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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desenganchados

La droga monetaria va por barrios: Japón la estimula, EEUU la deja y Europa no la prueba

Joaquín Estefanía

El mítico periodista Bob Woodward cuenta en su biografía sobre Alan Greenspan (el antepenúltimo presidente de la Reserva Federal, que lo fue con Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo), que el segundo, Bush padre, llegó a acusar al banquero central de hacerle perder las elecciones por su resistencia a relajar la política monetaria. El libro (editorial Península) es un compendio de intrigas, casi palaciegas, en los momentos en que la Fed decide subir o bajar los tipos de interés. Y ello a pesar de su independencia.

A seis días de las elecciones de mitad de mandato en EEUU, en las que los republicanos aspiran a quedarse con la mayoría en las dos cámaras, Janet Yellen, sucesora de Greenspan —y de Ben Bernanke— en la Fed, ha tomado dos decisiones: mantendrá los tipos de interés (que mueven el mundo) en cero durante bastantes meses más; y acaba con el programa de estímulos monetarios, basados en compra de activos financieros y préstamos hipotecarios, puesto en marcha por su antecesor en el momento más negro de la crisis. Desde que el septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers, y se desencadenó un pánico que amenazaba con triturar el sistema entero (no es una exageración; hay que tener memoria histórica también de estos acontecimientos), la Fed ha abierto tres tandas de estímulos monetarios, que han inyectado en la economía americana más de 3,5 billones de dólares de liquidez.

Las medidas de la Fed, que tendrán efecto en los mercados de todo el mundo, contrastan con los movimientos de otros bancos centrales
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¿Por qué este desenganche casi total de la droga monetaria? Porque Yellen y el resto de gobernadores de la Fed consideran que la economía de EEUU se ha encauzado más menos definitivamente. Los datos macroeconómicos más importantes de la misma son: un crecimiento interanual del PIB en el tercer trimestre cifrado provisionalmente en el 3,5% (cuatro décimas más de lo que preveía el consenso de los servicios de estudio), un paro del 5,9% de la población activa (que la Fed debe tener en cuenta estatutariamente tanto como la inflación —del 1,7%— y como el crecimiento del PIB a la hora de tomar sus decisiones, no como otros bancos centrales), y un déficit público del 2,8% del PIB).

Las medidas de la Fed, que tendrán efecto en los mercados de todo el mundo, contrastan con los movimientos de otros bancos centrales. El de Japón, apenas unos días después de la Reserva Federal, ha reforzado su programa de estímulos, para combatir la debilidad del consumo (motivada por una subida del Impuesto del Valor Añadido) y de la inflación. Recuérdese que la deflación es para Japón lo que la inflación para Alemania: pesadillas. Por cierto, que la medida ha generado una formidable controversia: se tomó por cinco votos contra cuatro en el seno del comité de dirección del Banco central de Japón.

En Europa, la zona del planeta más rezagada de una cierta recuperación económica tras la Gran Recesión, la compra de activos apenas ha dado señales de vida. Misterios de una política económica tan ideologizada como la nuestra. 

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