trabajo. “Solo estudié esta carrera porque me gustaba leer libros”. Sin embargo, se pone a filosofar con relativa facilidad: “Pienso que para hacer bien este trabajo tienes que creer que todo es posible. Estás todo el tiempo moviéndote entre problemas y tienes que hacer las cosas fáciles. No se puede tener esa actitud de ‘mi trabajo es muy complicado, muy difícil … bla bla bla”.
Estamos ante un hombre de risa fácil que asegura que se despierta feliz todas las mañanas. Tampoco tiene ningún problema en contar que ha trabajado como camarero y ha limpiado inodoros. Dos cosas ha aprendido hasta el momento de su labor en UNICEF: Una, que en todas las empresas hay reglas y hay conocerlas, cumplirlas y usarlas a favor de tus objetivos. Y dos: que el fracaso es parte del aprendizaje y hay que saberlo encajar. "Con el sistema RapidSMS fracasamos unas treinta veces: en Haití, en Sudán, en Uganda … y siempre volvimos a empezar de cero. ¡Creo en las segundas, terceras y hasta en las enésimas oportunidades!"
“Lo que más me gusta de mi trabajo es que tengo la oportunidad de conocer a gente maravillosa, gente en Liberia, Burundi, Haití, Malawi o Zambia totalmente dedicada a mejorar el futuro de su país. Que realmente cree en eso. Ingenieros, informáticos, profesores... que trabajan muy duro y con muy buena energía. Esa gente es mi fuente de inspiración, la que me hace levantarme con buen humor por las mañanas. No sé si decir que es el trabajo perfecto. Lo amo porque estoy haciendo algo que es real, que mejora la vida de muchas personas y, encima, no me obligan a ponerme corbata”.
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