_
_
_
_
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Afición a la dentellada

La sanción a Luis Suárez debería estar condicionada a que deje de morder a sus rivales

SOLEDAD CALÉS

Luis Suárez, uruguayo, excelente delantero del Liverpool pretendido por Barcelona y Real Madrid, pierde el control en el campo y muerde a sus rivales. Lo ha hecho en tres ocasiones (a Ivanovic, a Bakkal y a Chiellini); el último mordisco, marcado en el hombro del defensa italiano en el partido Italia-Uruguay del Mundial, le ha costado una sanción de nueve partidos internacionales y una suspensión deportiva de cuatro meses. Los espasmos de antropofagia provocan reacciones de horror incluso en los espectadores más curtidos —recuérdese la sangrienta imagen de Mike Tyson arrancando de un bocado la mitad de la oreja de Evander Holyfield en un combate por el título de los pesados— y evocan una agresividad primordial, alejada del agon codificado del deporte moderno. El análisis psiquiátrico es variopinto; revela una ausencia básica de control que los adultos suelen integrar desde la infancia. Pero también es una demostración de que el mordedor llegará hasta el final de su tarea y no dará cuartel. Los berserkers (guerreros vikingos), intoxicados de beleño negro, multiplicaban su ciega belicosidad mordiendo los escudos de metal y allí dejaban grabadas sus dentaduras como prueba de la fuerza de la locura.

Chistes a un lado —Suárez Lecter, Luis El Caníbal o Gol

al Primer Mordisco—, poco graciosos para un aterrorizado Chiellini, lo relevante del caso Suárez es cómo la repetición de una conducta psicológicamente desordenada ha pasado sin tratamiento en un deporte con alto grado de profesionalización, donde abundan los psicólogos, los gabinetes médicos y la atención a los sentimientos más nimios del futbolista. Parece imposible que la Federación uruguaya, y antes el Liverpool, no conociesen que el jugador está dominado por un impulso irresistible a la dentellada; y llamativo que no hayan sido capaces de ofrecer un diagnóstico y un tratamiento adecuado.

Más que un castigo puro y simple, justo pero ciego, un caso como el de las mandíbulas de Suárez debería corregirse con una sanción condicionada: el jugador volverá a los campos de juego cuando un terapeuta certifique que su afición a hincar el diente ha desaparecido. Mientras tanto, que muerda algo en casa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_