Cuentas para la independencia
¿Qué hacer con las víctimas de violencia de guerra en un contexto de paz? En Sudán del Sur, un proyecto impulsa su recuperación y autonomía a través de la fabricación de bisutería artesanal
Mary sale a nuestro encuentro cuando llegamos a la sede de Roots of South Sudan, una ONG local que tienen como objetivo ayudar a las mujeres víctimas de la guerra y de la pobreza a ser independientes a través del trabajo. El edificio, que está junto al campo de baloncesto de Juba, la capital de Sudán del Sur, es de color naranja, muy grande y con el techo de paja. Mary nos recibe con una amplia sonrisa, mientras que la niña que lleva a la espalda, con el pelo recogido en pequeños moños sujetos con gomas de colores, se inclina y asoma la cabeza en un intento de ver quiénes somos. Más tarde explicará que es una nieta de la que cuida.
Ella, una antigua combatiente del Ejército popular de liberación sursudanés (SPLA) y madre de cuatro hijos, lleva tiempo en la organización y por eso ayuda en la administración del centro. Comenta que nunca tomó parte activa en el conflicto, era la mujer de uno de los soldados y vivía (y se movía) con el resto del campamento, cocinando y haciendo otras labores auxiliares durante los años de la guerra. Cuando su marido murió, buscó refugio en la ciudad. No fue fácil para ella empezar una vida nueva en los últimos años de la guerra. El encuentro con Roots of South Sudan cambió su vida. Ahora, su trabajo le permite vivir y ser independiente.
Hemos quedado con la directora ejecutiva del proyecto, pero justo mientras aparcamos el coche nos llama para decir que se retrasará unos 15 minutos. Mientras, Mary nos pasea por la amplia sala sin paredes, ahora vacía, donde las beneficiarias del proyecto se reúnen y engarzan las joyas tradicionales de las distintas tribus del país, tejen cestos, tiñen telas o confeccionan vestidos… Este es el trabajo que realizan estas mujeres y del que viven. Al mismo tiempo, conservan y transmiten las distintas tradiciones y las adaptan a los nuevos tiempos para hacerlas más atractivas.
Terminamos nuestro recorrido en la tienda que la organización está montando en el mismo recinto con el objeto de vender sus productos a los visitantes. En ella se amontonan collares, pendientes, cestos, pipas de fumar, bastones, vestidos, bolsos… todos confeccionados en el lugar.
Nuestra guía, Mary, nos comenta que gracias a esta iniciativa viven muchas mujeres como ella, que de otra forma estarían en la calle mendigando o prostituyéndose después de haber sufrido durante años como consecuencia de la guerra y la violencia sexual. Además, comenta, como la mayoría de las mujeres que llegan al proyecto no saben ni leer ni escribir, se les ofrece la oportunidad de asistir a clases de alfabetización y otros cursos que luego les son muy útiles en su vida diaria. “Es una forma de ayudarnos a ser independientes y no depender de nadie para vivir y cuidar de nuestras familias. Todas hemos conseguido que nuestros hijos vayan al colegio y si alguna no puede, la organización le ayuda a pagar la matrícula y el material escolar. Además, como casi todas las mujeres que estamos aquí hemos pasado por situaciones similares nos ayudamos y nos damos fuerzas unas a otras”, comenta Mary.
Posiblemente sin saberlo, Mary nos está describiendo, de forma muy sencilla, el empoderamiento de mujeres ayudadas por mujeres.
Niveles de violencia nunca vistos
En todas las guerras y emergencias humanitarias que surgen en cualquier parte del mundo, las mujeres y las niñas son las personas que más sufren. Sudán del Sur, donde se está viviendo un nuevo conflicto interno desde diciembre de 2013, no es una excepción. En la capital, Juba, cientos de mujeres y niñas se amontonan en los campos de desplazados huyendo de la guerra que asola los estados del norte del país: Upper Nile, Jonglei y Unity, curiosamente, las zonas donde se concentran la mayoría de los campos petrolíferos del país.
