Así se sacrificó al perro ‘Exkalibur’
Los veterinarios detallan cómo se dio muerte a la mascota de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, el primer contagio de ébola fuera de África
Los veterinarios que sacrificaron a Exkalibur, el perro de la trabajadora sanitaria contagiada de ébola Teresa Romero, han decidido dar detalles sobre la muerte de la mascota aunque las autoridades se niegan a facilitarlos. El 28 de octubre, el diputado del PSOE Alejandro Alonso, también veterinario, solicitó al Gobierno de Mariano Rajoy el expediente completo del sacrificio del perro. Todavía no ha recibido respuesta y el martes presentó un recurso de amparo al presidente del Congreso. “Un diputado, en representación de la ciudadanía, tiene derecho a tener acceso a información que no sea un secreto oficial. Es un derecho constitucional”, critica. Fuentes de la Secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes admiten la falta de contestación y remiten a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, a la que no ha llegado la petición de información.
Pese al silencio gubernamental, el equipo del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (Visavet) de la Universidad Complutense de Madrid, encargado del sacrificio de Exkalibur, acaba de hacer públicos algunos de los detalles de la operación, ejecutada el 8 de octubre en medio de una enorme polémica. “Aquel día salimos hacia la casa de Teresa Romero a las 7:00 y regresamos a las 20:00, sin comer ni beber”, recuerda por teléfono Lucas Domínguez, el director de Visavet que decidió dimitir tras el caos en la gestión del operativo en la Complutense. El que sigue es su relato de los hechos, publicado en el último número de la revista del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid.
Teresa Romero había sido diagnosticada de ébola el seis de octubre, tras atender a un misionero infectado en Sierra Leona. Ese día, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid concluyó “un riesgo no asumible en el cuidado del animal”, que permanecía en el piso de la trabajadora sanitaria en Alcorcón, y dictó una orden de sacrificio. Esa misma noche, los veterinarios de Visavet recibieron el encargo del Gobierno regional.
Un diputado del PSOE pidió el expediente completo del sacrificio el 28 de octubre y todavía no ha obtenido respuesta
En su informe, los técnicos insisten en que no había dónde meter al perro, que había convivido en contacto estrecho con Romero “durante los cinco días anteriores al diagnóstico, coincidiendo con una sintomatología de la enfermedad ya instaurada y en fase activa de excreción viral”. Los veterinarios consideran “muy probable” la exposición del perro al virus y subrayan que los estudios científicos disponibles “no descartan en ninguna medida el riesgo de transmisión entre perros y humanos”.
“Actualmente en nuestro país no existen instalaciones que permitan el estudio del animal y su diagnóstico en las condiciones de bioseguridad requeridas (nivel de bioseguridad 4) [...]. Tampoco contamos en nuestro país con protocolos ni medios contrastados para el transporte vivo del animal, ni infraestructuras en las que poder realizar su cuarentena cumpliendo con las normas exigibles tanto en materia de bioseguridad como bienestar animal”, recalcan los nueve firmantes del artículo, todos ellos de Visavet.
Entre la noche del día seis y la mañana del ocho, los veterinarios diseñaron el protocolo de actuación y fabricaron varios dispositivos de contención por si Exkalibur (con k porque así constaba en su cartilla) era agresivo. “Los datos disponibles indicaban un animal clasificable como potencialmente peligroso en situación de desatención y con acceso a la terraza exterior de la vivienda con el consecuente riesgo para los vecinos, factores que exigieron una rápida actuación”, señalan los veterinarios. Entre los firmantes, además de Domínguez, catedrático de Sanidad Animal de la Complutense, aparece José Manuel Sánchez Vizcaíno, fundador y diseñador del primer laboratorio de alta seguridad biológica de España, construido en Valdeolmos (Madrid).
Los veterinarios fabricaron “un sistema de acceso seguro portátil”, una especie de jaula para humanos, con el fin de crear una zona intermedia entre la vivienda de Teresa Romero y la “zona limpia”. Disponía de una reja de seguridad para impedir la posible fuga del animal. “Este sistema finalmente no pudo utilizarse de forma completa debido a las dimensiones del rellano de acceso a la vivienda”, admiten los técnicos en su artículo. Sí desplegaron la reja antifuga, adaptándola a la puerta de la casa.
Los veterinarios también fabricaron un “escudo de protección”, un biombo de rejilla metálica con ruedas, para avanzar como una falange griega por el interior de la vivienda si el animal reaccionaba de manera agresiva. Este dispositivo no llegó a utilizarse.
Un grupo de bomberos forzó la puerta de la vivienda. Tres veterinarios, que formaban el denominado equipo amarillo, entraron con la máxima protección: monos blancos con capucha, máscara completa de nivel FFP3 (contra partículas sólidas y líquidas muy tóxicas), calzas y dos pares de guantes. Otro grupo de tres veterinarios y un experto en bioseguridad, llamado equipo blanco, daba apoyo desde el rellano.
Los veterinarios, desde su especie de jaula, dispararon un dardo anestésico a Exkalibur con un sistema de teleinyección con aire comprimido, ya que con la máscara no se podía recurrir a la más clásica cerbatana. Ya sedado e inconsciente, el perro recibió una inyección de pentobarbital sódico directamente en el corazón. Este barbitúrico se emplea habitualmente tanto en sacrificios veterinarios como en la inyección letal en países con pena de muerte.
“Durante la acción se priorizaron las normas de bienestar, minimizando el miedo y sufrimiento del animal con el fin de una eutanasia correcta”, afirman los veterinarios. El cadáver de Exkalibur se introdujo en cuatro bolsas galga 500, de alto grosor, y en una bolsa sanitaria estanca de dos capas que a su vez se metió en un contenedor metálico para su transporte. Dos técnicos llevaron la caja a un crematorio de una empresa privada, después de que la Universidad Complutense se negara de improviso a que el cadáver fuera incinerado en las instalaciones de Visavet, situadas en un sótano de la Facultad de Veterinaria. Domínguez dimitió al no compartir la decisión del rector, José Carrillo.
“Pese a que la intención en primera instancia fuera la cuarentena y estudio del animal, la falta de infraestructuras que garantizaran las condiciones de bioseguridad y bienestar animal en estas actuaciones, unida al principio de precaución ante la ausencia de evidencias científicas que descartasen la transmisión del virus del Ébola entre perros y humanos, exigieron el sacrificio del animal como medida sanitaria y con el objetivo de proteger en todo momento la salud pública”, concluyen los veterinarios.
Por teléfono, Domínguez niega que el caso de Exkalibur se pueda comparar con el del perro de la enfermera de EE UU Nina Pham, diagnosticada de ébola días después que Romero. Allí, las autoridades decidieron no sacrificar a la mascota. “La enfermera de EE UU no había convivido tanto tiempo con el animal durante el periodo infeccioso, la raza no era considerada peligrosa y, además, la dueña entregó el perro a las autoridades”, apunta.
Domínguez se muestra sorprendido por la falta de información por parte de las autoridades españolas y pide “transparencia absoluta”. A su juicio, no hay nada que ocultar: “Fue una actuación para sentirnos orgullosos”. España quedó oficialmente libre de ébola el 2 de diciembre. El virus, sin embargo, sigue haciendo estragos en África occidental, donde ya ha matado a más de 9.000 personas.
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