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Las brumas más densas

En Naulo Basti, Nepal, los niños recogen piedras del río y las convierten en grava con ayuda de un cinturón y un martillo

Sergio C. Fanjul
Santoshi (derecha) con su hermana Rupa, en 2014.
Santoshi (derecha) con su hermana Rupa, en 2014.isabel muñoz

El gran prodigio de la infancia es que los niños tienen la capacidad de mantener la alegría ante cualquier adversidad. Sin embargo, Santoshi B. K., esta niña de aspecto desaliñado y demasiado menuda para sus 14 años, muestra cierta agresividad hacia el mundo, es rebelde y malcarada, porque no le gusta la vida que le ha tocado vivir. Y le da rabia.

Conocimos a Santoshi y a su hermana, la pequeña Rupa (que ahora tiene nueve años y es mucho más angelical) en 2009, viajando por la región del Terai, la parte de Nepal que no aparece en los documentales de aventuras y alpinismo. Aquí no hay montañas nevadas que sujeten el cielo, sino llanuras de verdes arrozales que se extienden entre la base del Himalaya y la frontera de India. La humedad se puede mascar. Las hermanas vivían entonces en un asentamiento paupérrimo llamado Naulo Basti, cerca de la ciudad de Dharan (donde el Imperio Británico reclutaba a los feroces soldados gurkhas), habitado por miembros de la marginada casta de los intocables. Gente que no puede vivir en ninguna otra parte. Al llegar, era noche cerrada. Los faros del Patrol de Naciones Unidas fueron iluminando las chozas sin luz eléctrica y los rostros asombrados de sus habitantes. ¿Quiénes son estos forasteros? Todo era oscuridad, las únicas luces provenían de alguna vela perdida o de las trayectorias caóticas de las luciérnagas en las copas de los árboles. Cuando pusimos los pies en tierra, los nativos se acercaron, curiosos, en la penumbra. Los más pequeños, por todas partes, alumbrados solo por los faros, nos tiraban de los pantalones reclamando atención.

En Naulo Basti, los niños recogen piedras del río y las convierten en grava con ayuda de un cinturón (que las mantiene reunidas sobre el suelo) y un martillo (que las machaca), en una actividad que denominan gitti. A pesar de que venden el kilo de grava por una miseria (lo que correspondería a unos céntimos de euro) y de que es una labor peligrosa (pueden romperse un dedo y saltan esquirlas a toda velocidad), muchos de los niños lo suelen ver como un juego y lo hacen sonrientes. Este es uno de los prodigios de la infancia.

Santoshi hace cinco años.
Santoshi hace cinco años.Isabel Muñoz

Desde hace cinco años, las cosas no han ido a mejor para la familia de Santoshi. Su padre, que conduce un ricksaw (uno de los vehículos típicos de Asia en los que se acarrea personas o mercancías a pedales), es alcohólico: “Bebe mucho, tiene hepatitis C, la piel amarillenta, y cuando digo que no beba no me hace caso”, se queja la niña. Su madre, que trabaja en la construcción, dejó la bebida y la familia decidió que se trasladara a trabajar a Qatar como asistenta doméstica con el fin de recaudar algo de dinero para su marido e hijos. Para pagar el viaje ahorraron, vendieron su tierra en Naulo Basti y se trasladaron a la capital, Katmandú, pero finalmente el padre decidió que su mujer no se fuera y se esfumó toda la inversión (que se quedó un intermediario) y las tierras que habitaban. Lo perdieron todo.

Así que ahora malviven en una casa de alquiler hacinados con varias familias tan pobres como ellos. “Prefería mi vida de antes”, resume Santoshi. Ahora tiene que ocuparse de la casa, lavar los platos, preparar la comida, cuidar de sus hermanos, en una familia de siete miembros: “Con lo que gana mi padre podemos pagar la comida; con lo que gana mi madre podemos pagar el alquiler”. En ocasiones, también tiene que trabajar fuera: en tiendas, hoteles o como asistenta doméstica. No puede ir a la escuela, pero es consciente de que tal vez esa sería la única manera de labrarse un futuro mejor, de cambiar de vida. No es la única.

En Nepal, el trabajo infantil es un problema que afecta a un tercio de los niños, según datos de Unicef. La tasa de alfabetización de adultos es del 57%. Y otros peligros a los que se expone aquí la infancia es la desnutrición crónica en las zonas más pobres. ¿Qué te gustaría hacer en el futuro? Santoshi se queda pensativa un buen rato, mira alrededor y luego responde: “Me gustaría estudiar y ser doctora”.

Hace cinco años fotografiamos a Rupa subida en los brazos de Santoshi en un camino pedregoso de los montes de la zona, rodeadas de espesa vegetación y de brumas. Hoy esas brumas se han hecho más densas.

Explotados

168 millones de niños en el mundo entre 5 y 17 años están en situación de explotación infantil y más de la mitad (85 millones) realizan trabajos peligrosos. 15 millones y medio son trabajadores domésticos, de los que el 72% son niñas.

Asia está entre las regiones con cifras más elevadas (78 millones), aunque la práctica se está concentrando cada vez más en África subsahariana.
Entre 2000 y 2012, el trabajo infantil se ha reducido en un tercio en todo el mundo. Entre 2008 y 2012, la disminución más importante del número de niños en situación de explotación infantil ha sido en las regiones de Asia y Pacífico, donde se ha pasado de 114 millones en 2008 a 78 millones en 2012. De 2010 a 2013, 5.000 niños nepalíes han participado en programas de prevención y eliminación del trabajo infantil.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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