El conflicto actual afloró el 15 de diciembre cuando un grupo de seguidores del ex vicepresidente Riek Machar intentó dar un golpe de estado para deponer al presidente Salva Kiir. Desde entonces, miles de personas han tenido que abandonar sus hogares y refugiarse en países vecinos o en los campos de desplazados de la capital. Además, cientos de personas han muerto y decenas de mujeres han sufrido violencia sexual. Ahora, el fantasma de la hambruna amenaza al país y una epidemia de cólera barre la capital aumentando el número de víctimas ya causadas por la guerra. Esta situación no es ajena al país más joven del mundo. Prácticamente, desde 1955 Sudán del Sur ha estado luchando por su independencia del Norte. Como en todas las guerras, también en esta ha habido informes de abusos sexuales contra las mujeres y las niñas por parte de todos los combatientes que han tomado parte en la contienda. Sin embargo, según se desprende de un informe de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur (UNMISS), en el actual conflicto se han alcanzado niveles de violencia contra las mujeres y niñas nunca antes vistos en el país.
Esta es la misma impresión que tiene Ruth Lugor, directora adjunta de Roots of South Sudan, cuando por fin llega a la sede de la organización, pidiendo disculpas por el retraso, y nos hace pasar a su despacho. Comenta que la ONG trabaja con mujeres desplazadas, madres solteras (muchas de ellas fruto de la violencia sexual sufrida), viudas de guerra, excombatientes y enfermas de VIH/SIDA. “Las personas más vulnerables en todo conflicto”, dice; para luego añadir: “la actual crisis que estamos viviendo ha disparado el número de agresiones sexuales y ha puesto de manifiesto la ausencia de un sistema de protección para las mujeres y las niñas”.
El informe de UNMISS confirma este dato señalando que los logros conseguidos en el campo de la violencia sexual durante los últimos años en Sudán del Sur casi han desaparecido en los últimos meses. Consecuentemente, la mayoría de los casos de violencia sexual que ocurren en el país, sobre todo si tienen lugar en las zonas rurales, no son atendidos por ningún personal sanitario, y no son documentados ni verificados a través de un informe médico.
La agresión sexual como arma
Del 10 al 13 de junio pasado, tuvo lugar en Londres la Cumbre Global para poner fin a la Violencia Sexual en Situaciones de Conflicto. En ella se reunieron representantes de 140 países, ONG y miembros de la sociedad civil en busca de acuerdos que conduzcan a la eliminación total de la violación y la violencia sexual como arma de guerra.
La conferencia tenía un objetivo muy ambicioso: acabar con la cultura de impunidad de la violencia sexual en situaciones de conflicto lanzando un nuevo Protocolo Internacional que unifique criterios en relación con la documentación e investigación de este crimen. Esto ayudará a fortalecer la persecución de este tipo de violencia. Al mismo tiempo, invitó a los gobiernos a reforzar sus leyes para que los responsables de la violencia sexual en situaciones de conflicto tanto dentro como fuera de sus fronteras sean perseguidos.
Creo que es importante no ser llamada refugiada o inmigrante y experimentar la sensación de pertenecer a un país"
Con el propósito de reducir los peligros que afrontan las mujeres y las niñas que viven en zonas en conflicto, la cumbre hizo un llamamiento para que soldados y fuerzas de paz sean entrenados no solo para que entiendan la gravedad de este tipo de violencia, sino también para prevenirla y proteger a las personas.
El tercer objetivo de la cumbre era apoyar a las personas supervivientes de la violencia sexual y a los activistas de derechos humanos que luchan contra este crimen.
Finalmente, la reunión internacional quería romper el mito de que las violaciones durante las guerras son inevitables o un crimen menor.
El mero hecho de que una conferencia como esta se celebre y atraiga la atención de tantas personalidades ya es algo muy positivo. El problema es que la maquinaria internacional se mueve muy lentamente y hasta que este tipo de iniciativas llegan al terreno y se empiezan a asumir y a hacer realidad pasan muchas décadas. Entretanto, las guerras continúan activas en muchas partes del mundo y las mujeres y las niñas siguen y seguirán, por mucho tiempo, siendo las principales víctimas de los conflictos.
Mujeres que ayudan a mujeres
Mientras estas medidas se ponen en marcha y la maquinaria mundial se mueve ¿cómo ayudar a las personas más vulnerables y a las principales víctimas de los conflictos?
Una respuesta concreta la encontramos en el trabajo que hace Roots of South Sudan. En la actualidad, la organización agrupa a 64 mujeres procedentes de todos los rincones y etnias del país. Algunas de ellas viven en los campos de desplazados de Juba, donde han llegado huyendo de la guerra. Estas personas fabrican joyas tradicionales y otros objetos de artesanía que luego venden y los beneficios generados son repartidos entre todas ellas.
Visto el caos causado por el actual conflicto, la organización ha comenzado a llevar sus programas a los campos de desplazados. En ellos está intensificando sus actividades para concienciar y prevenir la violencia sexual contra las mujeres y niñas y la violencia de género, comenta Ruth.
Anyieth D’Awol es la fundadora y directora de la organización. Esta mujer sursudanesa tiene un máster en Derechos Humanos por la Universidad de Leicester, en Reino Unido. Durante años trabajó como investigadora para el Clingendael Institute documentando casos de VIH/SIDA en Sudán del Sur tras el fin de la guerra contra el Norte. También ha escrito varios artículos sobre las mujeres de Sudán del Sur y la violencia sexual.
Posteriormente, trabajó como directora de la oficina de Derechos Humanos de UNMISS. Parece que en el ejercicio de aquel cargo quedó un poco descontenta de la experiencia llegando a la conclusión de que en los organismos internacionales se hablaba mucho y se hace poco y lo poco que se hace parece que siempre llega a las mismas personas. Fue entonces cuando se propuso cambiar el enfoque para conseguir que se hablara menos y se hicieran cosas más prácticas, como ayudar a las personas a ser independiente.
Es por eso por lo que dejó UNMISS y en 2009 creó Roots of South Sudan con el objetivo de ayudar a las mujeres a adquirir su independencia económica a través de su propio trabajo.
Anyieth vive entre Estados Unidos y Juba. Por eso, la persona que lleva el día a día de la organización es Ruth ayudada por algunas de las mujeres que más tiempo llevan en el proyecto.
Ruth nos cuenta que ella también es una víctima de la violencia que vivió su país. En los años ochenta tuvo que huir de su aldea junto a algunos miembros de su familia. Durante algunos años vivió en un campo de refugiados en Nairobi, Kenia. Desde allí fue enviada a Canadá donde ha residido hasta hace dos años, cuando decidió regresar a Sudán del Sur una vez que el este alcanzó la independencia. Realizó todos sus estudios en el país norteamericano hasta que terminó la Universidad. Es trabajadora social y en Canadá ha trabajado como tal, especialmente con mujeres. Esta experiencia es la que le sirvió para conseguir el trabajo que ahora tiene en Juba.
Cuando le pregunto por qué decidió volver después de tantos años y de tener su vida hecha en Canadá me contesta: “Creo que es importante no ser llamada refugiada o inmigrante y experimentar la sensación de pertenecer a un país. Toda mi vida he sido eso, una refugiada sin familia. Esta estaba repartida por todo el mundo. Ahora hemos decidido volver todos y reunirnos en nuestro país y recomenzar nuestras vidas”.
Una cosa era volver y otra quedarse a vivir. Ruth comenta que el trabajo que están haciendo con las mujeres víctimas de la guerra y la violencia sexual, el ver cómo sus vidas cambian y se empoderan, como consiguen ser independientes y pueden cuidar de ellas y de sus familias es lo que realmente le ha dado un motivo para quedarse en Sudán del Sur y empezar una nueva vida. Lo que Ruth experimenta es lo mismo que están viviendo las mujeres que llegan a Roots of South Sudan, un motivo para reconstruir sus vidas.
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